Ensayos maquínicos. Bily López

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Название Ensayos maquínicos
Автор произведения Bily López
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9786078692101



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percepción y sujeto, trazamos una serie de ejercicios que nos permitieron repensar la escritura en relación con ellos y con otras nociones como perspectiva, mímesis, autor y relato. No podemos concebir el trabajo conceptual que llevamos a cabo sin todos los ejercicios que diseñamos para poner en práctica, o a prueba, lo que sugería la teoría. Por ello, resulta significativo dar cuenta de cómo se articularon.

      En el primero de estos ejercicios, o experimentos, quisimos ejercer la escritura relacionándola directamente con el cuerpo y las sensaciones, bajo la premisa de que en el mundo contemporáneo —tras una larga historia— los sentidos y el cuerpo se han visto sometidos al descrédito. En efecto, mediante la historia de la filosofía podemos apreciar cómo algunos de los pensadores más influyentes de nuestra cultura —Platón, Agustín de Hipona, Descartes, etcétera— emprendieron su labor filosófica comenzando por establecer sólidas suspicacias en torno a todo aquello procedente del cuerpo y las sensaciones, culminando en un fuerte escepticismo, cuando no desprecio y negación, en torno a lo que proceda de ellos. Ese desprecio al cuerpo, a lo largo del tiempo, se ha traducido en una opacidad gobernante en nuestra época, que se presume racional, pero cuya característica consiste precisamente en ser una racionalidad ciclópea que ha perdido de vista que el cuerpo y las sensaciones son fenómenos riquísimos y complejos que están más allá de lo que la tradición occidental ha estado dispuesta a asumir. Al tanto de ello, pero también al tanto de que a lo largo del siglo XX —sobre todo, a partir de Nietzsche, Marx y Freud— distintas tradiciones, como la fenomenología, la hermenéutica, la filosofía crítica y el postestructuralismo, han emprendido rigurosas reivindicaciones en torno a los sentidos y al cuerpo, en este ejercicio partimos de una desnaturalización del sentido dominante en nuestra cultura —la vista— y decidimos ponernos a la escucha. El ejercicio consistió en escuchar la Sonata casi fantasía, de Julián Carrillo, y en registrar en la escritura las sensaciones que nos provocara. Se trataba de sentir. Así, movidos por sonidos extraños —el sonido trece— cada uno de nosotros registró, maquinó y elaboró lo que sucedió en el proceso de privilegiar y aislar uno solo de nuestros sentidos —el oído— en un extrañamiento promovido, además, por sonidos poco usuales para la escucha misma. La mayor parte de los resultados de este ejercicio están contenidos en el apartado titulado «Vacío, vértigo y abismo», de esta antología.

      Al examinar los resultados de este primer ejercicio, advertimos que las experiencias no distaban mucho, pero ofrecían muchas posibilidades. Todas se enclavaron en el campo semántico que dio título a la sección. Pero, como lo que intentábamos era, precisamente, promover la pluralidad, decidimos abordar directamente el problema de la perspectiva, para comprenderla, asirla y promoverla. A partir de ello, el texto que discutimos inicialmente fue el trabajo doctoral de Carmen Ros, titulado Desde la mirada de críticos, teóricos y creadores, la novela al desnudo: sus partes esenciales, que nos abrió la posibilidad de pensar la escritura desde autores como Gérard Genette. Asimismo, leímos «El arte como artificio» de Víktor Shklovski.2 A partir de ello, realizamos un ejercicio sencillo, pero fundamental: describir una torre, un rascacielos, con la intención de crear una perspectiva poco usual, singular y, simultáneamente, generar algún tipo de extrañamiento o línea de fuga —siguiendo a Deleuze—. Este ejercicio ofreció derivaciones interesantes, que van desde la descripción de las pasiones al interior de un ascensor hasta la experiencia de las palomas en torno a un edificio emblemático de la Ciudad de México. En el apartado titulado «Planos, perspectivas», se puede encontrar el resultado de este ejercicio que sirvió como pivote para desatar un trabajo intensivo en torno al que quizá sea el concepto que se nos volvió más relevante a lo largo del seminario: la línea de fuga.

