Название | Género y sexualidades en las tramas del saber |
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Автор произведения | Группа авторов |
Жанр | Сделай Сам |
Серия | |
Издательство | Сделай Сам |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789875993297 |
El conocimiento histórico nos permite ir develando situaciones y experiencias antes invisibles y cuestionar la naturalidad con la que ciertos hechos son observados y vividos. Para encarar un análisis con estas premisas es necesario revisar nuestra manera de acercarnos al pasado y de transmitirlo. Repasemos algunas de las pautas para tener en cuenta:
•Trabajar desde lo interdisciplinario: tender puentes con otras especialidades que pueden aportarnos conceptos, recursos, explicaciones, como la literatura, la filosofía, la historia del arte, la sociología, la antropología, la comunicación, etc.
•Evitar la fragmentación: que la perspectiva de género y de la sexualidad no derive en un tema especial o un capítulo aparte desligado de la historia general. Por ello debemos ubicar tópicos como las relaciones amorosas, la familia, la reproducción, el celibato, la virginidad, el matrimonio, en el largo plazo y en relación con su contexto político, económico, social y cultural.
•Comprender el género en su complejidad: recordar que éste no es un sinónimo de mujer. Todas las relaciones sociales pueden ser vistas desde esta mirada que habla sobre la diferencia sexual y las relaciones de poder. El análisis de las masculinidades es un desafío que no podemos relegar.
•Articular categorías de análisis: relacionar el enfoque de género con otras categorías como la clase, la edad, la etnia, la nacionalidad y todo aquello que consideremos pertinente para el tema que nos ocupa.
•Ampliar nuestros archivos: utilizar una amplia variedad de fuentes de análisis como textos literarios, imágenes, canciones, fotografías, relatos orales, entrevistas, cartas, diarios íntimos, historietas, películas, programas de televisión, etc.
•Revisar nuestra metodología y prácticas: reflexionar sobre lo que enseñamos, lo que no, cómo lo hacemos. Volver a mirar las fuentes más tradicionales, aquellas que por ejemplo silenciaban la presencia de mujeres y varones por fuera del modelo hegemónico, gays, lesbianas, identidades trans y formularles nuevas preguntas. Recordar que los documentos no hablan solos, quien hace historia los interroga y por eso el cambio de punto de vista puede resultar fundamental.
•Repensar las grandes periodizaciones y sus características: muchas fechas que se utilizan como inicio y fin de un período historiográfico corresponden a la historia política y no han afectado de igual manera a los distintos géneros. Por ejemplo, la historiadora Kelly Gadol (1990) puso en evidencia que el Renacimiento no había sido un período de esplendor para las mujeres sino lo contrario. ¿Podrían otras cronologías ser sometidas a debate?
•Fomentar la participación y el pensamiento crítico: formular preguntas que motiven y acerquen a los y las jóvenes a este enfoque, invitarlos/as a crear sus propios archivos, a proponer temas de reflexión, valorar sus opiniones, comprender sus silencios. En síntesis, interpelarlos desde su lugar como jóvenes y seres sexuados.
•Cuestionar las naturalizaciones: sobre las identidades de género y promover una lectura no androcéntrica, ni homo, lesbo y trans fóbica del pasado.
Éstas son sólo algunas cuestiones para tener en cuenta al momento de pensar la historia desde una perspectiva de género y sus implicancias científicas y políticas. Avancemos ahora presentando algunos trabajos que han puesto a la sexualidad en el centro de la escena y de este modo, han aportado para lograr una mejor comprensión de la historia de las sociedades occidentales.
3. Sexualidades en la historia occidental
Indudablemente el desarrollo de la historia de la sexualidad como área de estudio específica así como la investigación sobre determinados temas vinculados a ella, responde al nuevo escenario político y académico que venimos describiendo: los cambios en el paradigma historiográfico que hicieron de la esfera de la intimidad un universo valioso, la incorporación del enfoque de género al análisis histórico, la creciente influencia política y social del feminismo y los colectivos de diversidad sexual, la aceptación del paradigma de los derechos humanos y el impulso de las políticas de reconocimiento, la demanda del mercado editorial y el interés de un público lector que confirma el interés, la preocupación y cuando no, la obsesión moderna por estas cuestiones. Todo esto ha ayudado para que la historia de las sexualidades gane terreno y avance sobre temas impensados hasta hace relativamente poco, cuando la disciplina estaba bajo el signo positivista y la hegemonía de la historia política.
