Épsilon. Sergi Llauger

Читать онлайн.
Название Épsilon
Автор произведения Sergi Llauger
Жанр Языкознание
Серия Pluma Futura
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788412130799



Скачать книгу

sus sienes… Echó la vista arriba. Ese ruidoso chisme tardaría en llegar a la superficie, se dijo. Volvió a mirar al dron. Cualquier enfrentamiento fortuito que tuviera de ahora en adelante no haría más que complicarle las cosas de cara a su futura defensa. Y eso en el mejor de los casos…

      El elevador acabó su recorrido sin complicaciones y se transformó de nuevo en el suelo del búnker, una grata sorpresa que no duró demasiado. Fue al dar un paso en dirección a la salida cuando ocurrió lo que más temía: una potente sirena de alarma retumbó por las paredes y ya no dejó de hacerlo.

      —Joder… —se desesperó. Rob era rápido.

      Como toda acción que conlleva una reacción, el dron, todavía de espaldas a él, activó sus fusiles. Jacob decidió anticiparse y jugársela al todo o nada: dio una voltereta al tiempo que la mortífera máquina en modo de ataque rotaba para encarársele. Pudo esquivar por los pelos la ráfaga letal de disparos que agujerearon la pared, no sin que uno le rasgara el muslo derecho y le hiciera sangrar. No obstante, al rodar por el suelo se quedó en una posición ventajosa, detrás de la esfera del robot. No tendría otra oportunidad como aquella. Desenfundó veloz su revólver, que ya estaba ajustado al máximo de su potencia, y apuntó con certeza a la placa cuadrada que se disimulaba en el extremo inferior de la cabeza. El tremendo cañonazo hizo saltar algunas piezas y crujir los circuitos del TK-IV, que pareció enojarse y comenzó a disparar sin control y a emitir sonidos ininteligibles. Jacob, sin saber bien qué demonios se hacía, se abalanzó sobre el dron y metió el brazo en la cavidad resultante, entre sacudidas y disparos aleatorios; agarró tantos cables, hierros y chips cibernéticos como le cupieron en la mano y tiró hacia afuera con todas sus fuerzas, acompañándose de un grito desgarrador. Un chorro aceitoso de color negro le salpicó en todo el rostro.

      Algo crucial debió de estropearse en el interior de la máquina. Su ojo rojo empezó a parpadear y sus piernas robóticas flaquearon. Jacob se apartó de él como un cangrejo y se frotó la sustancia viscosa de los ojos para poder ver.

      —Que tenga… —balbuceó el dron—. Que tenga… un gran... un gran… día —su voz electrónica se apagó al tiempo que su alma artificial moría entre chispazos y espasmos. Se desplomó sobre el suelo con un gran impacto sonoro y ya no se movió. Un objeto inútil, chatarra de desguace.

      La alarma siguió sonando, pero Jacob se tomó un breve instante para recuperar el aliento. Aquello le había cabreado de verdad. Exhausto, se puso en pie, introdujo la combinación que había memorizado a su llegada y abrió la puerta que daba al exterior de un empujón. El sol le dio en la cara manchada por el líquido negro. Caminó cojeando hacia el quad.

      —¿Que tenga un gran día …? —escupió al suelo los restos del aceite que aún le quedaba en la boca. La pierna le estaba empezando a doler bastante—. Será cabrón.

      Se puso el casco, se montó en el vehículo y tomó rumbo a Paradise Route.

      Menudo primer encargo después de un tiempo retirado. Desde ese preciso instante, se dijo, el tiempo de las formalidades y de los buenos modales acababa de irse al maldito infierno.

      7

      Querido ciudadano, ¿te sientes solo? ¿Todos tus parientes y conocidos te esperan ya en Épsilon? Encuentra ese amigo especial que necesitas en el robot social Poli-bot. El único que es capaz de mantener una conversación fluida y real gracias a su vocabulario almacenado de más de quince mil palabras. Pide tu robot social Poli-bot y te lo entregaremos en menos de cuarenta y ocho horas. A partir de ahora, podrás beber acompañado”.