      El siguiente ejercicio consistió en que cada miembro del seminario presentara un texto libre —nuevo, viejo, incluso un proyecto de texto— para su discusión colectiva, para ver cómo podríamos, entre todos, intervenirlo, extrañarlo, fugarlo. La discusión colectiva de los textos fue intensa. Las críticas pasaron por la puntuación, el estilo, hasta la estructura misma de los textos. De algunos sólo quedaron vestigios irreconocibles. El texto intitulado Louise, de Karla Montalvo, fue uno de los que más lecturas posibilitó, y por ello decidimos recuperarlo para su intervención. A partir de este momento, la instrucción consistió en tomar algún elemento del relato para volverlo otro, que lo completara, invirtiera, o lo que fuera; se trataba de abrir posibilidades —fugas— en el texto que le dieran otro relieve. El resultado, agrupado en el apartado nombrado «Extrañamientos, fugas», fue una pluralidad sorprendente de relatos en los que se manifestó tanto la recuperación de lecturas teóricas como la apropiación de elementos literarios revisados en las sesiones de seminario. Sin embargo, un elemento «nuevo» que hizo su aparición fue la impronta, sesgo, o sello de lo que podríamos comprender como la figura del autor, pues estos textos parecían contener marcas, diferencias elaboradas desde la perspectiva —y por ello desde un tipo singular de sensibilidad— que hicieron posible cuestionar su procedencia.

      Aprovechando esta emergencia, iniciamos una larga digresión, no del todo planeada, pero que nos llevó varias sesiones en torno al autor. Fue así como nos internamos en textos de Barthes, Foucault, Bajtín, Piglia, y otra vez Deleuze, para tratar de penetrar en las problemáticas en torno a quién escribe, no para saldarla, sino para seguir problematizándola. El problema fundamental al que nos enfrentamos —ya con el trabajo previo sobre la perspectiva, el extrañamiento y las líneas de fuga— fue, precisamente, «quién escribe». A menudo se ha pensado al autor como el genio, como la persona que desde su privilegiada sensibilidad y talento es capaz de crear obras artísticas capaces de conmover, influir o perdurar; de modo que todo autor tendría, de esta forma, su perspectiva, sus problemáticas, sus tratamientos, su estilo. Sin embargo, frente a esta visión, digamos, clásica, en torno al autor, la filosofía, la lingüística y la crítica literaria han insistido a lo largo del siglo XX en que autor y obra no necesariamente se pertenecen ni están vinculados en una relación de identidad, o bien, que es necesario distinguir entre autor-creador y autor-persona real,3 o, más aún, que es incluso problemático pensar a un individuo desde la identidad de una conciencia autofundada poseedora de una interioridad susceptible de «salir» a una exterioridad conformada por el mundo de las cosas y los otros que lo pueblan.

      Ante estas fisuras en la teoría, y con el problema de fondo que dio origen al seminario, pero también con nuestra práctica escritural puesta en juego, nos preguntamos: ¿quién escribe cuando escribimos?, ¿somos nosotros o son los otros?, pero, sobre todo, ¿es posible que la escritura transforme ese nosotros de quien escribe?, ¿cómo lo sería? Acompañados de los diarios y la correspondencia de Kafka, Pizarnik y Rilke, decidimos abordar estas preguntas de manera frontal mediante la escritura de un diario, en una primera etapa, in situ. No fue nada sencillo. Parece que este ejercicio nos confrontaba directamente con nosotros mismos, pero también con la zozobra de exponer una supuesta intimidad ante el grupo de trabajo. Por ello decidimos diferir la actividad y asumirla como una tarea. En esta segunda etapa, y ante las dificultades primeras, quisimos experimentar haciendo un diario que no tratara necesariamente de experiencias «íntimas», sino que aprovechara los trabajos en torno a la perspectiva y la construcción de perceptos: se abrió entonces la opción de realizar un diario de imágenes en el que, en efecto, aconteciera la experiencia de la intimidad, pero atravesada por la creación, los perceptos y la perspectiva; así, estas imágenes tendrían que ser presentadas como improntas de la experiencia, instantáneas de nuestro acontecer cotidiano, pero susceptibles de ser revestidas con el artificio literario. El resultado, nuevamente, fue favorable. Sin embargo, no hay un apartado en esta antología que contenga exclusivamente las producciones de este ejercicio, pues los textos fueron tan variados que fue posible agruparlos bajo diversos rubros, junto con otros textos procedentes de otros ejercicios que se suscitaron antes, después o a partir de éste.

      Una sorpresa para todos, a partir de este ejercicio, fue la reemergencia del tema de la sensibilidad y el cuerpo, pues si bien ya en un ejercicio previo habíamos intentado devenir-cuerpo —la consigna fue explorar la sensibilidad a partir de la escritura, después de lo intentado con la Sonata casi fantasía—, en la escritura del diario advinieron imágenes crudamente corporales que,