¿Qué le haría a mi jefe?. Kristine Wells

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Название ¿Qué le haría a mi jefe?
Автор произведения Kristine Wells
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418616174



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¿no?

      ¿Qué dice?, ¿está enfermo? Yo daría mi bazo por un buen chocolate. Total, no sirve para nada.

      Pero él continúa hablando:

      —¿Sabes que aparte de algunas trazas de frutos secos el chocolate puede tener algunos pelos de animales como rat…

      —No, no, no —ni en broma va a joderme la vida y mi amor por el chocolate—. No me quites las ganas de vivir, te lo suplico.

      Su carcajada apaga el tintineo de las puertas del ascensor al abrirse.

      Levanta las manos en señal de rendición.

      —Solo era un dato curioso.

      —Que no necesito saber.

      Sale del ascensor y se da la vuelta para mirarme de arriba abajo.

      Yo trago saliva, Dios, esa mirada… estoy enamorada.

      No, en serio. Menuda mierda, si esto fuera una novela romántica no tendría ni pizca de gracia, la chica prendada del tío buenorro desde el primer capítulo.

      ¿Pero cómo no enamorarme con esos ojazos, ese pechote enfundado en un traje hecho a medida… y esa mano estirada hacia mí?

      —Janna —me llama.

      —¿Sí?

      —El portafolio.

      —Ah. —Me río como una tonta.

      Cuando se lo doy, no pierde tiempo y empieza a caminar por la carísima moqueta.

      Pensé que la última planta estaría desierta, pero joder, parece Bustock. Está lleno de mujeres enfundadas en trajes de tela gruesa, peinados exquisitos y unos andares que demuestran una seguridad que yo jamás poseeré.

      —Sígueme.

      Por supuesto, como si me fuera a quedar sola en medio de esa jungla.

      Le sigo hipnotizada por lo que me rodea, doy pasitos cortos por encima de la moqueta. Sí, le estoy siguiendo como un perrito, pero no puedo hacer más.

      Las paredes son de vidrio y si me fijo bien, tampoco hay tanta gente. Diez despachos están a un lado del edificio, unas vistas espectaculares, el centro es solo una recepción y al fondo una pared de cartón piedra que debe esconder a los becarios más prometedores. La otra zona del edificio, solo tres despachos, y el que hace esquina. Ese… es el del jefe buenorro.

      —Hemos llegado a la zona cero. —Él se para frente a la puerta de cristal y se ríe—. Es una forma de decirlo.

      Abre los brazos y veo mi portafolio elevarse para que pueda abarcar un gran despacho, minimalista, pero con las paredes forradas de libros antiguos en uno de sus lados, y un gran cuadro renacentista lleno de hombres y mujeres desnudos, en el otro.

      Lo que me faltaba a mi imaginación desbordante.

      —Janna, bienvenida al corazón de las empresas Stemphelton.

      Asiento y lo miro como una idiota porque no sé que más puedo hacer.

      CAPÍTULO 3

      —Pues guay.

      ¿Pues guay…? menuda labia, ahora sí que va a caer enamorado de ti.

      Por suerte no me contrataron para redactar discursos.

      —¿Te gusta mi despacho?

      Cuando se da la vuelta, creo… ¿o es mi imaginación que está un poco más cerca de lo que debería?

      —Vamos al lío…

      Dios de mi vida, vamos donde quieras. Pero en lugar de eso digo:

      —¿Cómo dice?

      Me mira sin perder la sonrisa de guaperas, que guaperas suena un poco despectivo en mi cabeza, pero es que es una sonrisa taaaaan de guapo.

      —Janna…

      ¡No! ¿Me estaba hablando? Y yo en la inopia.

      —¿Sí?

      —Estoy impresionado.

      Asiento.

      Claro.

      Impresionado.

      ¿Por qué? Pero en lugar de preguntar eso me sale un extraño ruido de mi boca, como una pedorreta o algo así como diciendo, por supuesto que estás impresionado, no esperaba menos, porque tengo unos ojos marrones de lo más vulgares… un cabello que se me encrespa y del que tengo tentaciones de deshacerme de él y rapármelo al cero y un cuerpo sin forma alguna a no ser que me ponga una superfaja Kardashian.

      —¿Impresionado?

      —Sí.

      ¡Oh! ¡Qué ojazos!

      —Gra... cias.

      —Este borrador es lo mejor que he visto en mucho tiempo, quizás años —dice muy entusiasmado—. Señor… quizás el mejor de toda mi vida, al menos viniendo de alguien tan joven.

      Asiento, porque si hablo seguramente se me desencajará la mandíbula y haré un puto cuadro.

      —Esto es mucho más que un borrador, es un proyecto, casi perfecto. Creo que con unos retoques que me dejaras hacerle, podría ser simplemente magnífico.

      Parpadeo.

      Él me sigue mirando con entusiasmo.

      Parpadeo.

      No es posible que acabe de decirme, lo que creo que ha dicho.

      —Janna…

      —James...

      Él se ríe.

      —Te he dejado sin palabras, ¿eh?

      —Créeme, no suele ocurrir muy a menudo. —Sigo parpadeando a cámara lenta mientras sus palabras se filtran en mi cerebro. Y entonces comprendo algo—. ¿Ya ha visto mi proyecto?

      James asiente.

      —Lo vi anoche en el despacho de Clark.

      Me quedo muda… quizás por primera vez en mi vida. No sé qué decir, ni qué conclusiones sacar.

      —¿Acaso Clark se lo enseñó y le pareció bueno? Pero si…

      Si me ha dicho que es una mierda.

      James no me presta demasiada atención, está ojeando el portafolio con mucho detenimiento. Su sonrisa apenas ha desaparecido, pero en su rostro se puede ver claramente su concentración máxima.

      ¡Jesús! De verdad le gusta.

      —Ciertamente, Janna… es mi proyecto favorito para el hotel de Cadwell.

      Yo asiento, pero no tengo ni idea de en qué situación me deja esto. Porque Clark me acaba de despedir dándome una patada en el trasero, y yo… en fin, sí, iba a robar mi proyecto, propiedad intelectual de la empresa.

      —Veo que estás con la boca abierta.

      —Eso es decir poco.

      Si tú supieras.

      —¿Qué te parece si hablamos de ello mientras comemos?

      ¡Un ictus! Me está pegando un ictus. No es coña, de verdad que la tensión se me acaba de disparar y solo puedo parpadear. ¿Noto mi lado izquierdo?, ¿y el derecho?

      Me pellizco ambos brazos.

      Sí, estoy bien. Puedo sentir mi cuerpo, es todo un alivio.

      —¿Comer?

      —Sí, Janna, espero que te guste comer.

      ¡Dios! ¡Me parto! ¡Esa sí que es buena! Si es lo único que hago cuando no trabajo. Incluso lo otro único que hago cunado no trabajo, es hacer maratones de pelis y series, y siempre lo hago comiendo.

      —¿Que