Название | El primer engaño |
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Автор произведения | Gerald Wheeler |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877983418 |
En cuanto a los propios muertos, lo más que podemos inferir del Antiguo Testamento es que son representados como poco más que sombras. Pero como veremos más adelante, las limitaciones fundamentales que el Antiguo Testamento les impone hacen que incluso esa opacidad sea imposible.
Ten en cuenta que incluso estas imágenes aparecen como breves alusiones en pasajes poéticos, advirtiéndonos no llevar su literalidad demasiado lejos. El mismo principio se aplica a los pasajes más extensos.
En Isaías 14:9 al 20 y Ezequiel 32, por ejemplo, los escritores representan a los muertos como si hicieran comentarios sobre el fallecido recién llegado. Los autores bíblicos probablemente están usando la tradición semítica del más allá para ridiculizar las actitudes de las culturas circundantes. Ninguno de los dos capítulos tiene como objetivo una descripción formal de la morada de los muertos. La intención parece ser la simbolización de la impotencia de los enemigos de Dios. Estas representaciones son recursos literarios que entenderían tanto israelitas como no israelitas, no exposiciones sistemáticas de doctrina. E incluso así, la vida después de la muerte que describen es bastante diferente de la comprensión popular de un infierno de fuego proyectado sobre ciertos pasajes del Nuevo Testamento o la dicha del cielo imaginada por muchos hoy.
Los escritores del Antiguo Testamento pueden haber empleado imágenes familiares y generalizadas de culturas circundantes que creían en una vida consciente posterior. Pero lo hicieron con su propio giro particular, una perspectiva que nos ayuda a comprender tanto lo que querían decir como lo que no tenían la intención de decir. Hace algunos años, Alexander Heidel comparó lo que el Antiguo Testamento dice sobre los muertos con los conceptos mesopotámicos de una vida futura.7 Encontró una serie de diferencias fundamentales que nos ayudan a interpretar las declaraciones bíblicas sobre la muerte (la religión egipcia compartía algunas características con la de la Mesopotamia). Los contrastes entre la religión bíblica y la pagana incluyen:
1 La religión mesopotámica afirmaba que los dioses crearon la muerte como una parte natural del orden de las cosas para los seres humanos. El Antiguo Testamento enseña que Dios creó a los seres humanos con la intención de hacerlos vivir para siempre. La muerte no formaba parte del plan de Dios para ellos (más adelante veremos la explicación bíblica del origen de la muerte).
2 La religión mesopotámica tenía dioses especiales que gobernaban el mundo de los muertos. El Dios de Israel gobierna tanto a los vivos como a los muertos.
3 Los mesopotámicos consideraban que tanto los vivos como los muertos dependían unos de otros. Los vivos tenían que alimentar a los muertos, y los muertos a su vez podían ayudar o dañar a los vivos, porque sabían lo que estaba sucediendo en el mundo de arriba. El Antiguo Testamento claramente enfatiza que los muertos no saben nada de lo que les sucede a los vivos (discutiremos esto un poco más tarde).8
4 La religión mesopotámica no mencionaba nada sobre el concepto de resurrección del cuerpo. Mientras que un dios (como Baal) podría escapar del inframundo, ningún ser humano lo hizo. Sin embargo, en los libros de Daniel e Isaías se presentan los primeros indicios importantes de la doctrina de la resurrección (el tema de la resurrección se examinará más adelante).
“Estas diferencias –concluye Heidel–, establecen que la escatología de los mesopotámicos y la de los hebreos están tan alejadas como lo está el Este del Oeste”.9
Además de estas diferencias, el Antiguo Testamento impone limitaciones estrictas a los muertos. Estos límites, a todos los efectos prácticos, nos hacen imposible interpretar las imágenes que usan los escritores del Antiguo Testamento como algo más que vehículos literarios para presentar un punto o enseñanza del autor. No describen la realidad, excepto en el sentido más general de la lección que intentan transmitir. Cualquiera que sea el destino de los muertos, de acuerdo con las Escrituras, no puede violar los siguientes criterios:
