Mujeres universitarias, profesionales y científicas. Ruth López Oseira

Читать онлайн.
Название Mujeres universitarias, profesionales y científicas
Автор произведения Ruth López Oseira
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789587837919



Скачать книгу

el matrimonio y los hijos, sucumbirían las carreras profesionales (Velásquez, 1985; Herrera, 1995; López, 2002). Pese a ello, en la segunda mitad de la década del treinta las primeras bachilleres comenzaron a ingresar a carreras como derecho, medicina y odontología, y en los años cuarenta se graduaron las primeras ingenieras, aunque fueron casos excepcionales. A finales de la década del cincuenta, según Cohen (1971), casi el 25 % de la población universitaria eran mujeres.

      No obstante, una buena parte de las universitarias de esa época cursaban carreras cortas —de dos o tres años de duración— en un nuevo tipo de instituciones, los colegios mayores de cultura femenina, conocidos como universidades femeninas, cuya finalidad era reencauzar la educación y las posibilidades profesionales de las colombianas. Durante los años cuarenta se discutió mucho sobre la orientación de una educación superior que las preparase, pero sin “desfeminizarlas”, siguiendo las mismas carreras y profesiones que los hombres. El ministro de Educación afirmó en 1944: “Si no volvemos la mujer al hogar y el campesino al campo, no pasarán más de tres generaciones sin que Colombia haya dejado de existir como nacionalidad auténtica” (citado por Helg, 2001, p. 212).

      Las universidades femeninas contribuyeron a que se formalizara la enseñanza de profesiones como enfermería, bacteriología, auxiliar de cirugía, delineante de arquitectura, trabajo social, bibliotecología, orientación familiar, economía doméstica; y otras que implicaban un grado de formación inferior a las carreras universitarias habituales y eran consideradas más aptas para que ellas pusieran en juego sus “predisposiciones naturales” de escucha, cuidado, organización, delicadeza y protección.

      En 1945, en un discurso pronunciado en Medellín durante la inauguración del Colegio Mayor Femenino de Antioquia, el ministro de Educación, Germán Arciniegas, afirmó:

      La mujer que no tiene vocación para el estudio, está bien que se quede ordenando la despensa de su casa. La que tenga ánimos para estudiar ingeniería, que eche por ahí y, si a tanto llega, que vaya a la cabeza de los peones trazando carreteras. Queda sí, una muchedumbre de mujeres con vocación para el estudio, pero con una vocación que no siempre logra aplicarse o aprovecharse rectamente en las carreras tradicionales. (citado por López, 2010, p. 148)

      Germán Arciniegas Angueyra (Bogotá, 1900-1999) fue un intelectual, escritor, periodista, político y diplomático colombiano que destacó por su interés en el avance de la educación y la cultura en Colombia. Conocido como activo promotor de la reforma universitaria progresista, fue un temprano editor de revistas y obtuvo amplio reconocimiento en los años veinte como editor de Universidad, la revista de la Universidad Nacional de Colombia, a la que transformó en un activo agente de debate intelectual y político.

      También fue fundador y editor de la Revista de las Indias (1939) y de la Revista de América (1945), a través de las cuales divulgó el pensamiento americanista del cual fue devoto. Su actividad política comenzó en la época de la Revolución en Marcha (1934-1938) del presidente Alfonso López, y llegó a ser ministro de Educación entre 1941-1942 y 1945-1946 con los presidentes liberales Eduardo Santos y Alberto Lleras, respectivamente. En su segundo periodo tomó, entre otras, la iniciativa de reconducir la educación superior femenina, creando los controvertidos Colegios Mayores de Cultura Femenina, que ofrecían “medias carreras” a las mujeres que deseaban obtener estudios más allá del bachillerato y los estudios normalistas, como biblioteconomía, periodismo, auxiliar de laboratorio, delineante de arquitectura, etc. La feminista y sufragista colombiana Ofelia Uribe de Acosta (1900-1988) expresó lúcidamente en las páginas de la revista Agitación Femenina su desacuerdo con la intención de esta reforma de derivar hacia “profesiones auxiliares” a las mujeres que querían estudiar:

      Si el señor ministro quiere sustraer a la mujer del ambiente de coeducación [...] para dejar satisfechos a los retrógrados de todos los partidos que siguen sosteniendo la inferioridad mental de la mujer y negándole la condición de ciudadana.

