Название | Rescates emocionantes |
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Автор произведения | Lori Peckham |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877983845 |
Ivy R. Doherty
–Me voy a cazar mapaches con los perros esta tarde –le anunció Tim a su hermano Bud–. ¿Te gustaría venir conmigo?
–No puedo –respondió Bud entre bocado y bocado de pan con miel–. Le prometí a Bill y a Joe que me encontraría con ellos a las 13:30 en el arroyo para nadar. Se desilusionarían si no apareciera.
–Sí, supongo que sí –Tim terminó su almuerzo y se levantó de la mesa.
–¿A dónde vas a cazar? –preguntó Bud.
–No estoy seguro, pero estaré fuera unas dos horas. Los perros no se han divertido en mucho tiempo.
Después de despedirse de su madre, Tim partió con los perros, un Collie y dos de caza. Divisó algunas nubes negras en el horizonte mientras se dirigían hacia el norte, pero no les dio mucha importancia.
A casi dos kilómetros de la casa, el Collie comenzó a ladrar con furia, y los sabuesos estaban más alborotados todavía. “¡Arriba en esa haya! ¡Arriba en esa haya!” parecían tratar de decirle a Tim.
¡Sí, allí estaba! Justo lo que todos habían esperado encontrar: un mapache gris y sedoso que miraba con indignación el revuelo de abajo.
–Bueno, mapache –Tim se dirigió al animal–, Collie, Terry y Spoty no pueden subir para buscarte, y tú no tendrás la amabilidad de bajar, así que subiré por ti.
El mapache lo miró con asombro. Todavía no estaba dispuesto a darse por vencido. Tim trepó por el tronco del árbol, con las venas llenas de emoción. ¿Qué pensaría Bud del hecho de que él atrapara un mapache?
Dos ramas más, y estaría a la altura del mapache. Los perros ladraban frenéticamente, y el mapache estaba medio mareado observándolos alternadamente a ellos y a Tim que se iba acercando cada vez más. Una rama más, ahora, y Tim estaría allí.
Trepó los últimos metros, mientras el sudor brotaba de su rostro. ¡Lo logré!, se felicitó.
Pero no iba a ser tan fácil atrapar al mapache. Cuanto más se le acercaba Tim, el mapache avanzaba más hacia la punta de la rama. Tim sintió que la rama se dobló peligrosamente y tuvo que retroceder a una rama más baja a esperar. Los perros impedirían que el mapache bajara, así que no había peligro de que se escapara.
Mientras esperaba, Tim advirtió que las nubes se cerraban cada vez más y se volvían más amenazantes, y que estas estaban mucho más cerca de lo que las había visto la primera vez. Se sentó a silbar una tonada y a seguir el ritmo con el pie contra el tronco del árbol, que sonaba a hueco.
Entonces de repente, el mapache fue directamente a donde él quería que fuese, dándole la espalda a Tim mientras miraba hacia abajo a los perros. Como un rayo, Tim subió al árbol. Extendió la mano para alcanzar el premio, pero justo cuando su mano se apoderaba del animal, ¡crash! ¡Tim se encontraba cayendo por el interior del tronco ahuecado! Su ropa se enganchó en un pedazo de madera seca y esto redujo el impacto de su caída, pero no lo detuvo, y en un instante Tim era un prisionero en el fondo de la gran haya.
Punzadas heladas de miedo hincaban su espina dorsal. ¿Alguien lo encontraría allí alguna vez? Su casa estaba a casi dos kilómetros de distancia. Nadie podría oírlo, aunque gritara a todo pulmón. No le había dicho a nadie en qué dirección saldría. Y estaba muy oscuro allí adentro, era un lugar muy mal ventilado y espeluznante. El único rayo de luz provenía de un agujerito en el suelo.
Los perros comenzaron a gemir. Entonces Tim tuvo una idea.
–¡Ve a casa, Collie! –exclamó Tim a voz en cuello–. ¡Ve a casa, Collie!
Tim esperó, poniendo la oreja lo más pegada posible al suelo, hasta donde se lo permitía el espacio dentro del árbol. Escuchaba para saber si todavía había tres perros aullando o solo dos.
