Название | Los rostros del otro |
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Автор произведения | Varios autores |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789587903478 |
Pese a ser uno de los grupos más importantes de la zona, la lógica social y económica de la tribu retrasó unas cuantas décadas (en comparación con los turcos o con algunos árabes) el surgimiento de la identidad nacional kurda. Como resultado, para mediados del siglo XX quedaron fragmentados en la periferia de cuatro Estados diferentes sin ellos mismos tener uno propio. La desintegración del Imperio otomano, la caída de la dinastía Qājār en Persia, la consolidación del nacionalismo turco, árabe y persa, la intervención directa e indirecta de poderes extranjeros (principalmente del Reino Unido, Francia, Rusia y Estados Unidos) y la posterior creación de Turquía, Siria, Iraq e Irán, creó barreras en el Kurdistán, inexistentes hasta entonces, que alteraron para siempre las dinámicas sociales dentro de la cuenca del Tigris y el Éufrates. La magnitud de esta reconfiguración territorial significó tanto que, incluso en el pasado, la “línea” fronteriza que separó durante siglos a los imperios otomano y persa no había representado jamás una verdadera barrera para los pastores del Kurdistán. Esta no era concebida como una verdadera línea (como sí sucede con los límites bien establecidos de un Estado-nación), sino como una zona de transición con límites variables y porosos. Los pastores vieron así limitado su tránsito anual y muchas familias se encontraron de repente separadas por nuevas líneas artificiales, lo cual evidentemente tuvo consecuencias económicas y sociales. Una de ellas, en términos geográficos, es que no es coincidencia que las cuatro regiones principales en las que se suele dividir en la actualidad al Kurdistán corresponden a los límites fronterizos impuestos por los Estados nacionales que se instauraron en la zona durante este periodo: al norte (Turquía) el Bakur, al oeste (Siria) el Rojava, al oriente (Irán) el Rojhilat y al sur (Iraq) el Başur (ver mapa 3).
Las pretensiones monopólicas del Estado sobre la totalidad del territorio bajo su control (y con ello de todas las actividades que se realicen en él) comenzaron a ver con malos ojos las reminiscencias del sistema tribal y su esencia territorialista. Cabe resaltar que, en el caso del Kurdistán, ambos elementos todavía hoy prevalecen en gran parte de la región. Por ello, estos jóvenes Estados, como parte de su etapa de consolidación, no tardaron mucho en combatirlo. En palabras de Sánchez, por medio de las instituciones adecuadas la función social del Estado consiste en: “conseguir la máxima homogeneización de los comportamientos y actitudes en el interior de la sociedad, y a lo largo de todo el territorio por ella controlado. De ahí la importancia de los procesos de sociabilización o culturización que todo grupo social, y toda sociedad, diseña y aplica” (1992, p. 90).
MAPA 3. REGIONES DEL KURDISTÁN
Fuente: elaboración propia.
Veremos más adelante cómo esta norma no fue la excepción en el Kurdistán pues en cada uno de los países en que quedó dividido hubo diferentes políticas homogeneizadoras enfocadas en la población kurda. Si bien en cada Estado el proceso aconteció de manera diferente (particularmente en Irán), también todos tuvieron elementos comunes. A grandes rasgos, en los cuatro se buscó por todos los medios minimizar o incluso negar su identidad nacional y, por consiguiente, se limitó o se prohibió el uso de su lengua (pues la lengua, junto con el territorio y la idea de “etnia”, es una de las bases para la construcción de una identidad nacional sólida). Debido al peso demográfico que representan dentro de sus respectivos países nos enfocaremos en los que, para fines de este capítulo, representan los dos casos más representativos: Turquía e Iraq.
