Название | En sayos analíticos |
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Автор произведения | Alberto Moretti |
Жанр | Философия |
Серия | |
Издательство | Философия |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789874778123 |
Nada impide pensar el lenguaje o la comprensión lingüística como si fueran objetos o fenómenos del tipo usual, esto es, del tipo que aparece cuando hablamos del mundo, esto es, cuando nos comportamos presuponiendo la comprensión de (al menos algo de) lo que decimos. Incluso nada obsta para que los resultados de ese enfoque ayuden para afianzar la posesión del lenguaje o la capacidad interpretativa.6 El efecto de las precedentes observaciones7 no es quitar todo sentido a esa tarea teórica sino, por así decir, modificar la dirección que el hablar teórico-lingüístico imprime a la reflexión, dirigiéndola ahora hacia lo que, tal vez wittgensteinianamente, podría llamarse “el que hay lenguaje/mundo” o, bajo otras influencias, “la apertura de mundo”. Un movimiento paradójico cuando se lo describe como intentar situarse conceptualmente “antes” de las presuposiciones que hacen posible la conceptualización.8 No me propongo ahora defender la racionalidad de este planteo sino sólo sugerir que objeciones como las formuladas por Klimovsky, que enseguida atenderemos, pueden conducir a que la posición criticada adopte este tono más o menos trascendental, místico u originario, según el ánimo de quien se acerque.
Consideremos ahora el siguiente argumento:9
(1) Si en L queremos hablar de las relaciones de L con el mundo debemos presuponer esas relaciones, entonces, o bien es imposible enunciar con sentido acerca de esas relaciones o bien sólo podremos enunciar trivialidades. Por ende
(2) la única caracterización teóricamente útil de un lenguaje L es en términos de estructuras sintácticas.10 Por ejemplo, como un par ordenado formado por un conjunto de estructuras sintácticas llamadas oraciones y una relación que lo sistematice, quizás la relación de consecuencia sintáctica: 〈{oraciones de L},⊢〉. De modo que,
(3) el significado de los componentes de L depende únicamente de (la totalidad de) las relaciones que determinan la estructura (y no de eventuales nexos con entidades externas a L). Depende de la “estructura” y no de la referencia.
(4) Esa estructura sintáctica puede aplicarse a la realidad pero la aplicación no modifica los significados.
(5) Conocer es aplicar un lenguaje, entonces conocer es imponer una estructura sintáctica a algo que o bien no tiene estructura o tiene una estructura propia inaccesible.
La primera premisa es lo que Klimovsky llamó “tesis internalista” (Klimovsky, 1982: p. 83); el conjunto 2-5 es el meollo de una concepción sintacticista del lenguaje que tuvo y tiene muchos defensores y que él rechazó.11
II
Su rechazo de (2) y (3) consistió, en primer lugar, en señalar que es legítimo construir diversos significados de ‘significado’ según cuáles objetivos teóricos se tengan. Y cuando el objetivo es estudiar la ciencia, actividad que “tiene por objeto transmitir o brindar información acerca del mundo, entonces el significado que interesa es el semántico y no el interno” (Klimovsky, 1984: p. 95). El significado en este sentido queda determinado por la vigencia de reglas semánticas que “conectan las unidades (y grupos de unidades) [del lenguaje] con entidades y situaciones extralingüísticas” (Klimovsky, 1984: p. 94). En segundo lugar, acudiendo al teorema de Löwenheim-Skolem, señaló que la mera estructura sintáctica de una teoría expresada en un lenguaje de primer orden12 no es capaz de determinar el significado o contenido intuitivo de los conceptos que utilizamos en nuestras teorías (por ejemplo la aritmética) aun cuando pudiera recuperar como teoremas todas las verdades que nos interesan del ámbito estudiado. Esto es, pueden recuperarse sintácticamente esas verdades sin mantener la isomorfía entre la estructura del lenguaje y la estructura de la realidad considerada mediante ese lenguaje y sin fijar siquiera un dominio particular de objetos.13 Hallando en esto una razón adicional para legitimar un concepto de significado que dependa no sólo de la estructura sintáctica sino también de la determinación de la estructura referencial asociada. Esto implica la negación de la tesis (4). Desde luego también abre la cuestión de cómo sino mediante un L* se determinará ese nexo entre el lenguaje L y el mundo efectivo. Y el caso filosóficamente más importante se da cuando L = L* o L* ⊆ L.
Respecto de (5) sostuvo dos críticas. La primera: si la tesis no es falsa entonces es verdadera sólo relativamente al lenguaje en el que se la formula, pero entonces para “rechazarla” o, al menos, para no tenerla, bastaría con cambiar a un lenguaje en el que fuera falsa, esto es, uno cuya estructura impusiera esa falsedad. La segunda: para que una estructura lingüística provea un discurso con valor cognoscitivo, este discurso debe estar suficientemente determinado (no sujeto a obvias ambigüedades o contradicciones). “Esto quiere decir que los elementos e interrelaciones que constituyen la estructura del lenguaje usado deben darse con un grado aceptable de claridad. […] Pero esta exigencia implica que poseemos la posibilidad de conocer exactamente las reglas y nexos que constituyen el lenguaje” (Klimovsky, 1984: p. 97). Según la tesis (5), ese conocimiento de las reglas del lenguaje L en que se formula la tesis (5) debe ser relativo a un metalenguaje. Pero, bajo la presión de la tesis (1), esto conduce a un regreso que impide alcanzar el ahora indispensable conocimiento de la estructura de L (requerido para justificar el deseo de conocer el mundo).
III
Estas cuatro críticas pueden criticarse. La primera objeción a (2)-(3) supone que hay algún modo diferente de la aplicación de L para determinar la estructura del mundo o de la parte de mundo de la que querríamos hablar en una ocasión de uso informativo de L. Porque (2) y (3) actúan junto con (5) y entonces, socavar (2)-(3) es tanto como abrir la posibilidad de que el mundo “se muestre” reacio a adoptar la estructura que el lenguaje “quiere” imponerle. Pero sólo mediante una determinación de esa estructura mundanal que fuera independiente de L podríamos advertir que la estructura del mundo sobre el que habla el discurso formulado con L no es isomórfica con la estructura del lenguaje L. Pero esto implica negar la tesis (5), no argumentar contra ella. La segunda crítica es un modo de la primera y su réplica consiste en observar que el sostenedor de la tesis (5) pretenderá que la situación descripta: dos estructuras mundanas, no isomórficas, tales que la estructura de L no puede distinguirlas, es compatible con que el metalenguaje en el que se describe la situación sea el que impone la posibilidad de esas dos estructuras no isomórficas, que son extralingüísticas respecto del lenguaje objeto pero intralingüísticas respecto de ese metalenguaje. Y el problema se traslada a la semántica de este metalenguaje planteándose, finalmente, la cuestión de la autoaplicabilidad: cuando el metalenguaje semántico es parte del lenguaje-objeto. Esta cuestión es fundamental en parte porque refleja la circunstancia de que el mismo hablante de un lenguaje cuya semántica pretende aclarar o describir de un modo que le permita adquirir un conocimiento que no tenía y que no es obvio, es quien querrá hablar un metalenguaje para lograr ese propósito.
Hay un supuesto, común a las objeciones examinadas,