Redes de innovación como factor de desarrollo. Daniel Goya

Читать онлайн.
Название Redes de innovación como factor de desarrollo
Автор произведения Daniel Goya
Жанр Зарубежная деловая литература
Серия
Издательство Зарубежная деловая литература
Год выпуска 0
isbn 9789561708952



Скачать книгу

en comparación con los USD 200 a USD 700 invertidos por privados en países desarrollados.

      El informe cierra este análisis recalcando que, aunque la región parece estar en la senda correcta, debido a la mejora que se ha tenido en relación a su propio rendimiento en el pasado, el progreso sigue siendo insuficiente al compararlo con otras áreas emergentes del mundo, como Europa Central y Oriental y el Sudeste asiático.

      Y en estos temas claramente no hay que hacer benchmarkings complacientes, la competencia es global, y mejorar no sirve mucho si no se hace de manera proporcionalmente significativa con otros países que luchan por llegar al desarrollo.

      Chile actualmente corre el riesgo de seguir el camino de Argentina hace cuarenta años, y estancarse en su nivel de competitividad global. Si bien Chile en comparación con Argentina tiene una estabilidad y confiabilidad institucional muy superior, no se sitúa bien comparativamente (con el mundo, no con la región) en los temas relacionados con la innovación y la sociedad de la información, que no eran tan cruciales en el momento en que Argentina falló en dar el salto. Ahora las instituciones y la estabilidad macroeconómica son condiciones umbral o mínimas, y las que permiten lograr la diferenciación a nivel de país son las que Chile no ha desarrollado bien.

      Uno de los indicadores más usados para medir la innovación es la cantidad de patentes inscritas en EE.UU. por cada millón de habitantes de un país. Chile presenta 0,9, contra más de 270 de Japón o 260 de Taiwán (López-Claros et al., 2006). Hay una serie de consideraciones sobre el uso de patentes para medir la innovación que no serán analizadas, pero, de todas formas, los números son claros.

      Es extraño ver cifras tan malas, después que todos los reportes internacionales destacan la excelente situación de Chile. Pero basta entrar a mirar la primera descomposición del Índice de Competitividad para el Crecimiento para descubrir que la realidad de Chile no es tan buena. El índice, en que Chile ocupa la posición 27 de 75 países el año 2002 (McArthur y Sachs, 2002), se descompone en tres factores (cada uno de los cuales se descompone en otros subfactores): Tecnología, Instituciones Públicas y Ambiente Macroeconómico. La posición 27 de Chile se obtiene al promediar los tres, pero al verlos por separado, Chile está 21 en los últimos dos, y en una mucho menos honrosa posición 42 en Tecnología.

      Y este es precisamente el que más se relaciona con la capacidad de los países de pasar a integrar el grupo de países desarrollados, o sea, la buena posición se debe a la política macroeconómica y a la solidez institucional, y no al estar preparados para crecer en base al desarrollo tecnológico.

      Siguiendo con los datos, en Chile la inversión en I+D alcanza un 0,7% del PIB, contra, por ejemplo, un 2,8% de EE.UU. o un 4,7% de Israel. Pero al analizar en detalle ese gasto, se encuentran cosas más preocupantes. En Chile el 64% del total viene del gobierno, en EE.UU. es un 30,2%, Israel un 24,7%, Corea del Sur un 25%. Hay otra pregunta más, ¿en qué tipo de investigación se invierte? En Chile el 55,3% es investigación básica, vs. un 12,7% en Corea del Sur o un 18,4% de EE.UU. (Takoma y Zahler, 2004, citados por Benavente, 2004). Esto es de suma importancia, la investigación básica, si bien puede servir para acercarse a la frontera de la ciencia en ciertas disciplinas, por sí misma no se traduce en innovación; se requiere investigación aplicada para que la ciencia se convierta en tecnología comercialmente explotable.

      Como dijo Porter en su visita a Chile el año 2005, “El problema de Chile es que no se está impulsando la productividad a la tasa necesaria... y la ciencia y tecnología tienen un rol fundamental en ello”9. En enero de 2005 José Miguel Benavente comentaba: “¿Cómo lo han hecho los otros países? todos los países de la OECD, todos, lo han hecho con un plan y una estrategia”10.

