Название | La memoria conmovida |
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Автор произведения | Adalberto Bolaño Sandoval |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789587462029 |
Ante todo, nos invita a que seamos buenos lectores y que viajemos a lo largo del tiempo para ese encuentro con el pasado y en este traigamos al presente a figuras del deporte y de la música, figuras que hicieron grande a Colombia. Ese encuentro es gracias a la poesía de Mercado, poesía que Bolaño ha leído y estudiado con pasión, y aquí retomo al Maestro Rafael Gutiérrez Girardot cuando dice que el estudio es una pasión. Es también una ventura y un riesgo, y Bolaño lo ha entendido muy bien, pues no solo sienta las bases en torno a la poesía del Caribe sino que también promueve ese fuego que arde en la conciencia del hombre costeño, como es la identidad a partir del encuentro con la palabra que lo identifica, y esto lo configura muy bien el poeta José Ramón. Es la pasión que el profesor debe despertar desde su oficio de orientador, pues este estudio de la poesía del Caribe persuade, convence y provoca el gusto por la poesía.
HERNANDO MOTATO C.
Profesor de Literatura
Universidad Industrial de Santander
Presentación
El libro que el lector sostiene en sus manos, La memoria conmovida. Caminos hacia la poesía de José Ramón Mercado, es el pretexto de Adalberto Bolaño Sandoval para dar a conocer, mostrar, encaminar —en sus palabras— la obra del poeta sucreño José Ramón Mercado (JRM), con la esperanza de que se forme “una política del gusto y una apertura de resignificación a la obra de Mercado, constituyéndose otras miradas que reconozcan a un autor que muestra nuevos sentidos, nuevas significaciones, y, con ello, se replanteen otros horizontes para la poesía del Caribe”, como indica en su texto más adelante.
Fruto de una investigación académica conducente a obtener su maestría en Literatura Hispanoamericana y del Caribe, el texto es un excelente ensayo de apreciación que recoge la tarea del crítico literario más allá de simplemente dar a conocer la obra en cuestión. Al respecto, es interesante anotar cómo Bolaño “cumple” con la desiderata señalada en su momento por W.H. Auden1, uno de los más grandes poetas y ensayistas contemporáneos, cuando al referirse a la función del crítico literario señala, entre otras, la de acercar al lector a escritores y obras que desconocía, que no había leído con la debida atención, o la de lograr una mejor comprensión de la obra o develar los procesos internos de construcción artística, en fin, de manera contundente, “arrojar luz sobre la relación entre el arte y la vida”.
Y es sobre el arte y su relación con la vida en donde Bolaño incide: el paisaje, la memoria y la identidad, como vínculos entre la vida y la poesía, para replantearle a esta última nuevos horizontes en el Caribe, lo cual se consigue con creces a lo largo de las 410 páginas del relato crítico que hace Bolaño, a partir del paisaje y la memoria en la poesía de JRM. Estos dos términos, omnipresentes en la historia de la literatura, no podían ser más poéticos, entendidos como leitmotiv “transformadores” (poyéticos). En efecto, paisaje, —procedente del francés pays (campo), que originará también país, aludiendo a ‘territorio rural’, la parte de un territorio que puede ser observada desde un determinado lugar o al espacio natural admirable por su aspecto artístico—, está tan atado a la poesía del vate costeño, como a la de cualquier poeta —desde Homero hasta Cavafis, Hölderlin, Withman, Neruda—, solo que en el autor estudiado se magnifica porque se constituye en un personaje telúrico del cual no se puede desasir una poética del Caribe, por las implicaciones que tiene el poseer un cielo ilímite, una tierra sin confines y un mar sin horizontes.
La memoria, por su parte, mutada en poesía, permite que esta última acontezca de alguna manera como un nuevo modo de existencia, como una forma de relacionarse y concebir el mundo, como una acción política e incluso como un acto de poder. No en vano, desde los griegos, y aún en nuestros tiempos, el lenguaje poético continúa basándose en la alegoría e intenta hacer visible lo conceptual como una práctica de autoconocimiento que se crea y recrea una y muchas veces a través de la memoria.
A paisaje y memoria, el autor añade la identidad, entendida inicialmente como cierto aire de familia presente en otros poetas del Caribe, compañeros de viaje, en los que se advierte cierta identificación en las temáticas: “la familia, lo filial, el espacio”. Otra clase de identidad podría ser entendida también como igualdad, semejanza, compatibilidad, en fin, su naturaleza, el ser-de-ahí, la misma impronta, el sello característico del ser Caribe, una ontología que se entiende desde el mismo poeta y su relación con la tierra (el lar). En la lectura de los poemas más representativos del autor estudiado —lo que podría extenderse a toda su obra— se evidencia entonces una idiosincrasia Caribe clara, manifiesta inicialmente en el lenguaje, luego en el paisaje y también en los personajes, que permea, en fin, todo el ethos del poema. Es lo que hace afirmar a Bolaño que, en JRM “confluyen de manera atildada una geopoética donde el espacio como paisaje y la memoria y la identidad dialogan”.
Leído el libro como una rayuela, es posible avizorar cómo el paisaje, “en tanto representación humana del espacio, salta como punto de relación, encuentro y creatividad a través de la experiencia vivida del poeta” (indica Bolaño más adelante). Es un paisaje antropomorfo, que habla, que participa, un espacio que trasciende los lindes de la geo-grafía para que sea pensado como una “memoria de la experiencia”. A simple vista, se entiende tal memoria como parte activa y constitutiva de la historia entroncada con una mnemogeografía (una geografía de la memoria, como la denomina Bolaño) lo cual nos guía, a través de la palabra, a los orígenes, al territorio del creador. Como otro ser vivo, como personaje propio, el poeta se alía con él y, ya en sus entrañas, se apropia de ese paisaje, para hablar-lo, reflexionar sobre, interpretar-lo, traducir-lo. Tal labor no puede realizarse, aislada de la memoria, por lo que recordar (de re: nuevamente, y cordis: corazón) tal paisaje para transcodificarlo, transformarlo, contrae, de hecho, una explicación (un análisis, si se quiere) que el poeta elabora de ese paisaje a través de una hermenéutica ad hoc.
Lo que aclara el crítico es que lo que permite que lo anterior ocurra se debe a que simplemente la memoria siempre estuvo allí, ya sea que se entienda como los lugares de la memoria o la memoria de los lugares, con la justificación de que el poeta estaba allí para visibilizar el paisaje, los lugares, el territorio, la tierra, el lar nativo.
El papel de la memoria adquiere así una dimensión trascendental para que se instaure un giro hermenéutico de la poesía, palpable en la obra de JRM. Se dirá que es una constante en las poéticas universales. En efecto, lo es. Pero aquí se trata de una nueva dimensión, se trata, como lo anota Bolaño, de “dar importancia a la vida real de las gentes”, “por otorgar fundamento al relato en tanto representación”, y cita allí los casos de Candelario Obeso y Jorge García Usta, como conciencia y lenguaje redefinidos con base en lo regional. En su orden, JRM nos introduce en una saga, una tradición, con la presencia de personajes históricos o familiares, lo que da origen a una “poesía de la experiencia”. Memoria y hermenéutica religados en un encuentro de historia (tiempo), espacio (paisaje, lar, cosmos) y vida (vivencia, experiencia) para mostrar la presencia de una particular poética antropológica evidente en cualquiera de sus poemarios.
Con el telón de fondo de la obra de JRM, el texto de Bolaño alude a una historia posible de la poesía regional (y, por contera, de la colombiana) para llenar vacíos en tales estudios. Con base en autores connotados —Williams, Perus, entre otros—, nuestro crítico