Название | Maurice Nédoncelle: Una filosofía de la historia |
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Автор произведения | Pedro Antonio Benítez Mestre |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786079920135 |
Tras esta cita uno puede decir que Blondel ha encontrado en la doctrina del vinculum una idea valiosa. En esencia ha visto la necesidad de postular una unidad fundante a todos los niveles de los seres, pues sin la existencia de la unidad tendría que admitirse que todo es dispersión, piezas sueltas e inconexas. También se encuentra en Donald Rutherford, autor contemporáneo de un estudio sobre Leibniz, una valoración similar de la doctrina del vinculum cuando dice que “aunque hay lagunas en este cuadro general, ha de apreciarse aquí el esfuerzo admirable de Leibniz por mostrar sus intuiciones acerca de la independencia y la espontaneidad de las mónadas a la vez que mostrar cómo juntas forman un solo mundo”.87
1.3.1. El ser y los seres
Ahora bien, es importante notar, como hace Nédoncelle, que la doctrina del vinculum era conocida por los lectores de Francisco Suárez, entre ellos Leibniz. Así que Leibniz no la inventó como parece dar a entender Blondel.88 Sin embargo, el estudio de Blondel sobre Leibniz es muy interesante, pues aunque no descifra el pensamiento de Leibniz, sí “esclarece el de Blondel”.89
Así, de hecho, en otro artículo sobre la filosofía de Blondel,90 Nédoncelle explica cómo el filósofo dijonés en su obra de 1935, L’Être et les êtres, ofrece un estudio ulterior sobre la unidad substancial o, en otros términos, sobre el ser. La noción de ser que Blondel maneja aquí es la de aquello que de alguna manera perdura a través del cambio, aquello que posee una “especie de armadura” resistente al cambio y que puede ser concebido como un “soporte fijo”.91 Así que se puede decir que, al hacer su búsqueda del ser, Blondel está buscando unidades substanciales o substancias individuales.
De entrada, descarta la idea de la no-existencia, por tratarse de una pseudoidea. Enseguida se dirige al estudio del ser. A Maurice Nédoncelle le parece que Blondel ha despachado demasiado pronto la cuestión de la desaparición existencial (évanouissement). Uno se pregunta, en efecto, por qué el ser deja de ser. Pregunta que por entonces ya trataban Martin Heiddeger y Karl Jaspers. Pienso que con razón se aborda esta cuestión cuando se toma en cuenta que la duración en el tiempo, esto es, la temporalidad entra en la definición misma del ser. Así que hace falta un estudio del tiempo para dar cuenta de la existencia y de la evanescencia siempre; mas, sobre esto, se dirá algo posteriormente. En todo caso Blondel emprende su búsqueda del ser comenzando por la materia. Como era de esperarse no concede una auténtica unidad substancial a los seres materiales inertes. Le parece que son demasiado cambiantes y están compuestos de piezas fácilmente intercambiables.
Junto a la materia se aprecian los seres vivos. Estos presentan una consistencia e integración mucho mayor, pero de todas formas no tienen la permanencia que sería propia del ser. Enseguida Blondel habla de las personas. En este caso se trata de saber si la persona es el ser mismo, “un ser capaz de consolidarse y de bastarse como substancia constituida en su unidad, su autonomía y su persistencia definida y definitiva”.92
Uno supondría, dice Nédoncelle, que las personas tendrían para Blondel el rango de ser, pero no es así. Cuanto Blondel arguye es que la persona tampoco tiene una unidad tal como para considerarla ser. Cuando habla de la persona se está refiriendo a la “unidad del yo”.93 Esta es en realidad aparente y “parece estar hecha de polvo”.94
Quizás uno se sorprende de esta afirmación blondeliana. Sin embargo, enseguida se ve por qué procede de este modo. Si se tiene presente su estudio sobre Leibniz, fácilmente se aprecia cómo Blondel está evitando caer en la trampa de las mónadas incomunicables. Blondel ha sustituido con una perspectiva interpersonal la monadología que a la saga de Leibniz parecía afectar todo estudio de la persona.95 En efecto, si hiciera de cada persona una unidad substancial acabada, luego tendría problemas para explicar sus mutaciones y, más aún, su influjo mutuo. Cada mónada tendría que ser impermeable a las variaciones causadas por agentes externos.
