Название | El Mundo Incinerado |
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Автор произведения | Emilce Strucchi |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789874952318 |
Puedo asegurar que estoy frente a las escaleras que me llevan hacia el amplio hall-lavadero donde había a la derecha en la parte de atrás dos sillones de hierro con arabescos y almohadones a rayas amarillas y blancas, aquellos cojines con olor a plástico o hule de otros tiempos que está en esta memoria olfativa y tiene una realidad indubitable que no es posible discutir, del mismo modo que no es posible poner en tela de juicio aquellos sillones que se hamacan hacia adelante y atrás haciendo un chirrido tan particular. Parecen movidos por fantasmas. Los almohadones se mueven y los sillones se mueven e incluso suenan ahora en mi interior. Subo las escaleras y hay ese chirrido que evoco y siento algo finito como un piolín que va desde el ombligo hasta la garganta. Los pelitos de ese material me hacen cosquillas y me da risa. Percibo con claridad amenazante un olor exquisito que jamás volví a sentir. Es un aroma a no se sabe qué e ingresa por la nariz y el oído también, un olor audible como las palabras “te quiero, te valoro como un preciado y amado ser”.
(Me encuentro cómodamente instalada en su cabeza. Esta protagonista no deja de sorprenderme con la precisión de sus recuerdos y hasta de las palabras con que evoca y no deja de evocar.)
Veo a mi izquierda una gran pileta para lavar ropa, y sobre la derecha a todo lo largo de la pared hasta llegar a los sillones están las sogas con sus broches para los días de lluvia porque la ropa se cuelga al aire libre y fijate cuando llueve como hoy la colgamos acá ¿ves?
El mundo entonces era la lluvia o esa tormenta y la humedad de la ropa o estirarse para colgar las prendas en la soga a la que nunca llegaba porque era chiquita. Ahora viene el tío y te hace upa y me ayudás. El tío era alto, y lo mejor que podía pasarle a una era que le hiciera upa y luego cuando te bajase te hiciera también cosquillas o te prodigara besos en ambas “mejillas de manzanita” (besos muy tibios como una gloria si es que la gloria fuese tibia). Después el tío me balanceaba hasta dejar mis pies y mi cuerpo agitado sobre el piso. Y le decía algo como una broma a mi tía Ester, le susurraba al oído. Ester lo miraba cómplice y se reía con ganas. Él le devolvía la mirada y se reían juntos. Nos reíamos juntos. Afuera el viento movía la copa de las casuarinas del parque. Era un murmullo suave y lejano que tal vez cobijara otras muchas viejas historias. Para mí los árboles murmullaban porque no tenían palabras para murmurar y a mí lo único que me queda de entonces es la nostalgia y la evocación. Tuve que llegar hasta este recuerdo para comprenderlo íntimamente. Esas fueron, esas eran las chispas del amor que la acompañaron a Ester Norma hasta el final. Y aquello fue el deleite que pude recuperar no sin dificultades… cómo pude haberme olvidado.
(Todo esto se decía y recordaba con detalles inusitados. Esta mujer no deja de asombrarme con semejante precisión de recuerdos y palabras con las que evoca y no deja de evocar. Se me presentan tan diáfanas esas palabras. Qué maravilla poder captar lo diáfano aunque sea en un mínimo instante y aunque ese instante le pertenezca a otro.)
Aquello,