Название | El Pueblo del Hielo 2 - La caza de brujas |
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Автор произведения | Margit Sandemo |
Жанр | Языкознание |
Серия | La leyenda del Pueblo del Hielo |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788742810132 |
—No me refería a eso, Silje.
Ella lo miró, agresiva y desafiante. Sabía perfectamente bien a qué se refería.
—El caballo tendrá que pasar —dijo ella, tensa—. Lo necesitamos, ¿no?
—Sin duda.
—Y él nos necesita.
Tengel apartó la vista, ocultando el rastro de sonrisa ante su determinación, que hacía que las mejillas de Silje se tiñeran de un rosado rojizo. Ella lucharía hasta la muerte por su caballo de ser necesario. Él lo sabía.
Una vez más, el gran afecto que Tengel sentía por su joven esposa lo abrumó tanto que sus ojos se llenaron de lágrimas. Luego, parpadeó rápido y limpió las gotas en su rostro.
Paso a paso, avanzaron con dificultad sobre las rocas puntiagudas e irregulares. Intentaron avanzar, quedaron atascados y se vieron obligados a probar otro camino. El caballo sin duda era su mayor problema, pero ahora todos tenían muy claro que iba a ir con ellos.
Luego, llegó el momento inevitable en el que se detuvieron y miraron melancólicos el valle desierto del Pueblo del Hielo.
Apenas podían verlo ya. Sabían que su hogar estaba en alguna parte bajo la espesa manta de humo que cubría el valle. Era un hogar y un valle al que nunca regresarían.
Permanecieron en silencio un largo tiempo. Dag lloraba, pero intentaba ocultarlo porque no quería demostrar cuánto comprendía de la situación. Tengel lo abrazó.
—Echaré de menos el valle —sollozó Silje—. Nuestra familia fue feliz allí.
—Sí.
—Es mejor no guardarle resentimiento a los niños que molestaban a los nuestros. Cuando no tienes nada de lo que estar orgulloso, necesitas un chivo expiatorio para sacar tu furia. Los descendientes de Tengel, el Maligno, son una opción obvia.
—Tienes razón, Silje.
—Tengel, ¿recuerdas lo que una vez nos dijo Hanna? ¿Que éramos los últimosque quedaban del Pueblo del Hielo? ¡Nosotros y nadie más!
—Sí, lo recuerdo. Y me temo que ahora comprendemos lo que quiso decir.
—No habrá más supervivientes en el valle. Oh, Tengel, no puedo soportarlo. ¡Siento que me asfixio! —Si pensaba en cada habitante del valle, en los niños… No, era demasiado horrible. No podía hacerlo, no lo haría.
—¿Y Eldrid… y su esposo? Después de todo, ella también pertenecía a la estirpe del Pueblo del Hieloel Pueblo del Hielo.
—Su linaje morirá con ella.
—¿Y Heming?
—Es probable que Heming haya muerto.
Silje notó que las manos de Sol retorcían con fuerza la parte superior de la bolsa que sujetaba. Con los dientes apretados, dijo una y otra vez lo mismo, en un susurro prácticamente inaudible:
—Heming. Heming. Así se llama.
Dag fue más pragmático.
—¿Se supone que entonces hemos tenido suerte?
—Ya lo creo —respondió Tengel a secas—. Ahora, vamos: necesitamos avanzar.
—¿Caminaremos toda la noche?
—Sí, porque no hay lugar donde podamos descansar y la noche está bastante iluminada. Es muy importante que consigamos una buena distancia de ventaja, en caso de que nos estén siguiendo. Pronto saldremos al glaciar. Es un sendero largo y peligroso, pero no tenemos otra opción. Creo que lo mejor es que camine al frente con un palo para tantear el camino, paso a paso. Tendremos que caminar en fila, uno tras otro, incluso el caballo, por muy pesado que sea. Debemos amarrar algo a sus cascos para distribuir el peso.
Silje asintió. Había montado a los niños en el caballo y ahora ella caminaba junto a Tengel a través del sendero irregular y pétreo del desfiladero. Silje guiaba al caballo con cuidado para que el animal supiera dónde pisar. El caballo estaba nervioso y se negaba a avanzar todo el tiempo, temeroso ante el paisaje lúgubre e inhóspito y aquel suelo bajo sus cascos.
El Valle del Pueblo del Hielo ya no estaba a la vista.
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