El primer engaño. Gerald Wheeler

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Название El primer engaño
Автор произведения Gerald Wheeler
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789877983418



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cuándo termina la vida y comienza la muerte. Los médicos solían declarar a alguien muerto cuando no podían detectar el pulso o los latidos del corazón. Ahora, la ciencia médica monitorea las ondas cerebrales. Los sistemas de soporte vital pueden mantener funcionando el corazón y la circulación, pero si la actividad eléctrica del cerebro se ha detenido, la ciencia médica considera que los pacientes han sufrido muerte cerebral. Pero incluso ese criterio puede no ser confiable. Las sobredosis de ciertas drogas adictivas pueden suprimir tanto la actividad cerebral, que esta parece haber cesado por completo. Sin embargo, estas personas pueden salir inesperadamente de los profundos comas inducidos por las drogas.

      Otros expertos han sugerido que deberíamos considerar que una persona ha muerto cuando tiene una pérdida irreversible de memoria o cuando ya no puede acceder a ella, perdiendo así su personalidad. El problema es complejo y puede que nunca se resuelva.

      El misterio de la vida

      Quizás en nuestro intento de comprender la naturaleza de la muerte, primero debemos considerar algo igualmente complejo y misterioso: ¿qué es la vida? En su nivel más básico, podríamos definir la vida como una complejidad creciente y sostenida. Un organismo vivo, ya sea un árbol de secuoya imponente, un elefante que brama por las sabanas de África o un ser humano, pasa la primera parte de su existencia en una etapa de crecimiento. Las células se dividen y se multiplican, formando tejidos, órganos y sistemas corporales cada vez más complejos, bajo la dirección del ADN ubicado en cada célula. Este ADN contiene información increíblemente detallada que le dice a un ser vivo cómo convertirse en lo que debe ser y luego mantenerse así.

      Un ser vivo es siempre un sistema increíblemente organizado. Incluso las células individuales están intrincadamente estructuradas. Para la mayoría de los seres vivos, esa organización aumenta de manera constante, hasta que la planta o el animal alcanza su forma madura y luego se estabiliza. Pero entre los seres humanos, el impulso por una mayor complejidad puede continuar en el cerebro hasta la muerte. El cerebro humano siempre está organizando y almacenando recuerdos y otras formas de datos en la maraña de las sinapsis que conectan las innumerables células que componen su materia. Por lo tanto, ya sea vegetal o animal, la vida es un proceso de actividad y organización cuidadosamente mantenidas.

      Pero a medida que los seres vivos envejecen y mueren, esa organización se interrumpe. El ADN ya no se replica perfectamente; arrastra errores. Los extremos de las cadenas de ADN que forman los cromosomas de cada célula comienzan a deshilacharse. Es como si el manual de instrucciones del cuerpo perdiera algunas páginas aquí y allá, y las células ya no pudieran hacer copias de seguridad completas. Curiosamente, cuando los científicos clonan una oveja o algún otro ser vivo, el nuevo organismo envejece mucho más rápidamente, porque su ADN comienza en la etapa de madurez de la criatura clonada.

      Las células mismas pueden dividirse solo cincuenta veces, un número conocido como “el límite de Hayflick”. Entonces dejan de dividirse. A medida que pasa el tiempo, los tejidos y los órganos completos ya no funcionan tan eficientemente como antes. La estructura de la piel se rompe y forma arrugas o pliegues. Los vasos sanguíneos se obstruyen y el sistema inmunitario se debilita. Los pulmones captan cada vez menos oxígeno y disminuyen los niveles hormonales. El cerebro puede deteriorarse y caer en la demencia. El nivel de organización de los seres vivos entonces disminuye.

      Cuando una planta o un animal muere, ese colapso en la organización se acelera. Incluso las estructuras microscópicas de las células explotan y extienden su contenido por toda la célula. La compleja organización que alguna vez fue un ser vivo se disuelve literalmente en un líquido nocivo.

      Por mucho que la ciencia las haya estudiado, tanto la muerte como la vida siguen siendo un misterio. ¿Dónde está el límite exacto entre la vida y la muerte física? La línea es difícil de trazar. Pero, tarde o temprano, la muerte siempre gana.

      ¿Es la muerte el fin de cada personalidad humana? Algunos piensan que sí, pero otros no pueden aceptar una conclusión tan aterradora. Seguramente la vida debe tener más importancia que esta breve existencia. La mayoría no puede imaginar que realmente dejaremos de existir al morir. Algo debe continuar.

      Pero la mayoría de los lectores de este libro rechazarían instantáneamente este concepto. La convicción de que la personalidad humana es demasiado preciosa como para aceptar que se desvanece para siempre al morir es extremadamente poderosa y convincente para ignorarla sin más. ¿Existe alguna base para creer en este concepto?

      Veamos primero lo que la Biblia tiene para decir.

      La muerte en las Escrituras

      Como cualquier lector de las Escrituras pronto se da cuenta, la Biblia rara vez presenta algo de manera sistemática. Narra historias, deja que los salmistas expresen sus sentimientos y provee sermones proféticos y cartas de asesoramiento pastoral. Leer estas cartas a veces es como escuchar solo un extremo de una conversación telefónica. A menudo, tienes que leer entre líneas para reconstruir los antecedentes del tema en discusión.

      Ni el Antiguo Testamento ni el Nuevo Testamento describen sistemáticamente cómo es la condición humana en la muerte. Debes reconstruir la creencia bíblica sobre la muerte a partir de alusiones dispersas. Pero, aunque algunas de las declaraciones pueden ser desconcertantes, notamos ciertas posiciones o conceptos generales. Por ejemplo, la Biblia establece limitaciones definidas sobre hasta dónde podemos llevar las metáforas que utiliza para hablar sobre la muerte.

      La muerte en el Antiguo Testamento

      1 Oscuro (Job 10:21; 17:13; 18:18; Sal. 88:12; 143:3; Lam. 3: 6).

      2 Polvoriento y seco (Job 17:16; 21:26; Sal. 7:5).5

      3 Silencioso (Sal. 31:17, 18; 94:17; 115:17; Isa. 47:5).