Pacomio y sus discípulos. San Pacomio

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Название Pacomio y sus discípulos
Автор произведения San Pacomio
Жанр Философия
Серия
Издательство Философия
Год выпуска 0
isbn 9789874792327



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Mi 7,1-2)257.

      49. Queridísimos míos, luchen porque el tiempo está cerca y los días se han acortado258. Ya no hay un padre que enseñe a sus hijos, no hay un hijo que obedezca a su padre259, han desaparecido las vírgenes rectas260; los santos padres han muerto doquiera. Han desaparecido madres y viudas. Hemos llegado a ser como huérfanos261; se pisa a los humildes y se golpea la cabeza de los pobres262. Por esto, todavía un poco y vendrá la ira de Dios263, y estaremos en la aflicción sin que haya nadie para consolarnos264. Todo esto nos ha sucedido porque no hemos querido mortificarnos.

      50. Queridos míos, luchemos para recibir la corona que ha sido preparada265. El trono está listo266, la puerta del reino está abierta267; al vencedor le daré el maná escondido268. Si luchamos y vencemos las pasiones, reinaremos para siempre, pero si somos vencidos tendremos remordimientos y lloraremos con lágrimas amargas. Combatámonos a nosotros mismos mientras esté a nuestro alcance la penitencia. Revistámonos con la mortificación y así nos renovaremos en la pureza269. Amemos a los hombres y seremos amigos de Jesús, amigo de los hombres.

      51. Si hemos prometido a Dios la vida monástica, <hagamos las obras de la vida monástica que son: ayuno, pureza, silencio, humildad, ocultamiento>270, caridad, virginidad, pero no sólo del cuerpo, sino aquella virginidad que es (escudo) contra todo pecado. En el evangelio, en efecto, algunas vírgenes fueron rechazadas a causa de su pereza; aquellas, en cambio, que vigilaban valerosamente entraron en la sala de bodas271. ¡Qué cada uno de nosotros pueda entrar en ese lugar para siempre272!

      52. El amor al dinero: por su causa somos combatidos. Si quieres amasar riquezas, que son la carnada para el anzuelo del pescador, sobre todo mediante la avaricia o con el comercio, o bien con la violencia o con el engaño, o con un trabajo excesivo, al extremo de no tener tiempo para servir a Dios, o por cualquier otro medio; si has deseado amasar oro y plata, recuerda aquello que se dice en el evangelio: ¡Insensato! Esta noche te será quitada la vida y aquello que has amontonado, ¿para quien será? (Lc 12,20). Y también: Amontona tesoros, sin saber para quién los amontona (Sal 38 [39],7)273.

      53. Lucha, querido mío, combate contra las pasiones y di: “Haré como Abrahám, levantaré mis manos hacia el Dios Altísimo, que ha creado el cielo y la tierra (para atestiguar) que no tomaré nada de lo que es tuyo, ni un hilo, ni la correa de una sandalia (Gn 14,22-23)”274; son bienes esenciales para un humilde extranjero. Y (di también) El Señor ama al prosélito, para proveerlo de pan y vestido (Dt 10,18). Igualmente, a propósito de la pereza, por causa de la cual se nos combate: Acumula riquezas en vistas a la limosna y para los necesitados (Si 18,25). Recuerda que está escrito: Serán maldecidos tus graneros y todo lo que ellos contengan (Dt 28,17). A propósito del oro y de la plata, Santiago ha dicho: Su herrumbre se levantará en testimonio contra ustedes; la herrumbre devorará su carne como el fuego (St 5,3), y: Es superior el hombre justo que no tiene ídolos (Ba 6,72), y ve su ignominia. Purifícate de la maldición, antes que el Señor te llame. Has puesto tu esperanza en Dios, porque está escrito: Que sus corazones sean puros y perfectos delante de Dios (1 R 8,61).

      54. Querido mío, te saludo en el Señor. En verdad has puesto en Dios tu auxilio275, él te ama, has caminado con todo el corazón según los mandamientos de Dios276. ¡Qué Dios te bendiga, que tus fuentes se vuelvan ríos y tus ríos un mar277! Verdaderamente eres carro y auriga de la templanza278. La lámpara de Dios arde delante de ti, que reflejas la luz secreta del Espíritu y dispones tus palabras con juicio. Que Dios te conceda la gracia de la fuerza atlética de los santos, que no se encuentren ídolos en tu ciudad279. Que puedas poner tu pie sobre el cuello del príncipe de las tinieblas280, ver al generalísimo del ejército del Señor a tu derecha281, sumergir al faraón y sus ejércitos282 y hacer atravesar a tu pueblo el mar salado283, es decir esta vida. ¡Así sea!

