Название | En sayos analíticos |
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Автор произведения | Alberto Moretti |
Жанр | Философия |
Серия | |
Издательство | Философия |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789874778123 |
IV
Pero preguntemos, tal como hicieron otros en situación parecida,20 ¿en qué lenguaje decimos que para todo lenguaje L, existe un lenguaje L* en el que se define su semántica? Tendrá que ser un lenguaje con el que se puede entender todo lenguaje y describir su semántica. Para poder definir, mediante L*, la semántica de un lenguaje L, L* tiene que poder definir la estructura-mundo con la que se relaciona L. Simplifiquémosla con el par ordenado 〈{objetos},{relaciones}〉. Entonces las expresiones de L* tienen que tener cierta relación con esa estructura, que debe presuponerse. Así pues, la respuesta a la última pregunta es: cuando decimos que para cada L existe un L* en el que se define la semántica de L, estamos utilizando un lenguaje L que permite hablar de todo lenguaje al punto de permitir definir sus relaciones con el mundo. Pero entonces ese L debe poder definir sus propias relaciones y propiedades semánticas, algo que, según las interpretaciones ortodoxas del trabajo de Tarski es imposible o, en el mejor de los casos, da lugar a una explicitación parcial y trivial (“analítica” y, por tanto, internamente inmodificable). Y, desde luego, ese es el lenguaje del que principalmente nos interesará hablar, porque es un lenguaje en el que estamos intentando explicar el significado en general. La cuestión empeora si mantenemos una concepción holista radical del significado. Otra vez, entonces, no hemos podido refutar la tesis que nos ocupa, la tesis (1). Y esta tesis se ofrecía como apoyo independiente para sostener la tesis (2). Continuamos en impasse.
Y, sin embargo, Klimovsky estaba en lo cierto en su conflicto con cierto tipo de sintacticistas, aunque, me parece, hay otro tipo de esa especie que puede escapar a sus objeciones. Más adelante recordaré una frase incidental en su texto de 1984 a fin de sugerir que él podría estar de acuerdo con (algo de) lo que diré a continuación. Creo que la idea de la constitución sintáctica del significado como conceptualmente previa o suficiente para la determinación del significado deriva de una lectura apresurada de las sistematizaciones carnapianas.21 El establecimiento de los sistemas sintácticos es un modo ascético de representar la práctica comunitaria de los intercambios lingüísticos, práctica que incluye la aplicación de criterios de corrección (lo cual supone un grado de reflexión, guiada por fines más o menos explícitos, de los practicantes sobre su práctica) con especial énfasis en los intercambios calificables como informativos. Las estructuras sintácticas así caracterizadas no son el lugar originario de la constitución del lenguaje y los significados, lugar sobre el que luego sería optativo colocar nexos con algo que pudiera llamarse “lo extralingüístico”. Sólo es el lugar epistemológicamente inicial para adquirir un concepto mínimo de lenguaje y significado, por cuanto está poco cargado de conceptos y tesis ontológicas destacadas. Pero la generación práctica de las reglas sintácticas es conceptualmente simultánea con la generación práctica de reglas semánticas, porque el lenguaje se constituye en la interrelación entre la comunidad de personas y las cosas con sus relaciones (entendiendo por personas, cosas, comunidad y relaciones, en esta aproximación fenoménica, lo que cualquier hablante entiende cuando se expone a esas palabras). Una imagen global como esta es la que aparece a cualquier hablante por su mera competencia lingüística. Para clarificar la idea de lenguaje22 conviene empezar por esta imagen y no, por ejemplo, por la idea de un sujeto cartesiano-husserliano que tiene que constituir un mundo natural y un mundo moral, o por la idea de un mundo dentro del cual hay objetos especiales que hablan, o por la idea de una entidad abstracta, el lenguaje, que pugna por manifestarse en el ámbito sublunar.
