Invitación. Alejandro Bullón

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Название Invitación
Автор произведения Alejandro Bullón
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789877983623



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       Invitación

       Relatos de la vida real que cambiarán su destino

      Alejandro Bullón

      Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.

      Índice de contenido

       Tapa

       ¡No te muevas ni respires!

       No me dejes sola

       Una noche fría de agosto

       Conflictos de un sacerdote

       Hermanos de sangre

       Las vueltas de la vida

       ¡No morirás!

       Si yo tuviera hambre, no te lo diría

       Cuenta regresiva

       Un enemigo vencido

      Invitación

      Relatos de la vida real que cambiarán su destino

      Alejandro Bullón

      Dirección: Miguel A. Valdivia

      Diseño del interior: Marcelo Benítez

      Diseño de tapa: Giannina Osorio

      Ilustración: Shutterstock (Banco de imágenes)

      Libro de edición argentina

      IMPRESO EN LA ARGENTINA - Printed in Argentina

      Primera edición, e - Book

      MMXXI

      Es propiedad. © 2007 Pacific Press® Publishing Association, Nampa, Idaho, EUA. Todos los derechos reservados. Esta edición se publica con permiso del dueño del Copyright.

      © 2008, 2021 Asociación Casa Editora Sudamericana.

      Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

      ISBN 978-987-798-362-3

Bullón, AlejandroInvitación : Relatos de la vida real que cambiarán su destino / Alejandro Bullón / Dirigido por Miguel A. Valdivia. - 1ª ed . - Florida : Asociación Casa Editora Sudamericana, 2021.Libro digital, EPUBArchivo digital: OnlineISBN 978-987-798-362-31. Relatos personales. 2. Vida cristiana. I. Valdivia, Miguel A., dir. II. Título.CDD 248.4

      Publicado el 01 de marzo de 2021 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).

      Tel. (54-11) 5544-4848 (opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)

      E-mail: [email protected]

      Website: editorialaces.com

      Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor.

      Nada le hacía prever que aquella tranquila tarde se tornaría la más dramática de su vida. Llovía. El expediente del día había llegado a su fin. Mauro se dirigía a la plaza de estacionamiento donde acostumbraba dejar su automóvil. A los 58 años, el hombre de cabellos grisáceos y arrugas en la frente se consideraba un vencedor.

      Sus padres habían inmigrado al país cuando él era un niño. Durante los primeros años en la nueva patria, la familia había pasado mucha necesidad. Esos eran otros tiempos. Las cosas habían cambiado. La vida había sido buena con él. De un simple vendedor ambulante, se había transformado en el dueño de una lucrativa cadena de tiendas de ropa. Era un hombre rico y satisfecho con la vida.

      Aquella tarde, sin embargo, cambiaría radicalmente el rumbo de su historia. Salió del estacionamiento al timón de su poderoso Vectra, de color plomo, con vidrios polarizados. El tránsito era infernal, como en toda ciudad grande a la hora en que los negocios cierran y las personas retornan a sus hogares. Automáticamente, Mauro siguió el camino de siempre. Estaba cansado. Lo que más deseaba en ese momento era llegar a la casa, meterse en la ducha y sentir el agua resbalando por su cuerpo. Era un hombre de hábitos específicos. Casi nunca cambiaba la rutina de su vida. Hasta aquel día. Después de aquella tarde, Mauro nunca más sería el mismo.

      Todo sucedió con rapidez asombrosa. La operación completa no debió de haber demorado más de dos minutos. Cuando la Cherokee negra le cerró el paso, Mauro pensó que estaba delante de un conductor distraído. Levantó la mano en señal de protesta y gritó:

      –¡Hey! Mira por dónde andas.

      Ya era tarde. Se vio obligado a desviar el auto hacia un lado de la calle y frenar bruscamente. Atrás de él había una camioneta oscura, de donde salieron tres hombres armados. Lo forzaron a entrar al asiento trasero de la Cherokee. Adentro, alguien le colocó una capucha y lo obligó a echarse al piso.

      A esas horas de la tarde, ya había oscurecido. En la camioneta, las cosas estaban más oscuras todavía. No lograba razonar. Instintivamente, sabía que estaba siendo secuestrado. Sentía el cañón de un revólver en su nuca, lo que le provocaba dolor. No entendía lo que estaba sucediendo.

      –¿Qué quieren? ¿Adónde me llevan? –preguntó sin esperar respuesta.

      Una voz grave le dijo:

      –No te vamos a hacer daño si colaboras. Ahora cállate. No digas nada. No te muevas ni respires.

      Los minutos que siguieron le parecieron una eternidad. Había oído historias de secuestros. Incluso le habían aconsejado que no siguiera todos los días el mismo camino. Le habían sugerido contratar hombres de seguridad. A él, todo eso le parecía innecesario. Nunca imaginó que pudiera ser una víctima más de la violencia que prolifera como una plaga en los grandes centros urbanos.

      El temor se apoderó de su corazón. No tuvo noción del tiempo que demoró en llegar a su misterioso destino. Sin quitarle la capucha, le ataron las manos y lo encerraron en un lugar oscuro. No le dijeron nada. Ninguna amenaza, ninguna explicación. Solo silencio. Un silencio cruel. La peor arma que los delincuentes usan para dominar psicológicamente y transformar al secuestrado en una víctima sumisa y obediente.

      Estuvo horas en esa situación. Lloró en silencio. Clamó por la misericordia divina, a pesar de no ser una persona religiosa. Pidió ayuda. Casi imploró que le permitiesen ir al baño. Nadie le hizo caso. Sus secuestradores estaban en otro cuarto. Podía escucharlos. Parecían estar celebrando el éxito de sus planes siniestros.

      Quedó dormido por el cansancio, con los pantalones mojados, atemorizado, sin saber dónde estaba. Ni siquiera imaginaba lo que querían aquellos hombres.

      Al despertar, continuaba con la capucha. Respiraba con dificultad. No veía nada. Se levantó y empezó a andar a ciegas dentro de la habitación. Percibió que estaba en un cubículo de no más de quince metros cuadrados. Tuvo la sensación