El Pueblo del Hielo 2 - La caza de brujas. Margit Sandemo

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Название El Pueblo del Hielo 2 - La caza de brujas
Автор произведения Margit Sandemo
Жанр Языкознание
Серия La leyenda del Pueblo del Hielo
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788742810132



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      La caza de brujas

      La leyenda del Pueblo del hielo 2 – La caza de brujas

      Título original: Häxjakten

      © 1982 Margit Sandemo. Reservados todos los derechos.

      © 2020 Jentas A/S. Reservados todos los derechos.

      Traducción Daniela Rocío Taboada,

      © Traducción, Jentas A/S. Reservados todos los derechos.

      ePub: Jentas A/S

      ISBN 978-87-428-1013-2

      Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin la autorización escrita de los titulares de los derechos de la propiedad intelectual.

      Agradecimientos

      La leyenda del Pueblo del hielo está dedicado con amor y gratitud al recuerdo de mi querido esposo fallecido Asbjorn Sandemo, quien convirtió mi vida en un cuento de hadas.

      Margit Sandemo

      La leyenda del Pueblo del hielo

      Mucho tiempo atrás, hace cientos de años, Tengel el Maligno, despiadado y codicioso, vagó por el desierto para vender su alma al diablo y así conseguir todo lo que deseara. Con él comenzaba la leyenda del Pueblo del hielo.

      Lo invocó con una poción mágica que había preparado en un caldero. Tengel lo consiguió; obtuvo riquezas y poder ilimitado, pero a cambio de maldecir a su propia familia: un descendiente de cada generación serviría al diablo realizando hazañas infames en su nombre. Tendrían ojos de gato amarillos ¬—la marca de la maldición— y poderes mágicos. Y un día nacería alguien que poseyera las mayores habilidades sobrenaturales de las que el mundo había visto. La maldición recaería sobre la estirpe hasta que encontraran el lugar donde Tengel el Maligno enterró el caldero con el que preparó el brebaje que convocó al Príncipe de las Tinieblas.

      Eso cuenta la leyenda. Nadie sabe si es verdad, pero en el siglo XVI, nació un niño maldito entre el Pueblo del hielo. Intentó transformar el mal en bondad; por eso lo llamaron Tengel, el Bueno. Esta leyenda trata sobre su familia. De hecho, sobre las mujeres de su familia; las mujeres que tuvieron en sus manos el destino del Pueblo del hielo.

      Capítulo 1

      En lo profundo del Valle del Pueblo del Hielo, una familia atravesaba el lago en un pequeño bote. Los remos crujían contra los escálamos cada vez que las palas se deslizaban suavemente a través del agua calma. Tres niños conversaban sin parar sentados en la popa. Sus voces agudas reverberaban sobre el lago. Sol sonaba arrogante, como era habitual. Dag hablaba con calma y levemente distante; las fantasías de los cuentos de hadas de Liv quedaban ahogadas por los otros dos.

      Silje iba sentada en medio, observando cómo remaba Tengel. El hombre tenía toda su atención en los niños. Siempre le preocupaba que algo les sucediera. Pero habían gozado de una buena crianza y podían comportarse como quisieran, dentro de ciertos límites. Por eso Silje pensaba que no era necesario que él los vigilara con tanta atención, aunque entendía sus motivos para hacerlo. Era un hombre que se había resignado a llevar una vida vacía y solitaria, pero ahora cuatro personas dependían de él. Lo respetaban y le daban el amor que él solo había imaginado en sus sueños más secretos. Silje estaba muy orgullosa de su pequeña familia. Su esposo, Tengel, era temido y excluido… aunque solo ella sabía que su apariencia atemorizante y demoníaca escondía un ser humano excepcional. En cuanto a los niños, su corazón se alegraba solo con pensar en ellos.

      Sol, siempre alegre y enérgica, era un dilema: estaba contaminada con la sangre de Tengel, el MalignoMaligno y la tragedia se cernía sobre ella. Dag era un soñador rubio e inteligente; y la pequeña Liv, la menor, imitaba a los mayores en todo. Se parecía a Silje en muchos aspectos. Tenían la misma melenarizada, color castaño, los mismos ojos tímidos y expresivos, y la sonrisa constante. También compartía la imaginación vivaz de Silje. Veía trolls en todas partes, imaginaba seres entre las sombras y las cosas cotidianas, conversaba con los árboles… «Querida Liv», pensó Silje, «si sigues mis pasos, tu vida será rica y versátil, pero eres demasiado sensible. Temo que la vida te deparará muchosreveses.»