Gracias a estas transformaciones hoy sabemos más sobre la organización y funciones del matrimonio y las familias, las relaciones amorosas, la multiplicidad de los tipos de parejas, el comercio y la explotación sexual –la “prostitución” o “trata de personas”–, los códigos morales, la reglamentación médica y legal sobre los cuerpos y los comportamientos eróticos, el control de los nacimientos, la violencia sexual y las identidades sexuales no normativas (travestismo, intersexualidad, transgénero). Esta pluralidad de intereses es una de las características de esta especificidad historiográfica, cuyo principal objetivo es cuestionar el carácter natural e inexorable con que estos temas han sido pensados y reproducidos largamente por los discursos dominantes, incluido el científico. Como señala el sociólogo Jeffrey Weeks, la historia de las sexualidades no tiene un tema determinado o más bien, es la historia de un tema en flujo constante, una historia de nuestras preocupaciones siempre cambiantes acerca de cómo deberíamos disfrutar o negar nuestro cuerpo (Weeks, 1998).
A partir de los años ’70, al mismo tiempo que se afianzaba la historia de las mujeres y los estudios de género en las universidades, dedicarse al estudio de las sexualidades fue dejando de ser una actividad extravagante y marginal para pasar a ser una rama legítima y respetable dentro de las academias norteamericanas y europeas (Weeks, 1998). Muchas de sus preguntas eran deudoras de los trabajos de la antropología histórica y de las valoraciones del relativismo cultural, que habían procurado comprender a cada cultura en su propio contexto y así mostrar la sexualidad como una construcción social, con valores y prácticas sociales, políticas e ideológicas variables en los distintos tiempos y lugares. Pero, sin duda, fue la Historia de la sexualidad de Michael Foucault (1996) la que marcó el camino actual. Su trabajo mostró cómo las identidades sexuales se entretejen con relaciones de poder, de sumisión y dominación. De este modo Foucault rechazaba el enfoque esencialista que tomaba a la sexualidad como un mandato de la naturaleza y planteó que las configuraciones biológicas sólo adquirían significado en determinadas relaciones sociales, como producto de la negociación, la lucha y las acciones humanas. En el devenir de esta historia resultaba fundamental tener en cuenta la importancia que las sociedades occidentales modernas habían asignado a la sexualidad, la creación de instituciones de control disciplinar sobre el individuo, el cuerpo y el erotismo y el poder creciente de los profesionales, especialmente de los médicos, en relación con la definición de los problemas sociales y de las normas que debían regularlos (Kornblit, Pecheny y Vujosevich, 1998).
Este enfoque histórico abrió un nuevo campo de análisis, permitió relacionar la sexualidad con otros procesos sociales e indagar en sus transformaciones a lo largo del tiempo y en las distintas culturas. A continuación presentaremos algunos estudios que pueden servir como ejemplo de las posibilidades que brinda este abordaje. Esta selección, como todas, es arbitraria pero tiene en cuenta un criterio de calidad académica y también de accesibilidad. Se trata de obras traducidas al español y disponibles en varias bibliotecas de la Ciudad de Buenos Aires.
•Jean Louis Flandrin (1984) analiza el legado cristiano y su influencia en Occidente, en un libro que se ocupa del amor, el comercio sexual, la procreación, el matrimonio y la vida sexual de los solteros, fundamentalmente entre los siglos XVI y XVIII. Su trabajo se encara bajo la convicción de estar haciendo una historia de la sexualidad y a la vez, una historia social. Flandrin considera que reconocer las influencias que heredamos del pasado puede tener una “función terapéutica” que ayude a superar algunos de los problemas actuales.
•John Boswell (1992, 1996) realizó una investigación crucial sobre la homosexualidad y el pensamiento cristiano, desde la Roma Imperial hasta la Alta Edad Media. Allí afirma que hasta el siglo XIX la homosexualidad no existió como término, ni como una conducta especial con