Название | Los rostros del otro |
---|---|
Автор произведения | Varios autores |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789587903478 |
Finalmente, la tercera parte, “Las relaciones extrarregionales con América Latina y Colombia”, responde a la necesidad de realizar un ejercicio comparativo de ideas entre estas sociedades, superando la distancia geográfica y algunas diferencias culturales. Evaluar las relaciones a nivel diplomático de algunos países de América Latina con comunidades como Palestina, Israel, Irán y el Sahara Occidental, contribuye a reducir aquella distancia, y propone un intercambio de experiencias y lecturas sobre determinadas materias.
Es importante anotar que los capítulos de las anteriores secciones, bien sean descriptivos, comparativos, circunscritos a un estudio de caso o analíticos, comparten, en una forma amplia, el marco histórico y conceptual que contiene la permanente y desestabilizadora relación de dependencia de la región periférica de Medio Oriente y Norte de África (las colonias o excolonias) con los países hegemónicos (las metrópolis). Esta condición dialéctica determinó las relaciones de poder y las tensiones que a lo largo de la última centuria coadyuvaron a las erupciones nacionalistas y la construcción de la nación en la región. Así se pone en evidencia cómo los sucesos de la geopolítica mundial tienen efectos desestabilizadores en lo local y lo regional.
Las dinámicas implícitas en el fenómeno colonial, como el permanente ejercicio de poder asimétrico en los frentes económico, político, social y cultural convierten la pulsión por asimilar la cultura sometida (aculturación) dentro del paradigma dominante en manifestaciones de resistencia por parte de la población subyugada. Estas expresiones, por lo general, están adscritas a movimientos nacionalistas, para algunos como efectos reaccionarios y tradicionalistas, frente al esquema modernizador (sincretismo) comprendido de manera inevitable en todo proyecto colonial.
Con distintos grados de legitimidad, y en el marco de eventos geopolíticos disruptivos –como las dos guerras mundiales–, la mayoría de los regímenes árabes y no árabes hicieron su transición hacia la organización sociopolítica del Estado-nación heredado de un proceso histórico ajeno, situado en Europa y como legado de la Ilustración. Es así como las distintas fases de la construcción nacional, del Estado-nación y de las disímiles expresiones de movimientos de resistencia que este proceso conlleva han ido de la mano con los sucesos históricos de colonización y descolonización, cuyos antecedentes fueron el desmoronamiento del colonialismo otomano, el traslado del poder imperial a las potencias europeas y su posterior emancipación en el marco de la Guerra Fría.
Esta transición y consolidación de ajuste independiente corresponde al primer periodo poscolonial (1940-1970), en el cual se inscriben significativos movimientos de resistencia y modernización simultáneamente en los Estados contemporáneos de la región, con sus estructuras nacionales y políticas, y su geografía, sostenidas sobre la construcción de poderes locales afines al modelo anterior.
De esta manera, los esfuerzos modernizantes y de construcción nacional en esta etapa tienen unas especificidades, heredadas de los consecutivos periodos coloniales, que perpetúan o exacerban las diferencias a través de arreglos territoriales locales, comunitarios y clientelares en ciertos países. Es así que algunos autores consideran el último proceso de descolonización como un traspaso de poderes entre las autoridades coloniales y las estructuras políticas locales creadas por las viejas élites (Hijazi, 2008).
Sin embargo, es importante subrayar que lo anterior se ofrece como resistencia al periodo donde, a pesar de las deficiencias sistémicas antes descritas, algunos países de la región logran instaurar un modelo de Estado secular, con un régimen “socialista”, el cual intenta una mejor redistribución de la riqueza que para algunos es interpretada como una cortina de humo para contrarrestar reclamos frente al derecho de ejercer cualquier libertad política. No obstante, esta fase de “desarrollo” al estilo metropolitano, en la mayoría de estos países fue dirigida por las élites, tanto en la economía, con reformas agrarias, nacionalizaciones y procesos de industrialización auspiciados por el Estado, como en la administración, cuyo nuevo poder político estaba, las más de las veces, en manos de las huestes militares.
La doble velocidad modernizante en este periodo dio como resultado, por un lado, el incipiente surgimiento de colectivos sociales que años más tarde y hasta hoy se articularán a las nuevas manifestaciones de una sociedad civil robustecida y a veces desafiante (progresistas), frente a los gobiernos anquilosados en formas de poder despótico y antidemocrático. Por el otro, se presenta el arrastre de una población atada a estructuras locales que perviven con microestructuras tradicionales y centenarias, afianzadas a un nacionalismo teopolítico (conservadores).
Solo a través de un barrido histórico donde se evidencian los alcances y el impacto de los pasajes de colonización y descolonización podemos situarnos desde la contemporaneidad –entendida como el conocimiento de los futuros posibles o los “futuribles” –, para la región objeto de estudio, y plantearnos algunos interrogantes como posible bitácora prospectiva.
De dónde proviene la resistencia de los regímenes para iniciar procesos de transición democrática; cuáles son los impedimentos para que la sociedad civil logre, en el largo plazo, un papel protagónico y se consolide la incorporación de una nueva estructura sociopolítica. También se abren interrogantes sobre cuáles son las nuevas dinámicas respecto a relaciones externas euro-estadounidenses, vistas las sociedades dentro de un contexto globalizador donde predominan los vínculos interinstitucionales y transnacionales, más allá de los límites interestatales y, para terminar, cómo funciona la incoherente relación que mantienen las potencias centrales con regímenes autócratas y muchas veces despóticos.
En medio de estas cuestiones impredecibles, se constatan varios fenómenos vigentes que enuncian un pasaje a la contemporaneidad con relativo éxito. A pesar de la demonización de los países de la región, de la emergencia de movimientos de resistencia nacional de distintas condiciones, de los efectos devastadores del modelo neoliberal en las economías, de la vigencia impertérrita de gobiernos represores y de las revueltas parcialmente fallidas de la sociedad civil en los últimos años, puede afirmarse que la capacidad transformadora de la región para insertarse creativamente en el sistema-mundo es irreversible. Como lo afirma Álvarez Ossorio:
Pese a las particularidades de cada país, la población comparte unas mismas reivindicaciones, como el desmantelamiento del Estado autoritario, el respeto al gobierno de la ley, la lucha contra la corrupción, la derogación de las leyes de emergencia, el fin de los sistemas monopartidistas, la separación de poderes, el respeto a las libertades civiles, la enmienda de las constituciones y, por último, la celebración de elecciones libres, transparentes y, sobre todo, competitivas. (2011, p. 67)
De otra parte, además del surgimiento de un islamismo moderado, denominado por varios autores como posislamismo, que surge en esta fase poscolonial contemporánea y que está caracterizado por conducir las demandas sociales y políticas por las “vías democráticas” y la “no violencia” –a diferencia de las corrientes radicales–, se expresa un movimiento de masas que considera que la democracia no tiene por qué ser siempre de corte europeo y que, entre otros elementos, puede ser una democracia diferenciada del modelo neoliberal y basada en las particularidades históricas y culturales del Mundo Árabe.
Este movimiento de masas está, a su vez, compuesto por todos los actores de la sociedad civil que en la región la representan los sindicatos, los movimientos estudiantiles, los partidos políticos y las ONG defensoras de los derechos humanos.
Expuesto lo anterior, puede afirmarse que están dadas todas las condiciones para pronosticar que las transiciones democráticas en el mediano y largo plazo, así sean de manera sincrética, pueden llegar a consolidarse. Ello, especialmente, debido al creciente papel de la sociedad civil