Manual de psicoterapia emocional sistémica. Mercedes Bermejo Boixareu

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Название Manual de psicoterapia emocional sistémica
Автор произведения Mercedes Bermejo Boixareu
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9788426727718



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las secuencias interaccionales que acompañan al síntoma y a intervenir sobre ellas estratégicamente para romper el círculo vicioso y alterar el procedimiento instaurado en la familia y el paciente.

      Desde esta escuela, pierde importancia el origen del problema y su conformación, y recobra valor el proceso por el cual se retroalimenta, bajo la máxima de que el comportamiento que sigue al comportamiento problemático perpetúa el problema (Haley, 1987).

      Más adelante, de la convivencia de Haley con Minuchin y el enfoque estructural, se creará la visión de que la jerarquía en la familia es uno de los elementos que interviene sobre el problema. Cómo está repartido el poder dentro de un sistema familiar constituye, para esta escuela, un elemento directo sobre el mantenimiento de la problemática.

      3.2.c Escuela Estructural: Gracias al trabajo que Salvador Minuchin realizó en Filadelfia, en la Clínica de Orientación familiar, en los años sesenta se conformó la Escuela Estructural. Es una de las escuelas más relevantes, dentro de la sistémica, que aporta una descripción de las características estructurales de las familias de los pacientes.

      Para esta escuela, el problema está en la estructura de la familia, ya que su rigidez le impide adaptarse a las necesidades de sus miembros.

      El objetivo está en construir un completo mapa familiar que incluya todos los elementos descritos por Minuchin y que conforman la estructura de la familia, como por ejemplo los mitos familiares, los subsistemas, el tipo de familia (aglutinada o desestructurada), el tipo de límites (flexibles o rígidos), el reparto de poder dentro del sistema familiar, o las alianzas y coaliciones que existen entre los miembros que lo componen (Minuchin, 1984).

      Todos estos elementos de la estructura son objeto de intervenciones directivas por parte del terapeuta. El síntoma es un mecanismo de adaptación a dicha estructura, de la que el paciente forma parte.

      Sobre esta escuela, realmente relevante, se han realizado multitud de trabajos e investigaciones y sirvió para facilitar una guía a los terapeutas que les permitía objetivar su trabajo y saber qué estaba mal y qué estaba bien en la estructura de la familia, fomentando una evaluación y una intervención concreta y observable.

      3.2.d Escuela de Milán: Para esta escuela, de fuerte influencia psicoanalítica en sus comienzos, y comandada por autores como Mara Selvini o Luigi Boscolo, el problema del paciente es, en realidad, una solución a otros problemas que existen en el sistema familiar, pero que permanecen latentes u ocultos. Estos autores, además, especifican que estos problemas subyacentes son de carácter intergeneracional: pasan de padres a hijos.

      Desarrollaron el término «juego familiar» para describir las secuencias interaccionales que se dan en la familia en torno al síntoma. Estas secuencias son, en realidad, un funcionamiento familiar donde el síntoma o problema del paciente es un elemento más del juego y cumple una función en él (Selvini, 1990).

      De esta forma, el síntoma o problema se concibe como la adaptación de un individuo a unas secuencias interaccionales que se dan en la familia y que se mantienen a partir de una mitología y unas normas rígidas. El síntoma contribuye al mantenimiento del juego familiar, canalizando todas las tensiones irresueltas que permanecen ocultas y protegiendo a la familia de estas.

      A lo largo de su existencia, la Escuela de Milán ha optado por un abordaje diferente de estos juegos. En un primer momento optó por modelos comunicacionalistas que entremezclaban la naturaleza psicoanalítica de los auto-res con las aportaciones de la Escuela de Palo Alto y específicamente con la Teoría de la Comunicación. En seguida se intervino mediante prescripciones directivas para alterar el juego; sin embargo, más adelante, estas prescripciones se sustituyeron por estilos de intervención paradójicos (Selvini, 1988) que ayudaban a sortear las fuertes resistencias de las familias.

      Ya en la década de los ochenta se modifican los procesos de entrevistas al interpretar que el proceso de obtención de información es un elemento igual o más importante que la técnica empleada para lograr el cambio (Selvini et al., 1980); para ello se fomentan la circularidad en las preguntas planteadas, la neutralidad en la relación terapéutica y la hipotetización como instrumento de trabajo.

      La Escuela de Milán entiende que el paciente es el que se sacrifica, a través de su síntoma, por la familia para evitar que surjan esas problemáticas que amenazan la estabilidad del sistema familiar.

      Gracias al rigor científico de los miembros de esta escuela, se realizaron aportes realmente significativos para la sistémica. Ejemplos de estos son las preguntas circulares, las prescripciones paradójicas, la prescripción invariable o el trabajo con equipo terapéutico.

      A partir de la década de los ochenta comienza en el campo familiar una revolución que obliga a revisar y cambiar este paradigma desde sus aportes teóricos básicos hasta su aplicación práctica en clínica. Al igual que en su origen, estos cambios son impulsados por otras disciplinas científicas.

      Son muchos los autores que sitúan el comienzo de esta revolución en la conferencia «Cibernética de la cibernética», organizada por la Sociedad Americana de Cibernética.

      En esta conferencia, Heinz von Foerster introduce el concepto de segunda cibernética (Von Foerster, 2006), donde expone algunas ideas novedosas sobre la figura del observador. La idea de que un sistema pueda ser observado por un experto imparcial es irreal, ya que este posee su propio marco de referencia a partir del cual realiza sus observaciones. Su mirada sesgada obliga a realizar una cibernética de la cibernética en la que el observador es observado desde sus modelos teóricos o sus experiencias.

      El impacto en las ciencias sociales fue inmediato, pero también en la terapia familiar, cuya manera de trabajar se transformó.

      Como observador, el psicoterapeuta está influenciado por su marco teórico, su historia familiar, su visión de la realidad o su estado anímico, con lo cual, estos elementos forman parte del proceso terapéutico.

      Además de la cibernética, hubo dos corrientes de pensamiento que contribuyeron activamente a la revolución sistémica: el constructivismo y el construccionismo social.

      Coincidiendo con las aportaciones de Maturana y Varela, que provenían del campo de la biología, algunos profesionales como Paul Watzlawick y Krieg adaptaron los principios constructivistas a la terapia de familia (Krieg y Watzlawick, 1994).

      Maturana y Varela hablaban del determinismo estructural para destacar la importancia de la estructura de un organismo a la hora de responder a una interacción. La respuesta de dicho organismo está determinada por sus condiciones previas y no por la naturaleza del estímulo exterior (Maturana y Varela, 1990). Aplicado a la terapia familiar, una persona obtendrá un mensaje en función de sus constructos previos, de modo que, ante el mismo mensaje, dos individuos pueden interpretar significados distintos por las nociones previas que cada uno de ellos tiene.

      Desde estas perspectivas no existe una realidad única, sino que cada persona tiene su propia visión a partir de sus experiencias, sus condiciones o sus relaciones, y el objeto de estudio es conocer el proceso de construcción de dicha realidad. Watzlawick habla de «realidad inventada» (Watzlawick, 1988) para describir cómo son los procesos implicados en la construcción de las estructuras cognitivas de un individuo. Para los autores constructivistas, dichas estructuras pueden cambiar cuando un estímulo externo es capaz de romper la tendencia al equilibrio (Keeney, 1987).

      La visión constructivista es complementada por otros autores que se enmarcan en el denominado «construccionismo social». Para ellos, como para el constructivismo, las personas son las que construyen su realidad a través