Название | El concepto de justicia en la filosofía de Epicuro |
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Автор произведения | Jorge Fernando Navarro |
Жанр | Документальная литература |
Серия | Estudios del Mediterráneo Antiguo / PEFSCEA |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418095979 |
Así, queda a la vista que, en el caso específico de la justicia, la naturaleza no confronta con la convención. De modo tal que estas nociones no resultan excluyentes entre sí, sino que se articulan. Ello recibe plena confirmación a la luz del sistema filosófico general, el cual incluye —como ya se recordó— la canónica, la física y la ética.
Capítulo I
El pensamiento de la naturaleza en Epicuro
Para ilustrar los términos en que se solía caracterizar a Epicuro como un naturalista, puede partirse del testimonio, nada amable por cierto, que Timón ofrece del Maestro del Jardín, a quien alude con las siguientes palabras: “Este es el más reciente de los físicos y el más impúdico, este que viene de Samos, el hijo del maestro de escuela, el más inculto de los vivos”.12 Incluso con el descrédito que denota la expresión, queda a la vista que Epicuro había sido contado, ya en su tiempo, entre los filósofos de la naturaleza; dicha versión estaba muy alejada todavía del perfil de moralista con el cual se lo consagró posteriormente.
Sin embargo, a fin de alcanzar una adecuada comprensión del naturalismo epicúreo, debemos comenzar por desmontar la imagen de la naturaleza concebida como el espacio propio en que se desarrolla la vida del sabio. Esta visión llegó hasta nosotros, ante todo, a través de la Modernidad temprana, que ponderaba en un sentido bucólico los paisajes pintados por Lucrecio o la invitación de Horacio a vivir de modo natural.13
Más aún, la constelación de significaciones que opera en el campo semántico del término phýsis dentro de los fragmentos epicúreos contradice por igual a la visión de Epicuro como un hombre “inculto” y a la representación bucólica de la naturaleza. Así, observamos que, en el sentido técnico de la física epicúrea, phýsis designa de modo simultáneo a los átomos14 y a la naturaleza intangible del vacío (anaphés phýsis),15 que son los principios (arkhaí) o elementos (stoxeía) últimos de todas las cosas. Nombra, también, la estructura propia de los cuerpos compuestos16 y la de los agregados sutiles —ya se trate de los dioses17 o de los simulacros—,18 a la vez que refiere a las cosas tomadas como naturalezas completas19 —que existen en oposición a las propiedades y a los accidentes—20. Hacia el final de la Epístola a Heródoto, el término es utilizado, además, para caracterizar a la naturaleza como “la totalidad de las cosas” o “conjunto de la naturaleza”,21 a la cual Epicuro señala allí como el objeto de estudio propio de la physiología —filosofía natural—.22 Por último, el Maestro del Jardín se vale del término phýsis para distinguir entre los sentidos de ser una naturaleza y tener una naturaleza.23
En cuanto a su caracterización, la física epicúrea puede ser abordada mediante dos tesis que resultan compatibles entre sí. Por una parte, constituye una física atomista, pues postula que “todos los cuerpos, o bien son cuerpos pequeños indivisibles, o bien se componen de cuerpos pequeños indivisibles”. Recordemos que, ya en el inicio de la Epístola a Heródoto §40, se señalaba la existencia de cuerpos que son compuestos (sýnkriseis) frente a otros que son aquellos a partir de los cuales se forman los compuestos; estos últimos son indivisibles (átoma) e inalterables.24
Como adelantamos, los átomos han sido definidos por Epicuro como principios (arkhaí), ya que son los que constituyen la naturaleza de los cuerpos; al menos así lo presentaba cuando afirmó que “los principios (arkhaí) indivisibles (átoma) son necesariamente la naturaleza (phýsis) de los cuerpos (sômata)”.25 Este argumento atomista, erigido en piedra angular de la physiología epicúrea, es complementado, sin embargo, por el Maestro del Jardín, con otros esquemas que conforman la física materialista. Ambas tesis, la materialista y la atomista, deben ser memorizadas por los hombres a fin de desterrar los errores que conducen a la turbación del alma y al dolor del cuerpo.