Es de notar aquí que Blondel está en contra de aquella idea del ser como algo autónomo y autosuficiente. Como explica Nédoncelle, esta idea es uno de los puntos más sugerentes del trabajo de Blondel. En contra de una larga tradición filosófica que parte de Xenófanes, Blondel no piensa que se deba concebir al universo o, para el caso, a cada uno de los seres que lo componen, como un todo acabado. Nédoncelle nota que ni cada uno de los que llamamos seres ni el mundo en su conjunto es autosuficiente. La experiencia y la ciencia hacen ver que el “mundo es relativo, abierto, contingente”.96
Quedaría incompleto el resumen hecho por Nédoncelle del texto de Blondel, L’Être et les êtres, si no se alude al dogma de la Santísima Trinidad. Para Blondel resulta claro que si cada una de las personas de la Trinidad de las que habla la fe católica no son seres absolutamente independientes la una de la otra, entonces tampoco puede pensarse que las personas son un ser acabado o cerrado cada una. Conque si en Dios la persona no es un ser totalmente independiente, habrá que desconfiar de las posturas que erigen a cada persona humana como un absoluto. Justamente aquí estará la crítica de Blondel al personalismo filosófico, pues considerará que éste erige a la persona en un absoluto. Mas la crítica de Blondel al personalismo es considerada por Nédoncelle en otro lugar.97
Nédoncelle reconocerá esa crítica superándola con su tesis sobre la reciprocidad de las conciencias. En ella se libra de las objeciones de Blondel en contra de ciertos personalismos que erigen a la persona en un absoluto. Por el contrario, Nédoncelle defenderá un personalismo que puede ser calificado de intersubjetivo.
Este pequeño recorrido del pensamiento blondeliano sobre la substancia lleva a concluir que Nédoncelle encontró en Blondel el apoyo necesario para superar dos grandes escollos: el cogito cartesiano y la monadología leibniziana. Al margen del juicio que se pueda hacer sobre el pensamiento de Descartes y Leibniz, mi juicio aquí es que Nédoncelle adoptó, tras riguroso estudio de la filosofía de Blondel —como se desprende de la bibliografía— las conclusiones de Maurice Blondel sobre la unidad e interrelación de las personas como punto firme de su filosofía.
1.3.2. En contacto con la realidad
Quizás las disquisiciones de Blondel sobre el vinculum de Leibniz puedan parecer vetustas. Sin embargo, como se ha visto, Blondel valoraba el esfuerzo filosófico de Leibniz encaminado a resolver la separación tajante entre res cogitans y extensa. Tal separación imposibilitaba el conocimiento de la persona y obligaba a Descartes a introducir subrepticiamente un orden medio. Se puede decir que en la época de Blondel la escisión entre cogitans y extensa estaba representada por el idealismo y el fenomenismo. Me parece que se puede establecer un paralelismo entre el fenómeno kantiano y la res extensa, por un lado, y el idealismo y la res cogitans por el otro. Teniendo este paralelismo en mente se entiende que Blondel rechace tanto el fenomenismo como el idealismo, pues en ambas posturas se mantiene la separación cartesiana irreconciliable entre la extensa y la cogitans, haciendo imposible abordar al ser personal.
Ahora bien, cuando Nédoncelle retoma el estudio blondeliano y apela a un realismo superior nos está ofreciendo un camino de reflexión que sirve todavía en nuestros días. De hecho, pienso que se puede detectar un problema similar en el estudio de Steven Pinker sobre la negación moderna de la naturaleza humana.98 Ciertamente el contexto de la obra de Blondel y la de Pinker son diversos; pero ambos se enfrentan a las simplificaciones de una pseudociencia que lo quiere todo reducido a los datos de la sensibilidad o lo confina todo a ideas en la mente sin contacto con lo externo.
En la obra de Pinker se habla de nuevo sobre el realismo acrítico e ingenuo que se corresponde, mutatis mutandi, con el realismo de las ciencias positivas atacado por Blondel. En efecto, como había notado Blondel a la zaga de Leibniz, las ciencias positivas daban una consistencia a la materia que de hecho no tiene, haciéndonos además pensar que conocemos realmente los objetos como son.99 Esta “idea de que vemos la cosas tal como son se llama ‘realismo ingenuo’ y la