      Detuvo el vehículo antes de llegar a la barricada de la frontera, a la sombra de una pequeña colina de arena y escombros. La pierna ya le sangraba de forma escandalosa, así que se bajó del quad y se la examinó con cuidado. A su juicio, la herida no resultó ser demasiado severa. El tajo en el muslo era poco más que superficial, de unos diez centímetros de largo. Nada que no pudiera solucionar con unos cuantos puntos y desinfectante… siempre que no tardara demasiado. Por el momento, y aunque le fastidió tener que estropear su ropa, se rasgó con el cuchillo una tira de tela de su chaleco y se aplicó un torniquete por encima de la rodilla. El verdadero problema era que tenía gran parte del pantalón manchado de rojo y eso llamaría la atención a los guardias de la frontera. Pensó que ya se le ocurriría algo. Lo primero que debía hacer a continuación era llamar a Fergus. Cogió un discreto transmisor de su cinturón, cuya onda de alcance solo cubría el perímetro de Paradise Route, y marcó el botón de comunicación directa con el profeta.

      Tan solo hizo falta un tono.

      —¿Jacob? —Este se apresuró a contestar—. Jacob, ¿dónde estás?

      —Fergus, ha surgido un problema —fue lo primero que se le ocurrió decir.

      —¡¿Un problema?! —se exaltó—. Me acaban de informar de que has agredido a un vigilante de seguridad y de que te has cargado al maldito dron que custodia el acceso al complejo. ¡¿A eso lo llamas un problema?! ¡Yo diría que más bien es una jodida declaración de guerra! He escuchado cosas que, por mi madre, prefiero no creer; prefiero… —buscó la palabra adecuada— prefiero pensar que dentro de poco despertaré de una de esas pesadillas surrealistas que me atormentan cuando tomo demasiados somníferos. Así que dime que no es cierto, Jacob. Dime que lo que nos están contando desde el CENT es una especie de broma de mal gusto o algo así, porque si no estamos acabados, ¿vale? Tú y yo.

      —Tienes que creerme, yo no fui —aseguró, más sereno de lo que esperaba—. No pude convencer al vigilante, como tampoco puedo demostrártelo ahora mismo, pero consígueme tiempo… —se calló un instante—. Necesito desaparecer unos días. Encontraré al verdadero responsable.

      —Que me partan los nervios de un porrazo, Jacob. ¡Todo el mundo va a creer que has sido tú!

      —¿Y tú qué crees? —dijo serio.

      —¿Qué más da lo que yo crea? ¿Piensas que tengo la suficiente influencia como para frenar y encubrir todo esto? —habló más flojito, como si temiera que alguien de su alrededor lo oyera—. ¿Pero acaso eres consciente de hasta qué punto la has cagado? En una hora saldrás en la puñetera Nube como el hombre más buscado de Paradise Route. Van a mostrar la imagen de tu cara en todos los holopaneles de la ciudad. ¡El resto de cazadores de recompensas se van a frotar las manos en cuanto pongan precio a tu cabeza!

      —Me conoces desde hace años. Sabes que soy de fiar. Nunca te he dado motivos para que sospeches nada. Me han tendido una trampa: alguien se ha hecho pasar por mí para cometer este robo y pienso encontrarle.

      —Mira, te aprecio, Jacob, de verdad. Pero está claro que no podré ayudarte si no me dices dónde demonios estás. Necesito que me expliques con todo detalle lo que ha ocurrido allí adentro y después, ya veremos. Te prometo que haré todo lo que esté en mi mano… —se le escuchó suspirar—, aunque no sé si eso será suficiente.

      Ambos enmudecieron unos segundos.

      —Podemos vernos frente a la fuente del Goliat, cerca de la estación este —sugirió el mercenario.

      —Sé dónde está. ¿Cuándo?

      —En una hora, quizá un poco más. Consígueme al menos ese tiempo antes de que se haga público. Es lo único que te pido.

      —Veré qué puedo hacer. ¿Dónde estás ahora? —insistió.

      —¿Acaso eso importa?

      —Jacob, no puedo fiarme de ti si tú no confías en mí. ¿Pero qué te pasa, eh?

      —Me encuentro cerca de la frontera —dijo tras pensarlo—. Cogeré el monorraíl de la estación oeste.

      —Está bien. ¿Prefieres que mande a alguien de confianza a buscarte?

      —No —repuso rotundo—. Nos vemos en la fuente del Goliat en una hora. Ven solo. Hasta entonces, Fergus —colgó el transmisor y se lo guardó en el cinturón.

      Volvió a palparse la herida. Mierda, cómo escocía; imaginó