Todavía había tres que aullaban con todas las ganas. Una vez más Tim le gritó a Collie que fuera a casa y luego esperó. Esta vez solo los dos sabuesos formaban un dúo. ¡Collie se había ido! Pero ¿conseguiría ayuda?
Tim supo cuando llegó la noche, porque el punto de luz en el fondo del árbol se desvaneció y desapareció. Los perros aullaban solo a intervalos ahora. A medida que los minutos se convertían en horas, el rugido de los truenos se aproximaba cada vez más y, por algún lado, desde arriba, los salpicones de lluvia comenzaron a abrirse paso a través del oscuro hueco.
Tim comenzó a pensar en su casa. Mamá y papá, ¿estarían preocupados por él? ¡Por supuesto que sí! Y estaba en lo cierto: en ese mismo momento lo estaban buscando, orando y pidiéndole a Dios ayuda para poder encontrarlo sano y salvo. Prometieron que harían todo lo posible por él.
¿Qué estaba haciendo Bud? ¡Cómo deseaba que su hermano hubiese ido con él! Tim pensó en todas las cosas ruines que le había dicho y hecho a Bud. Recordaba cuán a menudo había desobedecido a sus padres, y prometió solemnemente que, si Dios lo sacaba de esta pesadilla terrible, ¡sería un niño más bueno!
Poco tiempo después Bud, que esperaba solo en casa mientras sus padres buscaban a Tim, oyó que alguien arañaba y ladraba en el tejido de la puerta de atrás. Se precipitó para abrirla, pero Tim no estaba allí, solo vio a Collie. Rápidamente, Bud escribió una nota para contarles a sus padres que Collie había venido a casa y que él pensaba hacer que el perro lo guiara hasta donde estuviese su hermano. Bud se puso el impermeable y las botas, y partió, guiado por Collie.
Bud nunca antes había estado afuera en una noche así. ¿Y si Tim se había caído y se había roto un brazo o una pierna? ¿Y si los rayos...? Su mente se negaba a pensar en esto al comienzo, pero finalmente tuvo que hacerlo. ¿Y si Tim estaba muerto? Bud le prometió a Dios que si Tim volvía a casa sano y salvo, sería mejor hermano.
En el árbol, Tim seguía esperando. Las piernas le dolían porque no podía ni sentarse ni acostarse, aprisionado en ese espacio siniestro.
¿Qué fue eso? Bud se detuvo en seco, y Collie se acurrucó bien a su lado. Bud paró la oreja en dirección al viento. Había escuchado un grito.
Estaban cerca de una haya, y los sabuesos se abalanzaron para lamer a Bud en todos los lugares que tenía disponibles para lamer.
–¿Dónde está Tim? ¿Dónde está Tim? –les exigía Bud, pero lo único que hicieron fue volver a lamerlo.
Se llevó las manos a la boca y gritó el nombre de Tim, y justamente al lado de él salió una respuesta apagada:
–Estoy adentro del hueco de la haya, Bud. Estoy empapado, y tengo las piernas paralizadas. Es horrible estar aquí.
–¿Te lastimaste, Tim?
–¡No, pero sácame de aquí!
Bud no tenía ninguna soga, hacha o alguna otra cosa que pudiera ayudarlo.
–Mantén la calma –gritó–. Voy a buscar a mamá y a papá.
Bud volvió corriendo a su casa y allí encontró a sus padres, porque habían regresado por un minuto para ver si Tim había vuelto. El padre y varios vecinos partieron con Collie para que los guiara nuevamente. Bud protestó diciendo que él debía ir para mostrarles el camino, pero estaba temblando de frío y empapado, y su mamá lo hizo quedar adentro. Porque había muchas hayas y el terreno era tan grande que Bud solo podría darles una vaga idea de dónde encontrar a Tim.
Collie iba adelante, pero el esfuerzo de correr de acá para allá ya comenzaba a notarse en él. Después de un corto tiempo, se tendió en el piso y no se movió de allí.
Se escuchaba un débil ladrido a la distancia. El padre agudizó su oído hacia donde provenía el viento, como había hecho Bud antes, y tuvo la certeza de haber escuchado a uno de los sabuesos. El grupo de salvamento salió a toda prisa.
–¿Estás