LOS KURDOS BAJO EL NACIONALISMO TURCO Y ÁRABE
DEL IMPERIO OTOMANO A TURQUÍA
El Imperio otomano acogió dentro de sus fronteras a una gran variedad de comunidades étnico-lingüísticas y religiosas. La propagación de las ideas nacionalistas en Europa sería, por consiguiente, uno de los principales obstáculos a los que tendría que enfrentarse desde el siglo XIX hasta su desaparición en el primer cuarto del siglo XX.
Una de las principales causas de su decaimiento durante este periodo fue la injerencia de potencias extranjeras europeas sobre las comunidades cristianas del imperio (armenios, griegos, serbios, maronitas, búlgaros, entre otras). La influencia europea sobre estas colectividades aumentó tras cada capitulación militar del sultán en turno. De esta manera, ocurrieron dos fenómenos clave para la transformación del imperio.
El primero fue el establecimiento del estatuto de berat, mediante el cual grupos cristianos y judíos que habitaban dentro de sus fronteras eran reconocidos como sujetos bajo la tutela de poderes extranjeros europeos por parte de las autoridades del imperio. Esto implicaba que, por ejemplo, comunidades serbias o griegas ortodoxas contaban con la ciudadanía rusa y así con la protección del zar. A la postre este se combinó con el segundo fenómeno. Las élites comerciales serbias y griegas, influenciadas por las ideas de la Revolución francesa y beneficiadas por el sistema de berat, buscaron su independencia del imperio mediante la utilización de un discurso nacionalista que consideraba a los otomanos como ocupantes de su territorio. En el caso del nacionalismo serbio mucho tuvo que ver el embajador ruso en İstanbul, quien propagó el paneslavismo; mientras que el nacionalismo griego se inspiró en la fantasía de restaurar la antigua gloria del Imperio bizantino (Zürcher, 2004, pp. 9-71). Esta primera gran fragmentación en la zona de los Balcanes poco tiempo después se replicaría de manera muy semejante en Anatolia y el Levante, particularmente entre turcos y árabes, y algún tiempo después con los kurdos.
Durante los primeros años del siglo XX, el desmembramiento del Imperio otomano se volvió inminente. Además de los etnonacionalismos de los grupos cristianos que ya hemos mencionado hubo una radical transformación discursiva por parte de ciertos sectores pertenecientes a las élites del imperio. En el pasado, debido a la obsesión por mantener la autoridad central, este buscó reformarse y crear una identidad social otomana sin importar la pertenencia étnica o religiosa. Sin embargo, con el paso del tiempo, cada grupo desarrolló una nueva identidad nacional ajena a la otomana parecida a la de las poblaciones cristianas. Por ejemplo, así como entre las comunidades eslavas surgió el paneslavismo, entre las túrquicas cobraron fuerza las ideas panturanistas (originadas en gran medida por exiliados turcos en Rusia). Las ambiciones y los objetivos de cada uno de estos grupos variaron según el caso y el periodo, algunos buscaron su separación absoluta, mientras que otros únicamente buscaron reformar al imperio u obtener una mayor autonomía. Este último fue el caso de gran parte del movimiento kurdo que, pese a que ya comenzaba a gestar indicios de identidad propia (por ejemplo, mediante la publicación en kurdo kurmanji de los periódicos Kurdistan y Jin, o la sociedad estudiantil Hevi de İstanbul) (Zürcher, 2004, p. 170; van Bruinessen, 2016, p. 17), una importante corriente todavía se asumía como parte de una comunidad musulmana amplia integrada al imperio ya que, como recordaremos, la identidad religiosa representaba uno de los pilares de la sociedad kurda de aquel periodo.
El origen del nacionalismo turco comenzó a cobrar forma con la revolución de julio de 1908 realizada por el movimiento político reformista Jön Türkler (Jóvenes Turcos) que llevaría al poder durante una década al Comité de Unión y Progreso (CUP). El CUP estaba fuertemente influenciado por las ideas liberales de la Revolución francesa. Su eslogan evocaba la libertad, la igualdad y la justicia; y en cuanto pudieron promovieron