Название | Pacomio y sus discípulos |
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Автор произведения | San Pacomio |
Жанр | Философия |
Серия | |
Издательство | Философия |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789874792327 |
11. Hijo mío, obedéceme, no seas negligente, no concedas el sueño a tus ojos, ni reposo a tus párpados, para que puedas escapar de las trampas como una gacela (Pr 6,4-5). Hijo mío, muchas veces, desde mi juventud, cuando estaba en el desierto91, todos los espíritus me han molestado, me afligían a tal punto que mi corazón se deprimía, al extremo de pensar que no podía resistir las amenazas del dragón. Me atormentaba de todas las formas. Si yo progresaba, excitaba contra mí a (sus espíritus) que me hacían la guerra; si me retiraba, me afligía con su insolencia; muchas veces mi corazón se turbó, iba de un lado a otro y no encontraba quietud. Si, en cambio, huía cerca de Dios derramando lágrimas con humildad, con ayunos y noches de vigilias, entonces el adversario y todos sus espíritus quedaban impotentes frente a mí, el ardor divino venía a mí y de repente reconocía el auxilio de Dios, porque en su clemencia da a conocer a los hijos de los hombres su fuerza y su bondad.
12. Hijo mío, no condenes a ningún hombre, si ves que alguno es alabado, no digas: “Ése ya ha recibido su recompensa”92. Cuídate de este pensamiento pues es muy malvado. Dios no ama a quien se alaba a sí mismo y odia a su hermano93. A quien se dice a sí mismo: “Yo soy”, cuando no es nadie, se engaña a sí mismo (Ga 6,3). ¿Quién podrá ayudarlo si es orgulloso, si se presenta del mismo modo en que se presenta Dios diciendo: Nadie es como yo (Ex 9,14)? Oirá en seguida su propio reproche: Descenderás a los infiernos, serás arrojado con los muertos, debajo tuyo estará la podredumbre, te cubrirán los gusanos (cf. Is 14,11. 15. 19). En cuanto al hombre que ha adquirido la humildad, se juzga solo a sí mismo, diciendo: “Mis pecados sobrepasan los de los demás”, no juzga a nadie, no condena a nadie. ¿Quién eres tú para juzgar a un siervo que no es tuyo? Al que está caído, en efecto, su Señor tiene el poder de hacerlo levantar (Rm 14,4)94. Vigila sobre ti mismo, hijo mío, no condenes a ningún hombre, valora todas las virtudes y custódialas.
13. Si eres extranjero, permanece aparte, no busques refugio cerca de alguien y no te mezcles en sus asuntos. Si eres pobre, no te desanimes por ninguna cosa, para que no te sea dirigido el reproche: La pobreza es mala en la boca del impío (Si 13,24 [30]) ni debas oír que se te dice: Si padecen hambre se entristecerán y maldecirán al jefe y a los ancianos (Is 8,21). Cuida para que no se te haga la guerra porque te falta cualquier cosa respecto de las necesidades del cuerpo, con motivo de la comida. No te desanimes, sé paciente. Ciertamente Dios obra en lo secreto95. Piensa en Habacuc en Judea y Daniel en Caldea. La distancia que los separaba era de cuarenta y cinco estadios96; y además Daniel, entregado como alimento a las fieras, estaba en lo hondo de la fosa, y con todo (el profeta) le proveyó la comida97. Piensa en Elías en el desierto98 y en la viuda de Sarepta; ella estaba oprimida por el flagelo de la carestía y el tormento del hambre, y en tal indigencia no fue pusilánime, sino que luchó, venció y obtuvo lo que Dios le había prometido; su casa disfrutó de abundancia en tiempo de carestía99. No es ciertamente prodigalidad dar pan en tiempo de abundancia y no es pobreza estar desalentado en la indigencia. Está escrito, en efecto, sobre los santos: Estaban necesitados, atribulados y afligidos (Hb 11,37)100, pero se gloriaban en sus tribulaciones101. Si eres perseverante en la lucha según las Escrituras, no sufrirás ninguna esclavitud, como está escrito: Que nadie los engañe en cuestión de comida y de bebida o respecto de las fiestas, novilunios o sábados. Estas cosas son las sombras de aquellas futuras (Col 2,16-17).
14. Medita102 en todo momento las palabras de Dios, persevera en la fatiga, da gracia en todas las cosas103, huye de las alabanzas de los hombres, ama a quien te corrige en el temor de Dios. Que todos te sean de provecho, para que tú seas de provecho a todos. Persevera en tu obra y en palabras de bondad. No des un paso adelante y otro atrás, a fin de que Dios no deje de amarte. La corona, en efecto, será para quien haya perseverado104. Obedece siempre más a Dios, y él te salvará.