De este modo, las seis proposiciones materialistas elementales quedaron establecidas por nuestro filósofo en el inicio mismo de la Epístola a Heródoto §39-§4426 de la siguiente manera:
1. Nada viene de lo que no es ni desaparece en lo que no es.27
2. El todo está compuesto de átomos y vacío, que son las únicas naturalezas completas, es decir, que son existentes per se.28
3. Entre los cuerpos, algunos son compuestos; otros son simples y resultan ser aquello de lo cual los compuestos están formados.29
4. El todo es infinito; infinito es el número de los átomos e infinita es la extensión del vacío.30
5. Las formas atómicas no pueden ser concebidas como infinitas.31
6. Los átomos se mueven constantemente y sin finalidad debido a la existencia del vacío.32
Estas proposiciones interdependientes —Epicuro las denominaba esquemas (týpoi)— no se limitan a explicar solo la composición de la materia, sino que dan cuenta de las razones por las cuales la physiología se constituye en el punto de partida necesario para inferir todo otro conocimiento referido a la naturaleza. En tal sentido, se confirma, una vez más, el carácter sistemático de la filosofía epicúrea y, por ende, la existencia de un vínculo indisociable entre su física, su canónica y su ética. La adecuada sustentación de la tesis “materialista”33 no debe conducir a soslayar, por tanto, la fuerza explicativa propia del principio inmaterial del vacío.
Consecuentemente, la ciencia de la naturaleza (physiología) queda formulada como la investigación de la causa (aitía) de los fenómenos fundamentales34 la cual está conformada por dos realidades contrarias: átomos y vacío. Mientras que los átomos son corpóreos e impenetrables, el vacío —que no puede actuar ni sufrir— es intangible;35 aún así, ambos principios operan en mutua correspondencia, sin que nunca el uno importe la exclusión del otro. Existe, además, aquello que se designa como propiedad (symbebekós) o accidente (sýmptoma) de los átomos. De esto resulta que las cosas, las inanimadas —como una piedra—, y hasta los dioses mismos, no constituyen sino cuerpos agregados (sýnkriseis) de átomos y vacío.
En dicho marco, los argumentos epicúreos dan cuenta del rol decisivo que juega la concepción del movimiento en esta teoría física, según la cual los átomos poseen intrínsecamente la causa de su movimiento. Es así que tienden, de manera continua, a agregarse según sus formas, a la vez que ostentan, también, la capacidad de desintegrarse; y todo ello se realiza en virtud de la presencia del vacío dentro de cada agregado. La gran diferencia que media entre los agregados y los principios de átomos y vacío reside en que, mientras la existencia de los primeros tiene un comienzo y un fin, esto no resulta aplicable ni para los átomos ni para el vacío, pues son eternos e indisolubles. Esta es, asimismo, la razón principal de que a los agregados les correspondan cualidades como, por ejemplo, el color. Los cuerpos eternamente inmutables, en cambio, no poseen cualidades que varíen con el tiempo; estas últimas solo pertenecen a los agregados, y dependen de su específica estructura atómica y de la configuración particular que aquellos asuman. En cuanto a los átomos, no tienen otros caracteres reconocibles que la figura (skhéma), el peso (báros) y el tamaño (mégethos).
Como puede verse, determinar las razones por las cuales el atomismo constituía la mejor teoría para explicar los procesos de composición y generación de los fenómenos se convirtió en una de las principales metas de la reflexión epicúrea. Dicho esto, es preciso aclarar que no nos ocuparemos ni de la recepción que el filósofo de Samos hizo de los atomistas Leucipo y Demócrito36 ni de la respuesta que elaboró para atender a la crítica contundente que Aristóteles ya les había formulado.37 Aun cuando aquí se ofrece solo una síntesis acotada de su sistema, resulta evidente que Epicuro se apropió con determinación reflexiva de las tesis del atomismo antiguo; especialmente, al hacer de los átomos los elementos últimos de todos los fenómenos. Esto no opaca, sin embargo, el gran aporte realizado a dicha filosofía natural por el Maestro del Jardín