La memoria conmovida. Adalberto Bolaño Sandoval

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Название La memoria conmovida
Автор произведения Adalberto Bolaño Sandoval
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9789587462029



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como “lo político”) y escritura. Por ello, en el primer capítulo, por ser catorce poemarios, las preguntas son muchas y las respuestas pueden ser infinitas, razón por la cual he decidido exponer varios niveles: el primero, desde lo temático, en el que he considerado necesario explicar los conceptos teóricos en que se fundamentan el libro: memoria, identidad y paisaje, y cómo confluyen. He procurado darle realce a este capítulo, pues, como propuesta hipotética, téorica de algún modo, reconsidera en mucho estos términos y busca darles un nuevo entrelazamiento y brindar otras problematizaciones. Así, he querido, también, replantear el pensamieno de Martin Heidegger, en cuanto a la condición que propuso del concepto habitar para el ser humano como construir y pensar, dándole un vuelco más desde una concepción caribeñista, inclusive latinoamericanista, que cuestiona así las condiciones esencialistas y eurocéntricas que el filósofo alemán expresó en algunos de sus ensayos.

      Busco, en este sentido, darle otro sesgo a los constructos de memoria y paisaje. Para varios de los poetas del Caribe recordar el paisaje y transcodificarlo implica su explicitación, por lo que su obra se constituye en una aproximación hermenéutica (Erice, 2006) en una interpretación que lo ubica, a través de la memoria, en la Historia. La memoria indica que este paisaje estuvo siempre allí y faltó hacerlo visible, y, por eso, el poeta lo expresa de manera adánica, razón por la cual la memoria contribuye a darle un giro hermenéutico a la poesía: el paisaje hay que develarlo, hacerlo hablar, de manera que el poeta sea su descubridor, su Adán, a través de la memoria de su experiencia.

      En cuanto a la confluencia temática, se advierten varias identificaciones entre algunos poetas del Caribe colombiano: Candelario Obeso, Gabriel Ferrer, Jorge García Usta y José Ramón Mercado: la primera, que conjuga y redefine la conciencia y la dimensión lingüística a partir de una estética que acude al paisaje como estrategia de la memoria; la segunda, que se observa en la existencia de la casa, la familia y lo filial, elementos que hacen converger de manera atildada una geopoética, en la que el espacio (en su versión de paisaje), la memoria y la identidad dialogan de manera central, y, en palabras de Fernando Aínsa (2007), en “el modo como nos apropiamos de nuestro entorno (topos) por la palabra (logos) para hacerlo inteligible e intentar comprenderlo” (p. 1).

      Esa “poética geográfica” conlleva, además, proponer otro elemento confluyente en esos poetas del Caribe colombiano: una “identidad imaginada” o “imaginaria”, centrada en reconstruir la expresión literaria como una especie de conocimiento inacabado, manifiesto en un lenguaje cotidiano, pero que explora y revela la subjetividad reflexiva y crítica del artista. El poeta desdeña las explicaciones, las estructuras, pero adopta el símbolo y sus diferentes significados; adopta también los contextos y las vidas de la gente. Para ello, le introduce a su lírica una naturaleza narrativa, y, con ello, una identidad narrativa (Ricoeur) en la que muestra su vivir con los otros y narra desde su yo. El mundo del poeta, prefigurado, es expuesto, figurado en su obra aprehendida por el lector, quien la adopta, la adapta, la hace suya, la reconfigura. Como en el caso de Candelario Obeso y Mercado, se presenta una muestra viva de que los otros existen y solo se representan como traductores de sentimientos: me narro a través de los otros, soy, en verdad, la voz de los otros.

      Este primer capítulo culmina con una comparación entre las semejanzas y diferencias que se pueden destacar entre la poesía del Caribe en general y la de la región Caribe colombiana, las cuales contribuyeron a definir un mapa de lectura en que el que muchas veces se propusieron de manera aislada el paisaje, la identidad y la memoria, como elementos firmemente constitutivos.

