Название | La venganza de un duque |
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Автор произведения | Noelle Cass |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418616235 |
Cerca de las tres y media de la madrugada, los condes despidieron a los invitados más rezagados, luego, subieron a sus aposentos a descansar. Jeremy no había estado presente en el evento, y Aníbal y Vera, estaban seguros de que su hijo estaba en algún salón de juego y que seguramente no llegaría antes del amanecer, por mucho que los condes habían intentado que Jeremy fuera un hombre responsable y decente, fracasaron en el intento.
Ya casi iban a ser las cuatro y cuarto de la madrugada, cuando Holly entró en el dormitorio de Gina, preocupada porque llevaba mucho tiempo sin verla, y no era normal que su sobrina desapareciera sin decir nada. Y se alarmó al ver que no se encontraba en la cama ni en el cuarto de baño.
—¡Gina, cariño, dónde estás! —exclamó Holly, angustiada.
Pero no obtuvo respuesta.
—Si se trata de una broma, te aseguro que no tiene ninguna gracia —siguió diciendo, mientras registraba de nuevo todos los rincones del dormitorio y del baño. Y empezaba a ponerse nerviosa porque no sabía qué le había podido suceder a su sobrina.
Como un cohete, salió de los aposentos que había ocupado Gina, y fue a preguntar al resto de la servidumbre si la habían visto, pero todos le dijeron que llevaban mucho tiempo sin verla, y Holly empezaba a asustarse temiendo que su sobrina estuviera en peligro. Luego, recorrió la mansión buscándola por todos lados, pero sin éxito. Después, fue a la habitación de Dolly, y allí cogió una capa, se la puso a los hombros y salió de la alcoba, se dirigió a la cocina y encendió un quinqué, luego salió al exterior para seguir buscando a Gina en los jardines y los alrededores, pero ni siquiera halló una miserable pista que le indicara qué había pasado con la joven. Cada vez más preocupada, regresó al interior de la mansión, ahora tenía más claro que nunca que algo le había sucedido a Gina, porque ella nunca habría desaparecido de esa forma y sin decir nada.
Y por descartado, no podía decir nada a los condes, porque sabía que a esa gente lo que le pasara a la servidumbre no les importaba nada, para la nobleza, los sirvientes no tenían derecho a sentir y a padecer como cualquier otro ser humano. Holly lo sabía perfectamente, pues ella había pertenecido parte de su vida a la alta sociedad, aunque ella nunca había tratado mal al servicio que trabajaba a su órdenes.
Regresó a los aposentos que compartía con Dolly, allí se puso a recoger sus pertenencias; cuando acabó, volvió a entrar en el de Gina e hizo lo mismo con los enseres de su sobrina. Porque lo único que podía hacer ahora era irse de esa casa y encontrar a Gina lo antes posible.
Pero de pronto, recordó que Graystone había estado presente esa noche en el evento, y aunque estuvo atenta para poder identificarlo y advertir a Gina, le había resultado imposible. Pero ahora estaba completamente segura de que ese malnacido se la había llevado a la fuerza. Y se maldijo, porque no había sido capaz de ocultar a Gina para protegerla de ese condenado hombre.
Y ahora era demasiado tarde para lamentaciones, porque Graystone iba a lograr lo que siempre había pretendido de Gina, e iba a arruinar su reputación al convertirla en su amante. Y ella ya no podía hacer nada para ayudarla porque no tenía ni idea de dónde la podría tener oculta ese canalla.
Con la maleta de las pertenencias de Gina en la mano, regresó a su dormitorio y dejó la maleta de la joven al lado de la suya. Luego, se desvistió, se puso el camisón y se acostó en la cama, pero sabía que no iba a ser capaz de pegar ojo el resto de la noche, porque estaba muerta de preocupación.
Ahora, no le quedaba más remedio que regresar a Londres, y decirles a Willow, Jerome y Xavier que habían secuestrado a Gina, y que tenía la certeza de que Graystone era el responsable. Y no sabía cómo se lo iba a tomar Willow cuando se enterara, porque no le iba a quedar más remedio que confesar toda la verdad y que ellas se habían marchado de Londres huyendo del duque.
