Название | Género y sexualidades en las tramas del saber |
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Автор произведения | Группа авторов |
Жанр | Сделай Сам |
Серия | |
Издательство | Сделай Сам |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789875993297 |
•Elizabeth Badinter (1981) analizó el momento en que “el amor maternal” florece en Occidente. Recién en el siglo XVII las mujeres francesas acomodadas comienzan a preocuparse por la salud de sus retoños. Hasta ese momento las nodrizas se ocupaban del amamantamiento y la crianza, mientras las damas de la nobleza y la alta burguesía seguían disfrutando de sus lujos. En lugar de pensar que el escaso apego a los hijos e hijas fue producto de la alta mortalidad infantil del Medioevo, Badinter se pregunta si no fue esa desprotección y falta de cuidado la que disparó los decesos que hubieran tenido en la leche materna un buen antídoto. Este trabajo se animó a historiar algo aparentemente tan natural e innato como el instinto maternal, cuestionando la base de muchos de los límites que encuentran hoy en día las mujeres para su desarrollo profesional y personal.1
•Marilyn Yalom (1997) realizó una provocadora historia del pecho. La autora recorre los distintos significados que ha tenido y tiene esta parte del cuerpo femenino: su lado sagrado, erótico, doméstico, psicológico, comercial y político. Analizando pinturas, esculturas, la literatura, la fotografía, la publicidad y los tratados de medicina, Yalom plantea la concepción del pecho como fuente de vida para un individuo y –a partir de la Revolución Francesa, con el torso desnudo de la Marianne–, como signo de libertad para la nación. También explica como la opresión femenina fue simbolizada por el corsé y la liberación se puso en actos, con la quema de corpiños que impulsó el feminismo de los años ’60.
•El control de los nacimientos fue otro tema que despertó gran interés. A mediados de la década de 1970, Alfred Sauvy, Hélène Bergues y M. Riquet (1972) compilaron estudios referidos a la primera transición demográfica europea, proceso que Francia había completado muy tempranamente a mediados del siglo XIX con una llamativa reducción de la tasa de natalidad. Los escritos analizaban las prácticas sexuales y anticonceptivas, el abandono de niños, los infanticidios y las consideraciones sobre el aborto desde múltiples miradas: la médica, la moral, la religiosa, la ideológica y la demográfica. El contexto de producción y debate de estas ideas fue la “explosión demográfica” de la segunda posguerra mundial, situación que ejemplifica bien la fuerte vinculación entre las cuestiones que convocan a la historia y los problemas sociales contemporáneos.
•Otro texto de consulta ineludible es Sexualidades occidentales (1987), compilación que resultó de un seminario organizado por Philippe Ariès, durante 1979-1980, en la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales francesa. Allí se reúnen artículos que estudian los orígenes del modelo occidental de matrimonio, la importancia de distinguir entre el amor dentro y fuera de él, el lugar que ocupa el autoerotismo en las doctrinas y en las costumbres, las consideraciones sobre la homosexualidad y la imagen que se difunde de la masculinidad.
•Recientemente, una práctica aparentemente tan privada y solitaria como la masturbación encontró su lugar en la historia. En su análisis Thomas Laqueur (2007) se nutrió de diversos materiales como la Biblia, textos médicos y filosóficos, diarios, autobiografías, el trabajo de artistas conceptuales, materiales feministas y pornográficos. La práctica del “sexo solitario” no tiene fecha de inicio pero su consideración como “vicio solitario” data de principios del siglo XVIII. En ese entonces la masturbación no preocupaba tanto a los conservadores como a los progresistas, quienes aceptaban gozosos el placer sexual pero luchaban por crear una ética del autogobierno. El rechazo de las implicancias de la masturbación llevó a su consideración negativa por parte de la medicina y la filosofía que estigmatizaron esta práctica llenándola de culpa, temores, vergüenza y enfermedad. El interés que la medicina puso en evitar la masturbación femenina no escapa a Laqueur, quien dedica buena parte de su obra a los consejos y reprimendas para una acción que separaba el placer sexual de la reproducción mucho antes de las famosas píldoras.
