Название | Cómo vencer los temores y fortalecer la salud emocional |
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Автор произведения | Enrique Chaij |
Жанр | Сделай Сам |
Серия | |
Издательство | Сделай Сам |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877983296 |
Por lo tanto, te ofrezco estas páginas como un aporte a tu felicidad. Y mi anhelo es que mientras las vayas leyendo, recibas del Altísimo impulsos duraderos de fe, de seguridad y bienestar. Con sincero afecto,
EL AUTOR
Capítulo 1
Bajo el signo del temor
“No hay en el mundo mayor necesidad que la de la liberación del temor” (Ernesto Jones).
Durante los días de la Segunda Guerra Mundial, el soldado ucraniano Grisha Sikalenko desapareció de las filas de su ejército. Sus compañeros lo dieron por perdido en el frente de batalla. Pero en realidad había desertado y regresado a su hogar. Solamente sus padres conocían el secreto, quienes excavaron para su hijo una cueva debajo de un montón de estiércol. Y allí Grisha permaneció escondido ¡durante 18 años!, temiendo ser descubierto.
Dos veces al día la madre le llevaba alimento, y durante la oscuridad de la noche salía afuera para respirar aire puro. En invierno debía sufrir mucho frío; y en verano el escondite se hacía casi insoportable. Pero finalmente, en 1958 Grisha se animó a salir de su refugio, dispuesto a recibir la pena que le impusieran como desertor. Sin embargo, habían pasado tantos años, que se libró del castigo.
Este caso extremo muestra cuán alienante puede llegar a ser el temor cuando se vuelve tan exagerado y dominante. No deja pensar racionalmente, y produce una triste cobardía.
¡Cuántos seres sufren este efecto paralizante y viven sin libertad de acción! Se sienten impedidos para cristalizar sus sueños. Quieren, pero no se animan. Y así matan sus sanas ambiciones, porque el temor los inhibe y los oprime. ¡Cuántos talentos y aptitudes se pierden en el mundo por este lamentable motivo!... ¡Y cuántos hombres y mujeres viven desdichados por esta misma razón!...
Realidad preocupante
Nuestro mundo está enfermo de temor. Mucha gente se levanta y se acuesta cada día con su cabeza llena de miedos. No tienen tranquilidad en su corazón. Son almas abrumadas por su falta de valor para vivir confiadamente.
Ya lo había anticipado el gran Maestro: “Los hombres desfallecerán por el temor y la ansiedad de lo que vendrá sobre la tierra” (S. Luces 21:26).1 Tal es la realidad que podemos observar hoy en las grandes ciudades, como también en las zonas menos densamente pobladas. Con acierto, el reconocido psiquiatra Ernesto Jones escribió: “No hay en el mundo mayor necesidad que la de la liberación del temor”.
Todos tenemos nuestros temores. Desde la mujer que está por dar a luz, hasta el anciano que transita su recta final; desde el hombre más decidido, hasta el niño que se aferra a su padre en busca de seguridad... Todos por igual, aunque con variada intensidad, anidamos nuestros propios miedos en la intimidad de nuestro ser. A veces, de modo manifiesto; a menudo, encubierto. Pero todos tenemos algún temor que quisiéramos derrotar...
Temor en los hogares
En todas las ciudades, ni bien se pone el sol y baja la noche, se aseguran las puertas de cada vivienda. Sus habitantes se encierran sin suficiente garantía de protección. Se colocan puertas blindadas y cerraduras adicionales. Las rejas protectoras son cada vez más altas, y se instalan alarmas domiciliarias, cercos electrificados y cámaras ocultas de seguridad. Todo esto, sin contar las cabinas de vigilancia que abundan en la ciudad, y la patrulla policial que recorre las calles de la planta urbana.
Pero a pesar de ello, la gente conserva el temor y la desconfianza. Cuando salen de su casa, miran cuidadosamente hacia todas partes, y cuando entran hacen lo mismo, temiendo la peligrosa aparición de algún delincuente. ¡Cuán insegura, complicada y costosa se nos ha vuelto la vida moderna!
