Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson. Vincent Bugliosi

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Название Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson
Автор произведения Vincent Bugliosi
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788494968495



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Y durante el embarazo ni hablar, estaba tan encantada con el embarazo que no tomaba nada. Yo servía una copa de vino y ella ni lo tocaba».

      Deemer le hizo pasar las preguntas una vez más y terminó la prueba, convencido de que Roman Polanski no estaba implicado de ninguna forma en los asesinatos de su esposa y los demás ni ocultaba ninguna información.

      Antes de marcharse, Roman le dijo: «Ahora estoy consagrado a esto». Tenía la intención de hacerles preguntas incluso a sus amigos. «Pero iré despacio, para que no sospechen. Nadie sabe que estoy aquí. No quiero que sepan que intento ayudar a la policía de ninguna manera, ¿sabes? Espero que de ese modo sean más sinceros.»

      P. Tienes que seguir con tu vida.

      Polanski le dio las gracias, encendió un cigarrillo y se marchó.

      P. ¡Eh! ¡Pensaba que no fumabas cigarrillos!

      Pero Polanski ya se había ido.

      El 20 de agosto, tres días después de que Peter Hurkos acompañara a Roman Polanski al domicilio de Cielo, apareció una fotografía de Hurkos en el Citizen News. La leyenda decía: «CÉLEBRE VIDENTE. Peter Hurkos, célebre por las consultas en casos de asesinatos (incluida la más reciente masacre del caso Sharon Tate), estrena su espectáculo en el Huntington Hartford, que seguirá en escena hasta el 30 de agosto».

      Madigan y Jones se descartaron como sospechosos. Quedaban Wilson y Pickett.

      Como estaba familiarizado con el caso, se decidió enviar al teniente Deemer al este para que hablaran con los dos.

      Jeffrey Pickett, alias Pic, fue contactado a través de un familiar, y se organizó un encuentro en Washington D.C., en la habitación de un hotel. Pickett, hijo de una autoridad importante del Departamento de Estado, dio la impresión a Deemer de «estar bajo los efectos de algún estupefaciente, probablemente alguna droga estimulante». Además llevaba una mano vendada. Cuando Deemer expresó curiosidad, Pickett respondió con vaguedad que se la había cortado con un chuchillo de cocina. Aunque aceptó pasar la prueba del polígrafo, Deemer descubrió que Pickett no podía parar quieto o seguir las instrucciones, así que habló con él de manera informal. Aseguró que el día de los asesinatos estuvo trabajando en una empresa automovilística de Sheffield, en Massachusetts. Cuando le preguntó si tenía armas, admitió que tenía una navaja Buck, comprada, afirmó, en Marlboro, en Massachusetts, con la tarjeta de crédito de un amigo.

      Luego Pickett dio la navaja a Deemer. Era similar a la encontrada en Cielo. También le entregó un rollo de cinta de vídeo que, según dijo, mostraba a Abigail Folger y Voytek Frykowski tomando drogas en una fiesta en el domicilio de Tate. Pickett no dijo cómo llegó a su poder el rollo o qué uso tenía intención de hacer con él.

      Acompañado por el sargento McGann, Deemer fue a Massachusetts. Una comprobación de las tarjetas para fichar de la empresa automovilística de Sheffield reveló que el último día de trabajo de Pickett fue el 1 de agosto, ocho días antes de los homicidios. Además, aunque dos tiendas de Marlboro vendían navajas Buck, ninguna de las dos había tenido nunca aquel modelo concreto.

      La categoría de Pickett como sospechoso subió de forma considerable, hasta que los inspectores hablaron con el amigo que él había mencionado. Al revisar los recibos de la tarjeta de crédito, presentó el de la navaja Buck. Se compró el 21 de agosto, mucho después de los asesinatos, en Sudbury, en Massachusetts. El amigo y su esposa recordaron además algo que Pickett al parecer había olvidado. Fue a la playa con ellos el fin de semana del 8 al 10 de agosto. Posteriormente Pickett pasó dos veces la prueba del polígrafo. En las dos ocasiones se decidió que decía la verdad y que no estaba implicado. Pickett descartado.

      Deemer voló a Toronto y habló con Herb Wilson. Aunque al principio se mostró reacio a someterse a la prueba del polígrafo, Wilson accedió cuando Deemer aceptó no hacer preguntas por las que Wilson pudiera ser procesado por tráfico de droga. La superó. Wilson descartado.