      En noviembre del año 2005 se dio un paso crítico para la competitividad y desarrollo nacional, por mandato del Presidente de la República se constituyó el Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad (CNIC), con el objetivo de “definir los lineamientos que se requieren para generar las bases de una estrategia de innovación nacional”11. Se comprendía entonces que, tal como había ocurrido en muchos de los países que ya están acercándose al desarrollo, el Estado debía preocuparse de generar una estrategia nacional a largo plazo para mejorar la competitividad nacional, fomentando la innovación para lograr el desarrollo.

      Como indica el primer informe del CNIC, “estamos obligados a seguir un camino alternativo de mayor esfuerzo –también de menos certidumbre– y aprovechar la explotación y exportación de nuestros recursos naturales que nos ha favorecido hasta hoy para perfeccionar y dar coherencia a nuestro sistema de innovación e invertir en capital humano, aumentar nuestro esfuerzo en Investigación y Desarrollo (I+D) e Innovación y generar un círculo virtuoso entre ambas. Para ello, se hace necesario aprovechar las ventajas de los incipientes clusters basados principalmente en recursos naturales, para generar en torno a los mismos prácticas de innovación que, aumentando la productividad primaria, nos permitan transformar nuestras ventajas estáticas en dinámicas” (CNIC, 2006).

      El mismo informe recalca sin embargo que “Chile es aun un país en desarrollo emergente, limitado en dimensión y recursos, por lo cual resulta inevitable que la mayor parte del nuevo conocimiento científico y tecnológico se seguirá produciendo más allá de nuestras fronteras.[…] Los procesos de adaptación y adopción tecnológica tendrán un significativo componente de transferencia tecnológica local, de una empresa innovadora a otras, y entre regiones del país, todo lo cual liga la transferencia tecnológica a los procesos de información y difusión tecnológica” (Ibíd.).

      Y en relación a esto último, el informe nombra entre los criterios estratégicos la promoción de la “asociatividad entre empresas, y entre estas, universidades y entidades tecnológicas y de investigación“, el “difundir las mejores prácticas y tecnologías ya en uso en una o más de nuestras empresas líderes al resto de las empresas nacionales, en particular a la pequeña empresa emergente” (Ibíd.), y al considerar las fallas de coordinación que dificultan la innovación (oferta y demanda tecnológica, masa crítica de recursos humanos, infraestructura e inversión), propone “priorizar el esfuerzo de innovación en torno a clusters existentes en que ya se han creado las masas críticas de los factores necesarios para el éxito de la innovación empresarial”(Ibíd.).

      Estos criterios estratégicos coinciden claramente con lo aquí planteado sobre la necesidad de intercambio de conocimiento entre empresas. Por otra parte, los clusters son precisamente uno de los prismas que se considerarán para estudiar el tema de las redes de innovación.

      A continuación se comentarán algunos casos de países que han logrado dar el salto que Chile necesita.

      La excelente situación en que está Chile en relación a la región no debe llevar a la complacencia, al compararse con los países que realmente debería hacerse la situación es preocupante. Alfredo Piquer, Presidente de la Asociación Chilena de Empresas de Tecnologías de Información, comenta que “si vemos otros países como Corea o Taiwán la innovación es un tema obvio, no es un tema que haya que discutir, y se destinan grandes cantidades de recursos a innovación; acá en cambio es un tema irrelevante para la población en general” (Piquer, 2005).

      Hay una serie de países que han ido más allá de ser promesas, y han salido del montón para ocupar los primeros puestos en innovación y competitividad a nivel mundial, como Irlanda, Singapur o Hong Kong12.

      Finlandia es quizás el ejemplo más espectacular, a comienzos de los noventa tuvo una crisis que hizo caer en 10% el PIB y aumentar del 3% al 17% el desempleo. Diez años después estaba en el primer lugar de competitividad mundial. Si bien la presencia de Nokia en el país es un factor clave –representa el 20% de las exportaciones, y poco menos de la mitad del 10% del PIB destinado a I+D– no debe desmerecerse el esfuerzo de la economía en su conjunto. Las industrias tradicionales también aumentaron su productividad, y surgió un gran cluster de industrias tecnológicas (Pekka, 2005).

      Dentro de los factores que explican este cambio están un altísimo nivel educacional, buenas instituciones públicas, apertura internacional de la