1 Los muertos no recuerdan nada de su vida humana (Sal. 6:5; 88:12).
2 Los muertos no tienen pensamientos (Ecl. 9:10; Sal. 146:4).
3 Los muertos no hablan (Sal. 31:17; 94:17) ni tampoco alaban a Dios (Sal. 6:5; 30:9).
4 Los muertos no saben nada de lo que sucede en el mundo de los vivos (Job 14:21; Ecl. 9:10).10
5 Los muertos ya no pueden trabajar (Ecl. 9:10).
6 Los muertos ya no pueden participar en la vida humana ni influir en lo que ocurre entre los vivos (Ecl. 9:6).
7 Los seres humanos y los animales perecen de la misma manera (Ecl. 3:19-21).11
Joel B. Green lo resume sucintamente: “Para las Escrituras de Israel, la muerte nunca se trata simplemente de un cese biológico. Aunque los libros del Antiguo Testamento proporcionan alguna variación en sus perspectivas sobre la muerte, podemos hablar de algunos denominadores comunes. Esto incluiría al menos tres afirmaciones: primero, la existencia humana está marcada por la finitud; segundo, la muerte es absoluta; y tercero, la muerte es considerada como la esfera dentro de la que se pierde la comunión con Jehová”.12
Si los muertos no piensan, no hablan, no recuerdan y no saben nada, entonces no pueden tener ninguna forma de conciencia que podamos comprender. Por lo tanto, ¿Cómo podemos decir que ya no tienen una forma significativa de existencia?
Ten en cuenta que muchos de los textos citados provienen del libro de Eclesiastés, que tiene un enfoque bastante pesimista. Algunos intentan minimizar las declaraciones del libro sobre la naturaleza de la muerte al manifestar que los pasajes son solo quejas de un individuo quizás deprimido. Eclesiastés es sombrío a veces, mientras su autor lucha con preguntas profundas y complejas. Pero si los muertos no están realmente inconscientes y desconocen la vida en la Tierra (Ecl. 9:5, 6), si los justos y los malvados no comparten el mismo destino al morir (Ecl. 6:6; 9:2), y si los seres humanos y los animales no tienen la misma condición al morir (Ecl. 3:19-21), las comparaciones del Predicador (como se llama a sí mismo; Ecle. 1:1) no tienen sentido y sus argumentos colapsan. Sin embargo, el autor está presentando una realidad y verdad fundamental. De lo contrario, ¿por qué está Eclesiastés en la Biblia?
Otros podrían argumentar que la literalidad de los textos poéticos y sapienciales no debe ser llevada demasiado lejos. Si bien eso es cierto, nuevamente, el mensaje del salmista no tendría sentido si no hubiera ninguna verdad en sus comparaciones y figuras retóricas. Debemos tomar en serio lo que la Biblia menciona acerca de las limitaciones que poseen los muertos.
A diferencia de las elaboradas representaciones del inframundo que se encuentran en las pinturas y los rollos de tumbas egipcias y en los documentos mesopotámicos, la Biblia casi no tiene nada que decir sobre el sheol.13 Este hecho debería advertirnos contra el uso de sus pocas alusiones a los muertos para construir una doctrina detallada de la vida futura. Los escritores de la Biblia parecen estar más interesados en lo que no son los muertos que en cuál podría ser su existencia. Aún más importante, se centran en lo que deben hacer los vivos para relacionarse con Dios antes de morir.
Muchos eruditos, a pesar de que pueden creer personalmente en una vida futura consciente, tienen cuidado de dejar en claro que el Antiguo Testamento no enseña la comprensión cristiana popular de a dónde van las personas después de su muerte. Recuerdo que el notable sacerdote y erudito católico Roland Murphy, antes de una presentación sobre la literatura sapiencial (Proverbios, Eclesiastés, Job y libros similares) de la Biblia, enfatizó que, si bien uno podría mantener los puntos de vista cristianos tradicionales sobre el más allá, también debe reconocer que el Antiguo Testamento simplemente no los enseñó.
Otros se sienten incómodos con las restricciones que el Antiguo Testamento impone sobre los muertos. Como ejemplo, Robert A. Morey se quejó de la “dependencia indebida de los textos del Antiguo