•Georges Vigarello ha sido prolífico en el estudio del cuerpo humano, tema que ha generado varias investigaciones (Le Goff y Truong, 2005; Feher, Naddaff y Tazi, 1990). La historia de la belleza (2005a), de la higiene (1991) y el nacimiento de la educación física como práctica saludable y herramienta pedagógica (2005b) constituyen algunos de sus intereses. En estas obras se analizan los cuerpos en su relación constante con las circunstancias políticas, económicas, sociales y culturales de cada época (Corbin, Courtin, Vigarello, 2005). También su historia de la violación es una interpretación de los atributos de la corporalidad. La misma comienza en la Francia del Antiguo Régimen, cuando la sensibilidad hacia la violencia y en particular hacia la violencia sexual, es casi inexistente al igual que los castigos (Vigarello, 1999). Plantear los cambios en la forma de percibir esta práctica es analizar el modo en que las mujeres y los niños se convierten en sujetos y van dejando de ser propiedad de sus familias. Las variaciones y las lamentables continuidades sobre la forma de entender, juzgar y condenar esta forma de violencia sexual invitan a la lectura de su obra.
Estos trabajos, que son sólo una muy reducida muestra de un campo en constante expansión, pueden servirnos como invitación para renovar nuestros conocimientos del pasado en clave de género y sexualidades. Para encarar un programa que incluya el estudio de las sexualidades, sus cambios y permanencias a lo largo del tiempo sugerimos:
•Evitar reducir estos temas a la anécdota o presentarlos como notas de color en medio de temas concebidos como más “serios”. Eludir cualquier banalización que termine por reproducir los estereotipos sexistas y discriminatorios.
•Articular la sexualidad con las estructuras económicas, políticas, sociales y culturales de cada momento para entenderla como construcción histórica.
•Comprender la relación que se establece entre sexo y poder, e indagar porqué la sexualidad resulta tan importante para nuestras sociedades.
•Preguntarse por la posibilidad de cambiar los patrones normativos que rigen la sexualidad, sus definiciones, fronteras y discursos hegemónicos.
4. Recorridos historiográficos en la Argentina
Con el aval de un cambio de paradigma a nivel internacional y de sus propias circunstancias locales, las academias latinoamericanas incorporaron los estudios de género y de las sexualidades en sus agendas, significando las preguntas en términos propios en función de sus historias. Una larga tradición de explotación, fuertes diferencias étnicas y sociales, sangrientas dictaduras y una importante influencia católica entre sus ciudadanos, conformó sujetos, experiencias, instituciones y discursos que no se dejan asimilar por los conceptos elaborados para las mismas temáticas en las academias norteamericanas ni europeas (Balderston y Guy 1998). En estos países, en paralelo a la renovación y debates académicos, en las últimas décadas el movimiento de mujeres y los grupos de diversidad sexual han ganado visibilidad y reconocimiento (Luna, 2003; León, 1994; Jelin, 1990). En este contexto se publicaron importantes obras que permitieron conocer más sobre el pasado y el presente de las mujeres latinoamericanas (Morant, 2005; Lavrin, 2005; Andreo y Guardia, 2003) y en menor medida sobre las masculinidades (Valdes y Olavarría, 1997).
Argentina no estuvo al margen de esta renovación. Dado que existen varios trabajos que analizan críticamente la vinculación entre historia, género y sexualidad en nuestro país sólo nos interesa aquí brindar algunas pistas de este desarrollo reciente (Barrancos, 2005; Valobra, 2005; Garrido, 2004). Durante la primera mitad del siglo XX la impronta positivista encontró su lugar en la Nueva Escuela Histórica, con sus pretensiones cientificistas, la preponderancia del archivo documental eminentemente jurídico y la primacía otorgada a la historia política. Como había sucedido en Estados Unidos y en Europa, este modelo no permitía dar cuenta de las mujeres ni tampoco de aquellos varones que no se habían destacado en las guerras de independencia o en la función pública durante la gestación del Estado. Si alguna mujer encontraba un lugar era sólo como excepción a esta regla. Tampoco la versión revisionista del pasado cuestionó estos pilares. Su denuncia sobre la “historia falsificada” no puso en cuestión la indiferencia e invisibilización del género y las