      Luego de ese recorrido teórico, en el capítulo segundo se analizan varios de los poemarios de José Ramón Mercado a partir de una contextualización generacional y de cómo deviene esta poesía de los años setenta, ochenta y noventa, en parte del compromiso latinoamericanista y político del autor, a través de las diversas estrategias que como dramaturgo y narrador ha utilizado en su larga trayectoria. Entre los textos de esta época y tópicos destacados se encuentran No solo poemas (1970), El cielo que me tienes prometido (1983), Agua de alondra (1991), La noche del knock-out y otros rounds (1996) y Agua del tiempo muerto (1996), entre otros.

      Coherente con lo anterior, el capítulo número tres, titulado “Entre el simbolismo y lo popular”, permite observar un poeta que ha abordado múltiples orientaciones. Así, Mercado se asume como “poeta de las imágenes” en los poemarios Agua de alondra y Agua erótica (2005), especialmente en el primero, en el que los versos observan una tendencia simbólica, de pureza, frente a los otros poemarios; proceso llamado por el crítico Carlos J. María de reconditación, “extrañamiento”, hermetismo muy dado en poetas como Quessep, Rojas Herazo y Rómulo Bustos.

      En esta sección se da cuenta también de varios ejes en la obra de Mercado: una poesía metaliteraria y social, ya señalada anteriormente, en la que se exponen las características de la “poesía de la experiencia” latinoamericana y española, a saber, la autorreflexividad y la burla de la jerga capitalista. Además, la cultura popular, a través de la gaita, el jazz y el mestizaje colindan como preocupaciones de José Ramón Mercado; aunado a ello, Mercado adopta un retorno al camino de las hipérboles, los poemas morales y una metapoética exagerada en Poemas y canciones recurrentes que a simple vista revelan la ruina del alma de la ciudad y la pobreza de los barrios de estratos bajos (2008). Hay un retorno reflexivo y un cambio temático en Los días de la ciudad (2004), donde, a través de una crítica acerba, se muestra el artista como un poeta urbano que reflexiona sobre un entorno doloroso y contextualizado: la Cartagena de finales del siglo XX, tras la cual existe también una ciudad donde la memoria del pasado recrea la música popular.

      En el penúltimo apartado, se conjugan la poética del linaje, estética que busca mostrar cómo al poeta Mercado lo cruzan los retratos familiares de los memento mori, los momentos de vida y mortalidad que se recuerdan de manera elegíaca, especialmente en La casa entre los árboles (2006), Pájaro amargo (2013) y Vestigios del náufrago (2016). Así mismo, se realiza un análisis sobre Pájaro amargo, penúltimo poemario del autor, que, por comodidad temática y en una especie de postulación anacrónica, se ubica seguidamente de La casa entre los árboles para darle continuidad expositiva al tópico de la poética del linaje, término que propongo como constructo que guía a muchos poetas del Caribe colombiano.

      En el capítulo de cierre se observa que en Tratado de soledad (2009) discurren varias temáticas ya trabajadas con anterioridad, pero que aquí cobran mayor solidez, pues la escritura lírica se ha decantado aún más y ha dejado atrás el espíritu del “compromiso”. Allí, merced a esa profundidad lírica, se ahonda en el estudio de cinco poemas donde aflora la violencia colombiana de los últimos años; textos que se constituyen en expresión de una “memoria traumática” —concepto de Paul Ricoeur que reivindica que la poesía puede afrontarse como memoria ejemplar, memoria de los dolores del ser humano y de su liviandad en el mundo político—. Esta poesía apelativa se cubre de ira, de catarsis penetrante y ética, de denuncia y testimonio, de forma que Mercado hace una revelación en la que se escenifica una conciencia estética e histórica y una crítica de un presente lleno de padecimientos.

      A este apartado se agregan también algunas páginas de análisis acerca de su último poemario Vestigios del náufrago, publicado en el año 2016 (cuando ya este texto se encontraba en edición), para mostrar tangencialemente la valía de este texto, el cual dialoga y amplía con mayor certeza la madurez estética alcanzada por el autor.

      En cuanto a lo académico y lo canónico, se proponen líneas posibles de trabajo, no solo desde lo temático sino desde lo transdisciplinario, para comenzar a trazar una historia de la poesía regional, y, por extensión, de la poesía colombiana, pues este tipo de estudio no ha sido desarrollado de manera sistemática, con la metodología o direccionamientos necesarios,