      55. ¡Te ruego aún no dar reposo a tu corazón! Esta es la alegría de los demonios: hacer que el hombre conceda reposo a su corazón y arrastrarlo a la red antes que lo advierta284. No seas negligente en aprender el temor del Señor, crece como las jóvenes plantas y agradarás a Dios, como un joven búfalo que levanta en alto sus cuernos y sus pezuñas285. Sé un hombre fuerte en obras y palabras286; no reces como los hipócritas287, para que tu suerte no sea como la de ellos288. No pierdas ni siquiera un día de tu existencia, conoce qué cosa le das a Dios cada día. Vive solo, como un general prudente. Discierne tu pensamiento, sea que vivas en la soledad, sea en medio de otros. Cada día, en suma, júzgate a tí mismo. Es mejor, en efecto, vivir en medio de un millar de hombres con toda humildad, que solo, en una guarida de hiena, con orgullo289. De Lot, que vivía en medio de Sodoma se atestigua que era un excelente hombre de fe290. Hemos escuchado, en cambio, respecto a Caín, con el cual no había sobre la tierra sino tres seres humanos, que fue un malvado291.

      56. Ahora se te propone la lucha292. Examina lo que te ocurre cada día293, para saber si estás en el número de los nuestros o en el de aquellos que nos combaten. Solamente a ti los demonios acostumbran a presentarse por tu derecha, a los demás hombres se les aparecen por la izquierda294. También yo, en verdad, fui asaltado por la derecha; me llevaron al diablo atado como un asno salvaje, pero el Señor me socorrió295; yo no confié en ellos y no les entregué mi corazón. Muchas veces fui tentado por insidias diabólicas a mi derecha, y (el diablo) se puso a caminar delante mío. Se atrevió incluso a tentar al Señor, pero Él lo hizo desaparecer junto con sus engaños296.

      57. Hijo mío, revístete de humildad297, toma como consejeros tuyos a Cristo y a su Padre bueno; sé amigo de un hombre de Dios, que tenga la ley de Dios en su corazón298, sé como un pobre que lleva su cruz y ama las lágrimas. Permanece de duelo también tú, con un sudario en la cabeza. Que tu celda sea para ti una tumba, hasta que Dios te resucite y te dé la corona de la victoria299.

      58. Si alguna vez llegas a litigar con un hermano que te ha hecho sufrir con una palabra suya, o si tu corazón hiere a un hermano diciéndole: “No mereces esto”, o bien si el enemigo te insinúa contra alguien: “No merece esas alabanzas”, si recibes la sugestión o el pensamiento del diablo; si crece la hostilidad de tu pensamiento; si estas en disputa con tu hermano, sabiendo que no hay bálsamo en Galaad, ni médico en la vecindad (Jr 8,22), refúgiate en seguida en la soledad con la conciencia en Dios, llora a solas con Cristo y el Espíritu de Jesús le hablará a tu entendimiento y te convencerá de la plenitud del mandamiento. ¿Por qué debes luchar solo, igual que una fiera salvaje, como si este veneno estuviese dentro de ti?

      59. Piensa que tú también has caído a menudo. ¿No has escuchado decir a Cristo: Perdona a tu hermano setenta veces siete (Mt 18,22)300? ¿No has derramado lágrimas muchas veces suplicando: Perdóname mis innumerables pecados (Sal 24 [25],18)301? Si tú exiges lo poco que tu hermano te debe302, en seguida el Espíritu de Dios pone delante tuyo el juicio y el temor de los castigos303. Recuerda que los santos fueron considerados dignos de ser ultrajados304. Recuerda que Cristo fue abofeteado, insultado y crucificado por tu causa305; y Él colmará inmediatamente tu corazón con la misericordia y el temor; entonces te postrarás en tierra llorando, y diciendo: “Perdóname, Señor, porque he hecho sufrir a tu imagen”. Inmediatamente te levantarás con el consuelo del arrepentimiento y te arrojarás a los pies de tu hermano con el corazón abierto, con el rostro radiante, la sonrisa sobre los labios, irradiando paz y, sonriendo, le pedirás a tu hermano: “Perdóname, hermano mío, por haberte hecho sufrir”. Que abunden tus lágrimas; después de las lágrimas viene una gran alegría. Que la paz exulte entre ustedes dos y el Espíritu de Dios, por su parte, se gozará y exclamará: Dichosos los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5,9). Cuando el enemigo oye el sonido de esta voz, queda confundido, Dios es glorificado y sobre ti desciende una gran bendición.

      60. Hermano mío, éste es el tiempo de hacernos la guerra a nosotros mismos; tú sabes que por todas partes se levantan las tinieblas. Las Iglesias están llenas de litigantes y excitados, las comunidades monásticas se han vuelto ambiciosas, reina el orgullo. No hay ninguno que se ponga a servir al prójimo: en cambio, todos oprimen a su prójimo (Mi 7,2). Estamos inmersos en el dolor. No hay más profeta ni sabio. No hay ninguno que pueda convencer a otro, porque abunda la dureza de corazón. Quienes comprenden permanecen en silencio pues los tiempos son malos306. Cada uno es Señor de sí mismo, se desprecia lo que no se debería