      Silje se negaba a volverse para mirar a los niños. Siempre le dolía ver lo mal vestidos que estaban. A Sol ya le quedaba demasiado pequeño su vestido. Los pantalones y la chaqueta de Dag los habían confeccionado con las faldas gastadas de Silje… y demostraban que era una costurera desastrosa. El pesado vestido de lana oscura de Liv lo había hecho con unos pantalones de Tengel: ahora era un atuendo sin forma del que las vecinas se burlaron sin complejos. Solo pensar en ello hacía que Silje se muriera de vergüenza.

      Habían extendido la red para pescar mientras regresaban a la orilla. Como era una cálida tarde de verano, permitieron que los niños acompañaran a sus padres: los críos estaban entusiasmados.

      Mientras remaban, Silje miró las montañas que rodeaban el Valle del Pueblo del Hielo por todos lados. Ahora estaban bañadas del oro pulido del sol poniente. Silje vio una vertiente abierta entre dos cimas.

      —Sabes, Tengel, he pensado varias veces que debe haber un modo de atravesar las montañas allá arriba. —Tengel apoyó los remos y siguió la mirada de Silje.

      —Pocos han logrado atravesarlas, pero no lo recomendaría. Por el otro lado llegas al glaciar. Y es muy difícil bajar desde allí.

      —Entonces, ¿has ido?

      —Una vez hace mucho años. Después juré que nunca volvería a hacerlo.

      El bote tocó fondo. Los niños se empujaron para ver quién era el primero en bajar.

      —Calma, calma —dijo Tengel con seriedad. Fue lo único que necesitaba decir. Tenía cierto poder que al mismo tiempo irradiaba amabilidad y amor.

      Silje sabía que los niños lo idolatraban.

      Todos cargaron con algo camino a la casa. Los niños habían aprendido hace mucho tiempo que para sobrevivir en la naturaleza, todos debían ser responsables.

      Liv estaba cansada tratando de abrirse camino entre los arbustos de enebro, así que Tengel la alzó sobre sus hombros. Sol y Dag iban caminando a cada lado de Silje.

      Sol parecía pensativa. Su rostro alegre, enmarcado por sus rizos oscuros, estaba extrañamente serio.

      —¿Por qué yo te llamo Silje, pero Dag y Liv te llaman mamá?

      Silje tomó la mano de Sol.

      —Es una larga historia. Siempre me has llamado Silje.

      Ahora, ambos niños la miraban expectantes.

      —Hoy, los otros niños nos llamaron «bastardos» a Dag y a mí. ¿Qué quiere decir? —preguntó Sol, con los ojos curiosos abiertos de par en par.

      Silje sintió un escalofrío en la columna.

      —¿De verdad os llamaron así? No pueden decir eso. —Se detuvo—. Pero creo que ya tienes edad suficiente para oír la historia —decidió—. Ahora tienes siete años, Sol, y Dag casi cinco. Pero Liv apenas tiene tres; aún no lo comprenderá. ¡Tengel! —gritó. Él se detuvo. Habían llegado a su propiedad, al prado bajo la casa—. Hoy han llamado « bastardos» a los niños..

      —¿Qué?

      —Quieren saber la verdad —respondió Silje. Estaba nerviosa y ansiosa a la vez—. Por favor, lleva a Liv a casa mientras les cuento a Sol y a Dag toda la historia. Creo que es hora de hacerlo, ¿no?

      Tengel vaciló y los miró, pensativo.

      —Sí, es por su bien —dijo al fin—. Regresaré después de acostar a Liv. Vamos, Liv. Estás tan cansada que apenas mantienes los ojos abiertos. —Silje, Sol y Dag tomaron asiento junto al arroyo, sobre unos troncos viejos donde habían apoyado los cántaros de leche para enfriarlos. El agua burbujeaba suavemente cuando Silje comenzó su historia. Los niños permanecían muy quietos, deseosos de oír cada palabra.