      Sorprende que un sociólogo como el señor Arciniegas, ministro de Educación Nacional, tome el nombre de Colegio Mayor [...] para llevar a la mujer de hoy en pos del engañoso miraje de “los cursitos”, desplazándola así de las carreras o profesiones liberales, para colocarla en la deprimente situación de modesto auxiliar del profesional competente. (Uribe, 1946, p. 3)

      Así pues, acceder a la educación superior no implicó que las colombianas tuvieran las puertas abiertas a las disciplinas de ciencias e ingenierías. Para cursar este tipo de estudios debieron desafiar estereotipos aún más acentuados, no solo sobre su capacidad física e intelectual (“tener ánimos”), sino también acerca de lo inapropiado que podía resultar una mujer realizando un tipo de actividades (“echar por ahí” dirigiendo un grupo de trabajadores) propias de profesiones asociadas con atributos culturales masculinos (Arango, 2006a; Wajcman, 1991). Se sobreentendía que el perfil profesional de ciertos estudios y actividades laborales estaba dirigido a hombres y no a mujeres.

      Por estos antecedentes —y con motivo de la celebración del centenario de la fundación de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia - Sede Medellín— un grupo de profesoras decidimos realizar un estudio sobre las primeras ingenieras que se graduaron allí, a modo de tributo y reconocimiento a la labor de una generación que, quizá sin saberlo, abrió caminos para futuras estudiantes y profesionales.

      La Facultad de Ciencias Agrarias constituye un caso de estudio interesante debido a que se consolidó como un centro educativo de referencia en un ámbito estratégico para el desarrollo económico y social en Colombia. En 1914 se fundó la Escuela de Agricultura Tropical y Veterinaria en Medellín con el fin de impulsar la modernización agrícola del país; se esperaba que ayudara a difundir conocimientos técnicos, desterrar las prácticas empíricas y aumentar la productividad para afianzar un modelo agroexportador.

      En 1935 la institución pasó a denominarse Instituto Agrícola Nacional y funcionó como dependencia del Ministerio de Agricultura y Comercio, hasta que en 1938 pasó a formar parte de la Universidad Nacional de Colombia como Facultad Nacional de Agronomía. Junto a la Escuela Nacional de Minas (1886); Agronomía integró el núcleo inicial de una sede regional signada inicialmente por su enfoque dirigido a promover la aplicación práctica de los conocimientos científicos.

      Además, en el lapso entre la segunda mitad de los años cincuenta y las primeras décadas del siglo XXI, la facultad pasó de graduar a la primera ingeniera agrónoma del país a tener el mayor porcentaje de mujeres estudiantes de pregrado, con un notable 43.5 %, que supera al exiguo 34.5 % de la Sede Medellín en su conjunto. Esto supone una transformación significativa, pues muchas décadas después de que otras carreras se abrieran a las mujeres, las ingenierías del área agropecuaria y forestal todavía eran consideradas profesiones propias de hombres. El objetivo de nuestro estudio es contribuir a la comprensión de los contextos personales, sociales e institucionales que facilitaron estos cambios, así como averiguar si, bajo la apariencia de una integración normalizada, podían subyacer dificultades o inequidades menos explícitas.

      Autoras como Luz Gabriela Arango (2006a) y Judy Wajcman (1991, 2006) han planteado que algunos de los factores relacionados con la escasa representación de las mujeres en las ciencias exactas y las ingenierías tienen que ver con estereotipos de género que guían las expectativas individuales y sociales acerca de la feminidad y la masculinidad. Wajcman ha señalado, además, que la ausencia de mujeres estudiantes y profesionales en estas disciplinas resulta tan elocuente que la presencia de unas pocas es, a menudo, considerada como un acontecimiento singular que suscita una intensa atención pública, dando lugar a una errónea percepción de que se han superado las discriminaciones instituidas por el orden social de género.

      En este sentido, resulta interesante observar los casos contrastantes de las primeras ingenieras del país, graduadas en la Sede Medellín: la ingeniera civil y de minas Sonny Jiménez de Tejada, en 1947, y la ingeniera agrónoma Estela Escudero Mesa, en 1954. Mientras de la primera existe un importante registro en la memoria pública de la ciudad, sobre la segunda apenas hay un recuerdo difuminado y la información que puede conocerse con certeza se limita a la que publicó el diario regional El Colombiano el día de su ceremonia de graduación.

      Estela Escudero, que se