Название | La muerte con silueta de mujer |
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Автор произведения | Luis Calderón Cubillos |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789566107132 |
—Sí, esta parte no la hubiera sospechado, jefe.
—¿Será posible que su muerte tenga que ver con la creación de un sindicato?
—¿Y quién sería el más interesado que no se creara? —hace la pregunta al aire Pacheco.
—El dueño del restaurante —responde Víctor observando el lugar.
Preguntan al administrador por el jefe o dueño del restaurante, a lo que el empleado duda un instante y comenta que el dueño viene solo a ciertas horas al lugar, por eso lo tiene a él, para que esté a cargo del recinto culinario.
—¿Me podría dar la dirección del domicilio particular del jefe o dueño de este restaurante?
—Es el señor Alejandro Zañartu, vive en la calle Almirante Simpson 0343, centro de la ciudad —informa el administrador, que se nota un poco cansado. Los policías se despiden y emprenden la salida hacia la puerta y al vehículo que los espera afuera.
—Se veía cansado, como que le faltaba el aire —comenta Pacheco.
—Sí, pero parece que era más ansiedad, estaba ansioso —apunta el inspector Gutiérrez.
—En resumen, estaba extraño un poco nervioso se veía —termina su apreciación Pacheco, en el momento que suben a su vehículo para dirigirse al centro de la ciudad porteña.
Una vez en dicha calle buscan la numeración, resultando ser un edificio de departamentos e ingresan al ascensor hasta el piso noveno, que es donde vive el empresario. En el lugar, los recibe una dama que se sorprende de la visita de los policías.
—Buenos días, soy el inspector Víctor Gutiérrez y él, es el detective Pacheco.
—No sabía nada de lo ocurrido en ese restaurante de mi esposo —comenta la mujer después de oír una pequeña reseña de lo acontecido.
—Así es, una empleada del restaurante fue muerta a la salida del turno —responde el inspector.
La mujer los condujo a una pieza del departamento que era el escritorio y oficina de trabajo al parecer de su esposo, los policías ingresan y son saludados por el hombre que se encuentra en el interior, ofreciéndoles asiento.
—¿Buenos días, asiento, en que puedo ayudarles? —saluda el hombre, un señor de unos 60 años, canoso, de arrugas marcadas en su rostro, el que viste una bata de levantar encima de su ropa de diario. Pacheco fue el primero en sentarse. Víctor se presenta nuevamente, para iniciar una conversación con el hombre.
—¡Teresa, trae café por favor! —dice el hombre a su esposa.
—No se moleste por nosotros —se apresura en responder el inspector.
—El motivo que nos trae por aquí señor…
—Alejandro Zañartu es mi nombre.
—Una empleada suya ha sido encontrada muerta a un par de metros de su restaurante, a la salida de su turno, ¿usted sabía del acontecimiento?
—Para serle sincero, lo supe un par de días después, ¡qué terrible con la delincuencia, adónde iremos a parar! —dice el hombre con un aspecto enojadísimo.
—¿Usted conoce a sus empleados, o al menos tiene una noción de quiénes son?
—Noo, nada, tengo muy poco contacto, para ello tengo un administrador que se encarga.
—Ah, está bien, pero supongo que el administrador le mantiene informado de los acontecimientos del restaurante, ¿verdad?
—Pues sí, por eso me informó del asalto a esa chica, pero como no era algo del restaurante, no me lo dijo de inmediato, fue un par de días después, cuando se tuvo que finiquitar su desvinculación del trabajo —comento Alejandro Zañartu.
—Si no la hubieran finiquitado no se habría enterado —dice Pacheco.
—Pues sí, lo que hagan o no hagan en su vida privada no le importa a nadie, menos a mí —responde el empresario.
—Está bien, pero hay una situación que se ha agregado al crimen, señor —dice Víctor.
—Qué sería, no sé de qué me habla —responde don Alejandro, el empresario.
—En su restaurante se estaba creando un sindicato y era organizado, principalmente, por la persona fallecida, eso le agrega otro móvil al crimen —termina el inspector.
—¡Obviamente usted ya lo sabía, su hombre de confianza lo mantiene informado! —comentó el detective Pacheco.
—¡Eso que dice no le encuentro afinidad, quién querría matarla por algo así! —responde el empresario sorprendido con la información recibida.
—Como digo podría ser otro móvil, debemos investigarlo con el entorno del restaurante —comenta Víctor—, hacer nuevos interrogatorios.
—¡No sé, yo creería que es solo coincidencia! —dice don Alejandro Zañartu.
—No se preocupe, es nuestro trabajo —dice el inspector, despidiéndose del hombre y saliendo con Pacheco hacia la calle, donde los esperaba González en la patrulla.
Una vez en el automóvil los policías descansan un momento y sacan conclusiones de lo conversado con el empresario.
—¿Quién sería el más interesado que una futura dirigente sindical pasara a mejor vida?
—El empresariado debería ser, mirado de ese punto de vista —comenta González.
—Claro, mirado desde dentro del negocio, pero por fuera, en la vida privada sería un galán despechado, como Roberto, por ejemplo —dice Pacheco.
—Nooo, Roberto no es ya sospechoso, aquí hay algo más turbio —dice Víctor Gutiérrez.
—¿Cómo que podría ser un asesinato por encargo? —inquiere Pacheco.
—Podría ser, por de pronto vamos a instalarnos fuera del restaurante —dice el inspector.
—¿Quedarnos de punto fijo?, bueno allá vamos —dice González y emprende la marcha del vehículo policial, en dirección del lugar donde fue asesinada la muchacha.
El vehículo se instala frente al restaurante, aproximadamente a unos 50 metros, justo a la sombra de uno de los varios árboles que están a lo largo de esa avenida.
—¿Quién va a comprar algo? —dice Víctor, el inspector.
—¡Yo voy, yo soy el más atlético! —dice Pacheco y sale del vehículo a una tienda de comida rápida al frente de ellos, regresando unos minutos más tarde con papas fritas y bebidas.
Los policías están toda la tarde de punto fijo, a una cierta distancia del restaurante «El Gallo canta hasta morir», no observando nada sospechoso, solamente toca mover el carro cada vez que el sol va avanzando y el árbol no alcanza a taparlo y darles sombra.
—El nombre del restaurante ahora ya no me produce gracia —dice González pensativo.
—¿Porque nombra a la muerte justo ahora que investigamos un asesinato? —le contra pregunta Pacheco.
—Así es, ya no causa gracia —responde González.
En ese momento, ven salir al administrador del restaurante, y bajar trotando las escalas de la tienda y se dirige a un automóvil, aparcado a cierta distancia.
—Pacheco, quédate aquí, cualquier novedad nos avisas —ordena el inspector.
—A su orden, jefe —responde el aludido y baja rápidamente del automóvil.
—Nosotros sigamos al administrador, que no me inspira mucha confianza. Vamos González —dice Víctor y ambos, en el carro policial, siguen al vehículo del administrador que ya va en marcha por uno de los tantos pasajes que