15. Cuando te encuentres en medio de tus hermanos no provoques las bromas. Sadrac, Mesac y Abed-Negó rechazaron las diversiones de Nabucodonosor; por eso éste no pudo convencerlos con las melodías de sus instrumentos, ni engañarlos con las comidas de su mesa. Y así ellos sofocaron aquella llama que se elevaba a una altura de cuarenta y nueve codos105; no fueron disolutos con quien era disoluto, sino que fueron rectos con quien era recto106, es decir con Dios. Por eso Dios los constituyó señores de sus enemigos. También Daniel, por su parte, no obedeció al malvado pensamiento de los Caldeos, por esto se convirtió en un gran elegido y fue hallado vigilante y sabio107, y cerró las fauces de los leones salvajes (Hb 11,33).
16. Ahora hijo mío, si pones a Dios como tu esperanza, Él será tu auxilio en la hora de la angustia108; Quien se acerca a Dios debe creer que Él existe y que recompensa a aquellos que lo buscan (Hb 11,6). Estas palabras han sido escritas para nosotros, para que creamos en Dios, para que jóvenes y ancianos, luchemos con ayunos, oraciones y otras obras religiosas. Ni siquiera la saliva que se seca en tu boca durante el ayuno la olvidará Dios, sino que encontrarás todo esto en la hora de la angustia. Solo humíllate en todo, contrólate en el hablar, incluso si has comprendido todas las cosas; no te acostumbres a insultar, sino soporta con alegría toda prueba. Si conocieras el honor que resulta de las pruebas no rezarías para ser librado, porque es bueno para ti orar, llorar, suspirar, hasta ser salvado, antes que relajar tu corazón y caer prisionero. ¡Oh hombre!, ¿qué haces en Babilonia? Has envejecido en tierra extranjera (Ba 3,10)109, porque no te has sometido a la prueba y no obras con rectitud delante de Dios. Por esto, hermano, no relajes tu corazón.
17. Tal vez, eres un poco negligente, pero tus enemigos no acostumbran a dormir, ni son negligentes en tenderte trampas110 noche y día. Por eso no busques cosas grandes para no ser humillado y alegrar así a tus enemigos111. Busca la humildad, porque quien se ensalza será humillado y quien se humilla será ensalzado (Mt 23,12; Lc 18,14). Y si no estás en condiciones de bastarte a ti mismo, únete a otro que trabaje según el evangelio de Cristo y avanzarás con él. Escucha o bien sométete a quien escucha; sé fuerte, para ser llamado Elías, o bien obedece a quienes son fuertes, a fin de ser llamado Eliseo, quien por haber obedecido a Elías recibió doble parte de su espíritu112.
18. Si quieres vivir en medio de los hombres, imita a Abraham, Lot, Moisés y Samuel. Si deseas vivir en el desierto, he aquí todos los profetas que te han precedido113. Imita a aquellos que vagaron por el desierto, por los valles y las cavernas de la tierra (Hb 11,38. 37), pobres, atribulados y afligidos. Está escrito también: La sombra de quien está sediento y el Espíritu de los hombres que han soportado la violencia te bendecirán (Is 25,4)114. Además, el ladrón sobre la cruz profirió una palabra, el Señor perdonó sus pecados y lo recibió en el paraíso115. Entonces, ¡qué gran honor recibirás si eres paciente en la prueba, o ante el espíritu de fornicación, o ante el espíritu de orgullo, o bien frente a cualquier otra pasión! Tú luchas contra las pasiones diabólicas, no para seguirlas, y Jesús te dará lo que te ha prometido. Cuídate de la negligencia, porque ella es la madre de todos los vicios.
19. Hijo mío, huye de la concupiscencia116, porque entenebrece la mente y no permite conocer el misterio de Dios117; te hace extraño al lenguaje del espíritu; te impide llevar la cruz de Cristo118, y no deja que tu corazón esté sobrio para alabar a Dios. Cuídate de los apetitos del vientre119, que te hacen ajeno a los bienes del paraíso. Cuídate de la impureza, ella provoca la ira de Dios y de sus ángeles.
20. Hijo mío, vuélvete hacia Dios120 y ámalo; huye del enemigo, y ódialo. Así, las bendiciones de Dios descenderán sobre ti, y podrás heredar la bendición de Judá, hijo de Jacob. Está escrito, en efecto: Judá, tus hermanos te bendecirán, tus manos estarán sobre la espalda de tus enemigos, y los hijos de tu padre te servirán (Gn 49,8). Cuídate del orgullo, porque es el principio de todo mal121. El comienzo del orgullo es alejarse de