Así vista, la estructura 〈{oraciones de L},⊢〉 no es una definición ex nihilo de un lenguaje sino una hipótesis sobre la conducta de habla de una comunidad, o una representación de lo que hace posible ese comportamiento lingüístico.23 Pero esa conducta normada que llamamos “hablar un lenguaje” ya supone interacciones personales y con cosas relacionadas entre sí, por ende supone una “semántica” que habrá de quedar inscripta en la sintaxis. Las estructuras sintácticas explicitadas, que indican elementos básicos y restricciones que determinan su uso posible, resultan un modo de exhibir la manera en que se habla. El modo como se usen, por ejemplo ‘Jantipa’ y ‘es griega’, se presenta en la estructura sintáctica caracterizado por restricciones diferenciales que se pretende enunciar diciendo, por ejemplo, que ‘Jantipa’ es un nombre que refiere a un objeto y que ‘es griega’ es un predicado que refiere a un concepto. Variables como ‘x’ o ‘G’ están restringidas para ser reemplazadas, respectivamente, por lo que llamamos nombres y predicados. Así, cada reemplazo correcto muestra sin decir lo que si pudiera ser dicho se diría de este modo: esa expresión es un nombre, refiere a un objeto, o es un predicado y refiere a un concepto. Y los tipos de variables ocupan la función que una pretendida teoría semántica otorgaría a predicados como ‘es un objeto’ o ‘es un concepto’.
Detenerse en esa caracterización mínima de la práctica lingüística permite, por una parte, acentuar la independencia de, o postergar, la descripción de la estructura-mundo, por ejemplo del par <{objetos},{relaciones}>. Algo deseable dado que una descripción del mundo depende no sólo del mundo sino también de las personas hablantes, esto es, depende parcialmente de la estructura lingüística con la que se quiere representarla,24 y estamos interesados en ver cuánto de la práctica lingüística, cuánto de las estructuras que esa práctica determina, puede aprehenderse sin depender de alguna tesis muy definida sobre la presunta estructura del mundo. Y hace lugar, por otra parte, a la posibilidad de que nuestra práctica lingüística (en particular la cognoscitiva) no sea suficiente para aprehender una única estructura extralingüística. Esto es, otorga la posibilidad, entrevista en las tesis (1) y (5), de que nuestro conocimiento no determine un único mundo posible. Esta perspectiva, parcialmente sintacticista, remite al abordaje “trivializante” con que empezamos estas consideraciones. Y este abordaje, vimos, tienta a internarse en terrenos muy poco naturalistas. Tentación en la que Klimovsky, seguramente, no habría caído. Porque, en líneas generales, este privilegio aparente de la mera sintaxis puede verse, o bien como la eliminación de conceptos problemáticos como los conceptos semánticos, preservando su núcleo clarificador de una manera compatible con el naturalismo, o bien como la reubicación en un nivel trascendental de la reflexión sobre la semántica de cualquier lenguaje. Algo de esto me gustaría entender cuando Klimovsky dice:
Las reglas que estructuran el lenguaje involucran ambos tipos de reglas [sintácticas y semánticas] (a las que habría que añadir –quizás en un sentido más esencial aún– las reglas pragmáticas que constituyen los actos del habla […]) (Klimovsky, 1984: p. 94; subrayado mío).25
Bibliografía
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Carnap, R. (1938), “Foundations of Logic and Mathematics”, en: Neurath, O., Carnap, R. y C. Morris (eds.), International Encyclopedia of Unified Science, Vol. I, Chicago: The University of Chicago Press.
Hintikka, J. (1997), Lingua Universalis vs. Calculus Ratiocinator, Dordrecht: Kluwer.
Klimovsky, G. (1982), “Metalenguaje, jerarquía de lenguajes”, Revista Cuadernos del Psicoanálisis, 12 (2), Buenos Aires; reimpreso en: Klimovsky, G. (2004), Epistemología y Psicoanálisis, Volumen I, Buenos Aires: Ediciones Biebel, pp. 71-90.
—. (1984), “Significación, lenguaje y metalenguaje”, en Psicoanálisis (APdeBA), N° 1, Buenos Aires, 1984, reimpreso en: Klimovsky, G. (2004), Epistemología y Psicoanálisis, Volumen I, Buenos Aires: Ediciones Biebel, pp. 91-99.
van Heijenoort, J. (1967), “Logic as Calculus and Logic as Language”, Synthese, 17, pp. 324-330.