En palabras de la Dra. Ivana Costa, «la argumentación que aquí se propone lleva a los lectores a descubrir en la teoría epicureísta de las pasiones el fundamento de la filosofía política epicúrea […]. Pero el eje de esta teoría está, indudablemente, en la caracterización que hace Epicuro del placer; esto es, la determinación precisa de qué lugar le cabe […] entre los bienes para la buena vida [y] qué credenciales tiene para ser considerado el bien supremo. Este fue uno de los temas centrales del debate ético-político que plantearon las diferentes líneas filosóficas en Grecia entre fines del siglo V a.C. y comienzos del siglo IV a.C. […] Epicuro intentaba demostrar […] que la justicia, entendida como virtud individual, se identifica con el placer, a contracorriente de la communis opinio, que la concibe destinada al beneficio de los demás. Al identificar a la virtud de la justicia con la ataraxia, al concebirla como virtud que es también capaz de «tranquilizar» con eficacia a quien la posee y la practica (porque es precisamente su contrario, la injusticia, la que provoca la turbación del alma), la noción epicúrea de justicia queda unida también a su singular teoría del placer. Que no es mero disfrute personal sino actividad que extirpa las opiniones equivocadas y las sustituye por estados mentales verdaderos y adecuados. La investigación que da origen a este libro había mostrado, con sólidas herramientas de análisis de las fuentes y exhaustiva discusión de la literatura sobre el tema, que el concepto epicúreo de justicia no puede escindirse del entramado de la lógica, la física y la ética del maestro de Samos. […] Se parte entonces de esa trama compleja y, con delicadeza y generosidad, la argumentación va deshilvanando los motivos que han llevado tradicionalmente a una interpretación convencionalista o naturalista de la filosofía epicúrea». Finalmente, señala que el profesor Navarro «nos propone considerar el concepto de justicia subrayando la posición excéntrica que insinúa Epicuro respecto de la contraposición nómos-phýsis en la que se venía dirimiendo la cuestión desde finales del siglo V a.C. El análisis […] abre a la posibilidad de una reconstrucción global de la filosofía política epicúrea [y] permite reformular, a partir del eje naturaleza-convención, tanto su teoría física, como su gnoseología […]. En cuanto a los aspectos específicamente políticos de la filosofía de Epicuro, la argumentación va, de los comienzos de la asociación humana, al estatuto de las leyes, el progreso de la historia y el papel de la prólepsis como criterio de lo justo».
El problema de la voluntad humana se remonta hasta los orígenes mismos de nuestra cultura. La encrucijada primordial, el plexo de preguntas originales, es, sin embargo, siempre el mismo, incluso hasta nuestros tiempos: ¿por qué no puedo evitar hacer aquello que no quiero hacer? ¿Por qué no me basta con saber que algo está mal o no me conviene para evitarlo? ¿Qué relación existe entre el deseo y la razón? En lo que a la antigüedad griega clásica respecta, ya desde los poemos homéricos los personajes se debaten entre lo que quieren y lo que los dioses les permiten. Pero es en el ámbito de la reflexión filosófica donde estos problemas se expanden y complejizan, dando lugar a explicaciones cada vez más sofisticadas. En este sentido, el caso de Platón resulta emblemático, pues su modo de entender la voluntad humana y sus conflictos ha ido cambiando a lo largo de su producción escrita. De allí el interés que reviste hacer un recorrido por diferentes diálogos, no solo por la precisión y originalidad de cada una de sus propuestas, sino también para asistir al carácter vivo y dinámico del pensamiento de uno de los filósofos más importantes de occidente. En el presente libro Esteban Bieda expone los diversos modos en los que Platón entendió una serie de problemas propios de la voluntad humana, seguidos de las soluciones propuestas para cada uno de ellos. A lo largo de los capítulos es posible ver cómo el pensamiento platónico describe una parábola filosófica que va desde una concepción del ser humano signado por fuerzas ajenas que lo interpelan, hasta la plena interiorización de esas fuerzas, que ya no operan en el mundo circundante, sino en su propia alma. Partiendo de un humano socrático que obra mal solo por ignorancia, se llega a una criatura en la que los apetitos, la cólera, la envidia y demás pasiones operan con una fuerza suficiente para enturbiar los designios de la razón.
La relación entre los dioses y los mortales es un aspecto característico de la poesía épica, en la que las divinidades intervienen ya respaldando y amparando las acciones humanas, ya estorbando y obstaculizando su realización. En la Eneida de Virgilio, el relato de las aventuras de Eneas hasta asentarse en Italia y fundar la gens que dará origen a la futura Roma, son centrales los discursos en los que los dioses anuncian, describen y confirman el cumplimiento de eventos venideros, tanto en el breve plazo de las acciones del poema como en el lejano porvenir reservado a la Urbs. En la bibliografía crítica de los siglos XX y XXI, los análisis de las profecías de la Eneida se han centrado en los grandes anuncios sobre Roma para indagar si encerraban mensajes optimistas y pesimistas respecto del gobierno de Augusto. Sin dejar de lado este enfoque, que ha dado lugar a lecturas valiosas y fructíferas, la propuesta del presente estudio consiste en realizar un examen exhaustivo de todos los discursos proféticos de la Eneida desde una perspectiva que privilegia su dimensión comunicativa. El análisis de los rasgos que caracterizan estos discursos con personajes divinos como emisores y humanos como destinatarios, de las acciones rituales que los acompañan y de la dificultad inherente a su interpretación se revelan como una herramienta para dilucidar la particular disposición de la esfera religiosa en La Eneida, el funcionamiento del fatum y la representación de la historia en un texto central para la configuración de la identidad romana.
Las élites dirigentes constituyen un objeto de atención creciente. Este interés no es ajeno a la evolución del mundo actual, que evidencia una fase de concentración superlativa de la riqueza desde el vuelco ocurrido en la década de 1980. En este contexto, los estudios sobre las élites han conocido un significativo salto cualitativo tanto en los espacios académicos como en los ámbitos ligados a la experiencia política actual, que pone de relieve cómo las élites utilizan los medios de comunicación para obtener apoyos para sus respectivas agendas. En el Mediterráneo antiguo, el dominio de las élites se forjó sobre las intrincadas relaciones entre el estatus social y una organización política orientada hacia la preeminencia de los sectores superiores de la sociedad. Sin embargo, el simple binomio élites/no-élites se complica a causa de las múltiples conjunciones y relaciones mutuas que trascienden esa clara división. A partir del giro cultural, los estudiosos han comenzado a explorar las interconexiones profundas de dicho binomio, sometiendo a escrutinio la actividad pública de las élites, sus estrategias de comunicación, sus usos del capital económico, cultural y simbólico, sus ámbitos de acción, la diferenciación de sus roles públicos y privados, etc. En suma, las antiguas élites mediterráneas tuvieron que demostrar su competencia y respetabilidad en los diversos ámbitos de actuación y, por ende, debieron ser líderes no solo del progreso y la innovación, como Max Weber las describió, sino también de unos complejos sistemas de comunicación. Para materializar estos aspectos, las élites antiguas deben ser ubicadas en su propio contexto cultural. A través de una serie de artículos cuyos autores abordan los temas desde diferentes perspectivas, este volumen explora en particular tres vectores del elitismo: la comunicación del liderazgo y de las funciones propias del liderazgo; la distinción de la élite mediante estilos de vida reconocibles; y las estrategias discursivas para asegurar la legitimidad de la élite.