¿Qué le haría a mi jefe?. Kristine Wells

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Название ¿Qué le haría a mi jefe?
Автор произведения Kristine Wells
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418616174



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un montón de proyectos, carpetas y portafolios sobre la mesa. Nos dedicamos al diseño integral y casas, no solo arquitectos, sino también decoración, reformas… Nuestro lema: Todo lo que necesites, para todos. La verdad es que buena calidad a un buen precio, con un servicio impecable. Eso es porque no lo da Clark. Lo mío es la arquitectura, combinar lo moderno con lo clásico. Mi sueño es reformar una casa colonial… con un porche. Me derrito ante la idea.

      ¡Janna, céntrate!

      —¿Me has llamado? —Finjo que no me he dado cuenta de su movimiento de manos.

      Veo por su cara que no es feliz. Dudo que lo haya sido nunca, o que ni tan siquiera ganar la lotería lo logre.

      El traje caro que lleva y su corbata a rayas que vale mi sueldo de un mes, no pueden alejarle de lo que es, un maldito cretino.

      —Señor… —me impaciento al no obtener respuesta y ver que sigue observando carpetas y folios esparcidos por su escritorio.

      —Janna… —Me mira de arriba abajo y hace que yo también lo haga.

      Si voy monísima con mi vestido azul marino ajustado. La faja aprieta, pero me hace un abdomen y un culazo que ya quisieran muchas mises.

      —¿Sí, señor?

      Se sienta en su silla giratoria, tras su escritorio de cristal que padece horror bacui.

      —¿No deberías haberme traído el proyecto sobre el hotel que Stemphelton quiere construir en Cadwell?

      Lo miro algo desconcertada.

      —Mi reloj marca las once y la reunión…

      —No seas impertinente. —Se reclina en su silla y me mira con cara de pocos amigos.

      No lo soy, cabronazo sin corazón, pero aún no son las doce de la mañana. Sin embargo, la niña buena que hay en mí dice:

      —No era mi inten…

      —El señor Stemphelton ha cambiado la reunión a las doce, así que necesito tu informe ya.

      Miro mi carpeta y a él.

      —Claro, pero, pensé…

      Él me mira con el despotismo que es habitual en él.

      —¿Creíste que me acompañarías a la reunión con el señor Stemphelton?

      Hago un esfuerzo sobrehumano para no encogerme de hombros y demostrar lo mucho que me ha dolido ese comentario. Porque la verdad, creí que al menos me dejaría exponer mis ideas.

      —Pues te equivocas.

      —Claro, señor.

      Seguramente el jefe de área debe mirar que le voy a entregar al jefe antes de una reunión importante. Pero por eso...

      —Yo, anoche le dejé un borrador sobre su mesa.

      Veo por el rabillo del ojo que todas mis compañeras y compañeros están pendientes de mí. Esto no presagia nada bueno y si me despide tendré público.

      Menuda mierda.

      —Esta mañana he estado… terminándolo.

      —De cháchara con Claudia —me suelta a bocajarro—. No creas que no me he dado cuenta de que te gusta mucho más hablar que trabajar.

      Pero qué coño… será capullo.

      Eso es lo que quiero decirle, pero solo se me escapa un graznido.

      —Estaba añadiendo unos detalles…

      Señalo mi pequeña mesa compartida como si eso le diera a entender claramente que estoy trabajando arduamente en ello y que no tiene por qué despedirme.

      —Lo que dejaste sobre mi mesa ayer es una porquería.

      Mis ovarios sí lo es.

      —Es un gran proyecto —le digo con firmeza.

      —Que te viene muy grande.

      No es cierto.

      Él lo sabe. Y todo el mundo debería saberlo.

      —Es uno de mis mejores proyectos. No puedo creer que no le haya gustado.

      —No lo ha hecho.

      ¡Y una mierda!

      Sé que no es así. De creérmelo eso me partiría el corazón.

      Abro la boca para empezar mi discurso y defender mi obra, pero… ¡Ni siquiera puedo intentarlo!

      —Eres una incompetente. —¡Toma ya! Un proyectil directo a mi autoestima que me destruye—.Y no quiero incompetentes en mi equipo.

      —Yo… yo…

      No puedo hablar.

      Estoy en shock.

      ¿Qué coño está pasando aquí? ¿Me va a despedir? ¿Por qué? ¿Por haber hecho el mejor proyecto de mi vida?

      Entro en pánico.

      —¿Por qué demonios es tan cruel?

      No se le ocurrirá despedirme, ¿no? Puto engendro baboso.

      Dios mío no puedo perder este empleo. Lo necesito para pagar el alquiler y seguir viviendo en esta maldita ciudad que al parecer no está destinada a ser el lugar donde voy a triunfar.

      Veo cómo Clark coge los papeles que tiene guardados en la carpeta que anoche le dejé y me los lanza.

      Me aparto para evitar el impacto de la que fue mi carpeta.

      Los documentos se esparcen por todas partes, mientras escucho las palabras que no estoy preparada para digerir.

      —Si esto es lo mejor que sabes hacer… Estás despedida.

      No, no, no. Esto no puede estar pasándome a mí.

      —Seño…

      No me deja terminar.

      —El señor Stemphelton no da segundas oportunidades.

      Se levanta de la silla y me indica la salida, que es la puerta acristalada que él mismo ha abierto para que me vaya con viento fresco.

      —Señor…

      —Te di espacio para que pudieras hacer un simple proyecto y has fracasado. Tengo autoridad para despedirte y lo haré. No te quepa duda.

      No sé si montar el cólera o echarme a llorar.

      Opto por lo primero porque sabes que tu trabajo es espectacular. No solo has hecho los diseños de los lugares comunes, sino de cada una de las malditas habitaciones mimetizarse con el entorno. El spa es puro lujo, el jardín… joder, podría dormir en una puta hamaca en ese espectacular jardín que he diseñado.

      ¿Que hago basura?

      ¡Y un cuerno!

      —He dedicado dos meses de mi vida a este proyecto. Es lo mejor que he hecho nunca…

      —Eso no habla muy bien de tu talento.

      Abro la boca impactada por sus falsas palabras, pero no dejo que sus palabras me callen.

      —Si no aprecia mi trabajo quizás quien no sepa nada de diseño es usted.

      ¡Boom!

      La puerta del despacho está abierta, he lanzado la bomba y el silencio en la sala es ensordecedor.

      Veo a todo el mundo agazapado sobre su teclado, pero todas las cabezas nos miran. Somos una peli de sábado por la tarde con manta y palomitas.

      Va a despedirme, así que a la mierda con lo que es correcto y lo que no. Pero si algo tengo claro en esta vida, es que nadie va a tratarme así, por muy jefe que sea.

      —Será mejor que se largue, señora Roberts.

      —Podría llamarme Janna, como todo el mundo si no fuera