Así se encuentra nuestro mundo. Impregnado de inseguridad y de temor, sin la tranquilidad necesaria para disfrutar de paz y de bienestar espiritual. En reemplazo, prevalecen el recelo y el aislamiento. El trato con el extraño virtualmente no existe, y el individualismo crece como herramienta de autodefensa.
Aun entre los niños
A menudo, el temor se fabrica dentro del propio hogar, a través de lo que ven los hijos más pequeños. Me refiero a los programas televisivos de terror y a las imágenes de violencia, guerras, muerte y destrucción que abundan en la pantalla chica del hogar. Dichas imágenes inciden sobre la mente y el comportamiento de los niños, quienes como resultado se vuelven más irritables, asustadizos y agresivos. Todo, debido a lo que parece tan entretenido, pero en realidad tan nocivo.
Y lo que decimos sobre la influencia de tales programas televisivos, es igualmente válido para toda otra pantalla electrónica, sembradora de los mismos contenidos. Es imposible que los niños no se vuelvan temerosos, cuando se alimentan con la comida descompuesta de la guerra, la violencia, el terror y la muerte. Durante años se negó esta incidencia televisiva. Pero hoy, ante esta influencia perjudicial sobradamente demostrada, ¿quién podría seguir negándola, y creer ingenuamente que lo que vemos no deja huella en la mente?
¿Sientes alguna clase de temor en tu corazón? Fíjate qué imágenes entran por tus ojos. ¿O tus hijos suelen tener diversos tipos de miedo, y esto les afecta su conducta y su rendimiento escolar? Entonces observa qué miran en el televisor o en la pantalla que tienen más a mano. Tu oportuna intervención podrá ofrecerles la mejor ayuda para su personalidad en formación.
Desesperado en el desierto
Un hombre estaba atravesando el desierto de Sahara. El vehículo que conducía le había respondido bien durante buena parte del viaje. Pero de repente, en medio de aquellos arenales calcinantes, el motor del auto se detuvo y fue imposible volver a arrancarlo.
Era la primera vez que el hombre viajaba por esa región tan solitaria. Imprudentemente, había rehusado viajar en compañía de alguien conocedor del desierto. Entonces, en su soledad, y bajo el calor abrasador, comenzó a sentir angustia y temor. Y al ver que no pasaba ningún otro viajero que pudiera ofrecer ayuda, el hombre llegó al borde de la locura y la desesperación. Por fin, ya en horas de la noche, otro conductor pasó por el lugar, y encontró al hombre a punto de desfallecer, aterrado por el miedo y la soledad. Y la ayuda recibida le salvó la vida...
Este viajero del desierto es apenas un símbolo del drama que viven millones de almas temerosas, estancadas en el desierto del mundo complejo que los rodea. Un desierto mundanal que provoca la sed espiritual de incontables corazones. ¿De qué sed se trata? De la sed íntima de un mayor contentamiento y bienestar interior. Se trata de la búsqueda de seguridad mientras vivimos “bajo el signo del temor”. Una intensa búsqueda de felicidad...
El hombre detenido en el desierto necesitaba agua, compañía y ayuda para su auto descompuesto. Estaba angustiado y aprisionado en el gran arenal. No sabía qué más hacer para seguir viaje. Hasta que llegó el otro viajero, quien lo ayudó a arrancar el auto para salir de aquella prisión.
¿No te parece que la experiencia de este conductor es la síntesis de lo que suele pasarnos a todos los mortales? Al igual que él, podemos creer que no necesitamos ayuda de nadie, y que podemos arreglarnos solos para todo. Y al principio nos va bien, y nos convencemos de que tenemos suficiente capacidad para seguir solos el viaje de la vida. Pero, de pronto surge el primer problema...
Entonces, ¿qué hacemos? Intentamos valernos por nosotros mismos... Pero el problema se nos complica. Y en medio de la angustia nace la humildad. Y en la hora cuando la angustia y la humildad se convierten en un ruego a Dios, aparece la solución tan anhelada. El temor se disipa, y el alivio