Intentó cerrar los ojos, y así poder dormir unas horas, pero no lo consiguió. Lo único que hizo fue dar vueltas y más vueltas sintiéndose responsable de lo sucedido. Porque si Gina y ella hubieran dicho la verdad desde un principio, nada de lo que estaba pasando, hubiera sucedido. Y la destrozaba por dentro, porque sabía que Willow era un hombre muy atormentando por todas las desgracias que lo habían sacudido en la vida, y saber que su única hija se encontraba desaparecida, sería como enterrarlo en vida, porque adoraba a su única hija y era el recuerdo que le quedaba de su difunta esposa.
6
El día comenzó a despuntar en el horizonte. Nolan no había podido dormir en toda la noche, mientras que Gina se había tumbado en el asiento dormida y todavía seguía durmiendo. No podía apartar la vista de ella, era como si Gina St. James ejerciera un embrujo sobre él y mucho más poderoso que sus fuerzas e intentaba luchar contra sus sentimientos. Con mucho esfuerzo, desterró esos pensamientos de la mente, porque no quería profundizar en lo que sentía por Gina, pero de lo que sí estaba seguro es que el amor que un día había sentido por ella, ahora se había transformado en un profundo odio, y que muy pronto ella misma iba a ser testigo de ello.
A lo largo de la noche, habían tenido que hacer varias paradas para dejar descansar a los caballos y darles agua, porque los hermosos ejemplares les pertenecía y Nolan no quería dejarlos en una cuadra cualquiera porque no tenía la seguridad de que recibieran los cuidados a los que estaban acostumbrados, o que alguien decidiera adueñarse de ellos.
Todavía les quedaba un largo camino que recorrer, y Nolan calculaba que esa misma noche llegarían a la mansión Graystone. Deseando poder estar de nuevo en su hogar, donde le esperaba su cómoda cama. En la mansión, podría recuperar las horas de sueño, mientras daba orden a una de las doncellas que no perdiera de vista a Gina. Sabía que era una chica muy inteligente, y tenía muy claro que no podía quitarle la vista de encima ni un solo segundo.
Un ligero movimiento en el asiento de enfrente, hizo que Nolan volviera a la realidad. Gina separó la manta con la que se había cubierto por la noche y la hizo a un lado, después se incorporó en el asiento, confusa por todas las horas que había dormido.
Pero, de pronto, lo recordó todo, cómo Graystone se había acercado a ella en la mansión de los condes, que la había sacado a la fuerza por un oscuro pasadizo, y la había obligado a subir a su carruaje para llevarla de vuelta a Londres. Y en silencio, se maldijo por haber sido tan idiota de exponerse al peligro. Su tía y ella debieron renunciar a sus empleos en cuanto se había enterado de que el duque iba a asistir al baile, y ahora, ella estaba pagando muy caro las consecuencias de ese gran error. Pero lo que sí tenía claro, era que no iba a dejarse aplastar por ese hombre, y si quería guerra, ella se la iba a dar, porque lucharía con todas sus fuerzas para que él no lograra lo que pretendía de ella, y si creía que la iba a hacer suya sin su consentimiento, se iba a llevar el chasco de su vida, porque lucharía con uñas y dientes para defenderse de él, y debía seguir viéndolo como lo que era, el enemigo.
Tras pensárselo varios minutos, preguntó:
—¿Qué hora es?
Nolan se desabotonó la chaqueta del frac y del bolsillo interior sacó la leontina de oro del reloj, y tras consultar la hora, la miró fijamente. Por unos instantes, Gina se quedó perdida en las profundidades de esos ojos, que estaba segura que había visto antes, pero no conseguía recordar de dónde, y eso la perturbaba demasiado, porque el hombre que tenía sentado frente a ella, sabía todo sobre su vida, sin embargo, ella no sabía absolutamente nada sobre él, y eso la inquietaba demasiado.
—Son las ocho y veinte de la mañana —respondió él, y Gina perdió el hilo de sus pensamientos.
—¿No vamos a parar a desayunar?
—El cochero detendrá el carruaje cuando vea alguna tienda de comestibles, y se apeará a comprar algo para que desayunemos mientras proseguimos el camino.
—Lo