Название | Una temporada de escándalo |
---|---|
Автор произведения | Catherine Brook |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788417500269 |
Una temporada de escándalo
Catherine Brook
Los personajes y situaciones que se narran en esta historia son ficticios, cualquier hecho parecido a la realidad es mera coincidencia.
Una temporada de escándalo
©Catherine Brook
©De esta edición: Red Apple Ediciones
Diseño de la cubierta y maquetación: Isla Books Studios
Imagen de la cubierta: ©lakow
Bajo las sanciones establecidas por las leyes queda rigurosamente prohibidas, si la autorización expresa de su titular, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecánico o electrónico, actual o futuro —incluyendo la impresión para su posterior copia o la difusión a través de “amigos” en internet—y la distribución de ejemplares de esta edición o posteriores y futuras mediante alquileres o prestamos públicos.
Prólogo
Inglaterra, 1816.
Muerto. Henry Blane estaba muerto.
Andrew Blane pasó las manos por sus rubios cabellos en un gesto de desesperación y miró el cuerpo inerte de su padre incapaz de creer sus ojos no le estuvieran jugando una mala pasada. No podía estar muerto y él no podía ser el culpable. Todo lo que había dicho, lo había pronunciado guiado por la rabia. Nunca fue su intención que su padre muriera del coraje.
Admitía que no sentía especial afecto hacia su progenitor, pero eso no significaba que deseara su muerte, y mucho menos que esta no le doliera.
Paseó de un lado a otro de la habitación incapaz de permanecer quieto. La culpa empezaba a apoderarse de él y eso no le gustaba.
Cuando había entrado en la habitación hace poco más de veinte minutos y había visto la expresión de desprecio y desaprobación en el rostro de su padre, aún más intensa de lo común, supo que algo no estaba bien, y no había tardado en descubrir qué.
Alguien, posiblemente su administrador, había informado a su padre de la considerable reducción que habían sufrido las arcas familiares; siendo Andrew el responsable del dinero debido al estado de salud de Henry Blane, la culpa cayó toda en sus hombros. Era su culpa, no lo negaría, había invertido en malos negocios, no había analizado bien ciertos contratos y eso le había costado una gran perdida de dinero.
Henry se había puesto furioso, y no solo porque su hijo había derrumbado el esfuerzo de toda una vida, no; se había puesto furioso porque llegó a la conclusión de que Katherine, su hija predilecta, había sido casada por conveniencia. Ahí es que había perdido la paciencia, y es que después de veinticinco años intentando ganarse su favor, su favorita siempre había sido Katherine.
Andrew se había enojado mucho, y en un arrebato de rabia que le fue imposible evitar, contó a su padre el verdadero motivo de la boda de su hermana. Le dijo que esta se había tenido que casar porque había sido encontrada en una situación comprometida y también le confesó que la muy insensata había intentado huir para evitar el matrimonio que la salvaría de la ruina.
Fue entonces cuando sucedió. Su padre se había puesto rojo de rabia, y empezó a quejarse de un dolor bajo el brazo. En pocos minutos, en los que Andrew no había sabido que hacer, su padre cayó al piso, muerto.
Desesperado, y sabiendo que le sería imposible confesar la verdad, bajó y mintió diciendo que había encontrado a su padre muerto.
A Andrew le hubiera gustado creer, para aligerar su conciencia, que su padre murió por la decepción que sintió al enterarse de que su hija preferida había caído en un escándalo de tal índole, pero en el fondo sabía que no era así; Henry Blane amaba mucho a Katherine para que algo así le afectase tanto. No, él había muerto al escuchar la forma en la que él había hablado de Katherine.
No es que odiara a su hermana, porque no lo hacía; de hecho, siempre habían tenido una relación llevadera, de hermanos, incluso había soportado los arrebatos dramáticos de Katherine y esquivado uno que otro jarrón. Su relación siempre fue buena, al menos hasta que un sentimiento de lo más detestable entró en acción; la envidia. En el momento en que se dio cuenta de que Kate era la preferida de su padre, y que todos sus esfuerzos por ganar su favor caían en saco roto, todo el afecto que le tenía a su hermana fue sustituido por envidia.
Esa envidia y esa rabia acumulada durante tantos años, sumado al sentimiento de culpabilidad por la muerte de su padre, fue lo que lo llevó a decirle a su hermana, después del entierro, esas palabras de las que tanto se arrepentía, donde la acusó de la muerte de su padre sabiendo que no era cierto.
—Tal vez padre murió por la decepción de saber que su hija preferido había caído en un escándalo y no era tan perfecta como creía —había dicho.
Sabía que no era justificación, pero no podía decir más en su defensa. Solo cuando Kate le había gritado «te odio» llena de dolor, había reaccionado.
Muy tarde se dio cuenta de que había estado actuando mal toda su vida; que la juzgó muy duramente. Así como él había sufrido por la indiferencia de su padre, ella había sufrido por la de su madre, que admitía siempre lo prefirió a él. Ninguno de los dos era culpable, solo víctimas de la preferencia de sus progenitores. El único problema consistía en que se había dado cuenta demasiado tarde. Su padre estaba muerto, su hermana lo odiaba y posiblemente jamás se lo perdonaría, pero se lo tenía merecido, porque él tampoco se lo perdonaría nunca.
** ** *** **
Por más que lo intentó, Adrianne Bramson no podía creer ni entender lo que su gemela Amber acababa de informar a la familia. Claro que nadie culparía su lenta capacidad de asimilación, pues cuando una se enteraba de que su prometido acababa de fugarse con otra a tres días de su boda con ella, era normal que su cerebro se negara a creer y entender los motivos.
Técnicamente la había dejado plantada en el altar. Todo estaba listo; las flores, el vestido, la organización del banquete, la orquesta, todo; bueno, solo faltaba algo, el novio.
El compromiso entre ella e Ian había transcurrido tan normal como los otros, por lo que no podía entender el motivo que lo impulsó abandonarla, justo a unos días de la boda cuando tuvo tres meses para retractarse y sabiendo, como sabía que ella lo amaba más que a su vida. Se había enamorado de él en el primer momento en que lo vio, y creía que él también sentía lo mismos por ella. Él empezó a cortejarla y su alegría no pudo ser mayor cuando le propuso matrimonio, pero ¿Para qué lo hizo? ¿Para aumentar su alegría y abandonarla a tres días de la boda? ¿La había hecho anhelar cada minuto el momento en el que se volvería su esposa solo para al final romperle el corazón?
Contuvo las ganas de llorar. No se mostraría débil ante su familia, no les haría ver lo mucho que ella sufría.
Armándose de valor, se atrevió a mirarlos a los ojos para evaluar sus reacciones.
Su padre, rojo de rabia, despotricaba una serie de insultos olvidándose de las damas presentes. Su madre mostraba una expresión de clara indignación y su hermana…su hermana la veía con tristeza y…
«Compasión no, Amber, compasión no» rogó en silencio. En ese momento se veía capaz de soportar todo, menos la compasión.
—¡Esto es indignante! —bramó el Señor Bramson levantándose de su asiento—. ¡Nadie le hará esto a una hija mía! ¡Lo retaré a duelo apenas regrese y lo mataré!
—No, no lo hará padre, cálmese por favor —intervino Adrianne utilizando hasta el