El primer engaño. Gerald Wheeler

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Название El primer engaño
Автор произведения Gerald Wheeler
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789877983418



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ardilla, después de observarlo durante unos minutos, se acercó ligeramente a Jim, ladeando la cabeza hacia un lado, como si lo estuviera estudiando. Luego, volvió a parlotear y salió disparada.

      Jim suspiró. Si no hubiese sido por Paul, hubiera sido aún peor. Paul no era un gran conversador. Simplemente tocaba el brazo de Jim o le daba palmaditas en el hombro. Lo mejor de todo era que se sentaba en silencio con él todo el tiempo que Jim quisiera. Algunas veces, su amigo le pasaba un texto bíblico en silencio. Aparentemente, percibió el terrible temor de Jim de que Nan estuviera observando de alguna manera desde el cielo, o desde donde sea que ella hubiera ido, mientras su familia se hacía añicos e incluso se volvía contra sí misma.

      Jim sacó un trozo de papel del bolsillo, lo desdobló, lo extendió sobre su rodilla y comenzó a leer. Le había llevado un tiempo comprender las implicaciones de lo que su amigo había compartido con él. Pero pensó que por fin estaba comenzando a entender.

      “Señor y Dios mío, mírame y respóndeme; ilumina mis ojos. Así no caeré en el sueño de la muerte” (Sal. 13:3, NVI).

      ¿Qué significa que la muerte es como un sueño? “Los que están vivos al menos saben que un día van a morir, pero los muertos no saben nada. [...] Lo que hayan hecho en su vida –amar, odiar, envidiar– pasó ya hace mucho. Ya no son parte de nada en este mundo” (Ecl. 9:5, 6).

      “Vuelve, oh Señor, y rescátame; por tu amor inagotable, sálvame. Pues los muertos no se acuerdan de ti; ¿quién puede alabarte desde la tumba?” (Sal. 6:4, 5).

      “Tú siempre puedes más que ellos, y desaparecen de la escena. Los desfiguras cuando mueren y los despides. Ellos nunca saben si sus hijos crecen con honor o si se hunden en el olvido” (Job 14:20, 21).

      “Los muertos no pueden cantar alabanzas al Señor porque han entrado en el silencio de la tumba” (Sal. 115:17).

       ¿Los muertos ya no son conscientes de lo que les sucede a los vivos? ¿Es eso lo que la Biblia está tratando de decirnos? ¿Que –de hecho– no saben nada?

      Jim pensó durante mucho tiempo. Sí, finalmente decidió que Nan estaba dormida. No vería lo que le estaba sucediendo a su familia, no tendría que angustiarse por su dolor, y el dolor aún mayor para ella de no poder ayudar, consolar, hacer lo correcto como siempre lo había hecho. Entonces un pensamiento aterrador sobresaltó a Jim. Pero ¿es eso todo lo que hay: un sueño interminable? ¿Es la muerte el fin de todo lo que hemos sido el uno para el otro?

      Volvió a mirar el papel, buscando consuelo en sus palabras, las palabras que había leído una y otra vez desde que Paul se lo había pasado.

      “Y ahora, amados hermanos, queremos que sepan lo que sucederá con los creyentes que han muerto, para que no se entristezcan como los que no tienen esperanza. Pues, ya que creemos que Jesús murió y resucitó, también creemos que cuando Jesús vuelva, Dios traerá junto con él a los creyentes que hayan muerto.

      “Les decimos lo siguiente de parte del Señor: nosotros, los que todavía estemos vivos cuando el Señor regrese, no nos encontraremos con él antes de los que ya hayan muerto. Pues el Señor mismo descenderá del cielo con un grito de mando, con voz de arcángel y con el llamado de trompeta de Dios. Primero, los creyentes que hayan muerto se levantarán de sus tumbas. Luego, junto con ellos, nosotros, los que aún sigamos vivos sobre la tierra, seremos arrebatados en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire. Entonces estaremos con el Señor para siempre” (1 Tes. 4:13-17).