      Las huellas dactilares de Pickett y Wilson fueron cotejadas con las huellas latentes no identificadas del caso Tate, y no coincidieron con ninguna de ellas.

      Aunque el primer informe de la investigación del caso Tate —que cubría el periodo del 9 al 31 de agosto— concluyó que Wilson, Madigan, Pickett y Jones «han quedado descartados a día de hoy», a principios de septiembre Deemer y McGann volaron a Ocho Ríos, en Jamaica, para verificar las coartadas de Wilson y Jones. La pareja aseguró que había estado allí desde el 8 de julio hasta el 17 de agosto «haciendo una película sobre la marihuana».

      Las conversaciones con agentes inmobiliarios, criadas y agencias de viajes respaldaron la mitad de la historia: estaban en Jamaica en el momento de los asesinatos. Y era perfectamente posible que tuvieran alguna relación con la marihuana. La única persona que iba a visitarlos de manera habitual, aparte de las amigas, era un piloto que, unas semanas antes, había dejado sin dar explicaciones un trabajo bien pagado en una aerolínea líder para hacer vuelos en solitario no programados entre Jamaica y Estados Unidos.

      No obstante, en cuanto a la película, los inspectores mostraron cierto escepticismo, puesto que la criada les dijo que la única cámara que había visto en la casa era una pequeña Kodak.

      La cinta de vídeo que Pickett dio a Deemer se visionó en el laboratorio de la SID. Era sin lugar a dudas diferente de la que encontraron en el desván.

      Filmada al parecer durante el periodo en que los Polanski estuvieron fuera, en ella se veía a Abigail Folger, Voytek Frykowski y Witold K, así como a una joven sin identificar, mientras comían delante de la chimenea del domicilio de Tate. La cámara de vídeo estaba en marcha, la dejaron funcionando, y los presentes parecieron olvidarse de ella al cabo de un rato.

      Abigail llevaba el pelo recogido para crear un efecto moño que le daba un aspecto bastante serio. Parecía mayor y más cansada que en las fotos. A Voytek se le veía disipado. Aunque fumaban lo que daba la sensación de ser marihuana, Voytek tenía más aspecto de borracho que de colocado. Al principio Abigail lo trataba con el afecto exasperado que uno mostraría a un niño consentido.

      Pero luego la atmósfera cambiaba poco a poco. En un intento evidente de excluir a Abigail, Voytek empezaba a hablar en polaco. Abigail, por su parte, hacía el papel de gran dama y respondía a sus chanzas groseras con réplicas agudas. Voytek empezaba a llamarla Lady Folger y luego, cuando estaba más borracho, Lady F. Abigail hablaba de él en tercera persona, como si él no estuviera presente, y hacía comentarios, con cierta repugnancia, sobre la costumbre que tenía de bajar de los viajes de droga emborrachándose.

      A los que visionaron la cinta no debió de parecerles más que la crónica demasiado larga y aburridísima de una discusión doméstica. Con la excepción de dos episodios que, teniendo en cuenta lo que les sucedería a dos de los presentes, precisamente en esa casa, introducían un elemento inquietante que dejaba a uno tan helado como cualquier secuencia de La semilla del diablo.

      Mientras servía la comida, Abigail recordaba una vez que Voytek, colocado, miró en la chimenea y vio una forma extraña. Corrió a por una cámara con la esperanza de captar la imagen: una cabeza de un cerdo en llamas.

      El segundo incidente fue, a su manera, incluso más perturbador. Habían dejado el micrófono encima de la mesa, al lado del asado. Mientras trinchaban la carne, captó, a un volumen altísimo, una y otra y otra vez, el sonido de un cuchillo que chirriaba contra el hueso.

      Hurkos no fue el único «experto» que se ofreció para solucionar los homicidios del caso Tate. El 27 de agosto, Truman Capote salió en Tonight Show, de Johnny Carson, para hablar del crimen.

      El autor de A sangre fría dijo sin un atisbo de duda que una persona que actuó sola cometió los asesinatos. Luego pasó a decir cómo y por qué.

      El asesino, un hombre, había estado en la casa antes. Ocurrió algo que «desencadenó una especie de paranoia instantánea». El hombre abandonó la finca, fue a casa a por un cuchillo y una pistola y regresó para asesinar metódicamente a todos los presentes. De acuerdo con las deducciones de Capote, Steve Parent fue el último en morir.

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