      Las sombras se movían lentamente debajo de los árboles. Finalmente, Jim se levantó y se pasó la mano por los ojos.

      Duerme, mi amada, hasta que escuches el llamado a despertarte de parte de Dios. Tengo muchas preguntas sobre esta muerte en la que descansas, pero sé que volveré a verte.

      Volvió a meterse la hoja de papel en el bolsillo y se dirigió a su automóvil. Todavía se preguntaba por muchas cosas. La muerte era un tema aterrador y misterioso. Pero seguramente a tiempo encontraría suficientes respuestas para darle sentido a todo.

      El pájaro invisible comenzó a cantar de nuevo.

      1 Las referencias bíblicas usadas en el libro corresponden a la Nueva Traducción Viviente (NTV), a menos que se indique otra versión.

      Capítulo 2

      El misterio del sueño

      Cuando su auto tomó la curva cerrada, Greg Johnson no vio el parche de hielo. Vertiginosamente, su vehículo se deslizó lateralmente fuera del pavimento, luego se enderezó violentamente, saltó por un empinado terraplén y se dirigió hacia un enorme roble. La parte delantera del automóvil se estrelló contra el tronco del árbol, deteniendo bruscamente su caída. El último sonido que Greg escuchó fue el de metal arrugándose. Ese terrible impulso hizo que su pecho golpeara contra el volante. El auto viejo no tenía airbag. El golpe laceró la aorta de Greg, quien comenzó a desangrarse internamente.

      Minutos después, la presión sanguínea de Greg comenzó a bajar. Intentando compensar el flujo sanguíneo reducido, su corazón comenzó a acelerarse. Pronto, la presión y la cantidad de sangre que llegaba al cerebro de Greg bajó demasiado y él cayó en la inconsciencia. El cerebro humano debe recibir constantemente grandes cantidades de oxígeno y azúcar a través de la sangre para seguir funcionando. No tiene reservas.

      Como un rascacielos que corta la luz y la calefacción en cada piso para conservar energía durante una emergencia, el cerebro de Greg se fue apagando nivel tras nivel. Primero falló la corteza cerebral. El tronco encefálico y la médula aguantaron un poco más, manteniendo la respiración, pero esta era cada vez más irregular. Finalmente, el corazón casi vacío se detuvo, fibrilando durante unos minutos antes de dejar de funcionar.

      Greg no sintió mucho. Durante un corto tiempo, inmediatamente después del impacto, su cerebro bombeó endorfinas: analgésicos naturales. Luego, cuando entró en coma, ya no importaba. A medida que el nivel de oxígeno se desplomaba en el cerebro, sus células se llenaban de toxinas y comenzaron a morir. Toda una vida de recuerdos y habilidades se desvaneció. Su pérdida fue irreversible. Su cerebro estuvo muerto en quince o treinta minutos, y otros órganos pronto comenzaron a fallar y desintegrarse. El sistema nervioso central colapsó más rápido, mientras que el tejido conectivo de las estructuras musculares y fibrosas tardó más. Las células hepáticas continuarían funcionando durante horas.

      Poco a poco, la cara de Greg adquirió una palidez grisácea. Sus ojos, al principio vidriosos y ciegos, en cuatro o cinco minutos perdieron su brillo y se volvieron opacos cuando las pupilas se dilataron. Pronto los globos oculares se aplanarían.

      Se había desvanecido en ese reino desconocido y aterrador conocido como la muerte.

      La vida y la muerte nos confrontan con innumerables misterios. Plantean preguntas con las que la humanidad ha luchado durante miles de años. La religión, la filosofía y la ciencia han ofrecido algunas respuestas. En este libro, veremos lo que dice la Biblia sobre la muerte y lo que sucede después, así como lo que la ciencia revela sobre la naturaleza y el funcionamiento del cerebro y el cuerpo humano.

      El misterio de la muerte

      La controversia de los últimos años sobre el aborto ha planteado la cuestión de cuándo comienza la vida humana. ¿En la