El Mundo Incinerado. Emilce Strucchi

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Название El Mundo Incinerado
Автор произведения Emilce Strucchi
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9789874952318



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la ley de entropía y no queremos convencernos pues la aceleramos con gran esmero y mejor dedicación cada vez.

      La ley de entropía, en esta descripción, ¿será continuar tirando residuos a las aguas de por sí turbias? ¿O continuar fabricando interminables aerosoles como robots con centenares de funciones vitales y de tamaño tan inaudito como el de una enorme montaña?

      Imaginemos, no cuesta tanto, aerosoles gigantes con piernas enormes y largos brazos, o aerosoles como aviones jumbo pero en sentido vertical. Y podemos agregar mucho aire contaminado por nuevos millones y millones de autos con sus caños de escape hirvientes. Conjeturemos también más y más deshechos volcados a los ríos que se convertirán en un chocolate tan espeso que repugnará de tan hediondo. En Buenos Aires no estamos tan lejos de esta fantasía. ¿Otra vez me tildarán de desesperanzada?

      ****

      Ojalá que no lluevan radiación ni venenos

      ojalá que la vida nos ponga de pie y nos sostenga

      en el aire más puro

      que el cansancio abra

      nuestros ojos niños

      y entibie la tarde como nunca antes

      que se acabe el diluvio y sus grises nostalgias

      con sus lágrimas grises

      y queden tierras fértiles

      presentes, por venir

      que salgan brotes nuevos y exploten los pimpollos

      y se renueve el mundo

      y terminen las guerras y callen los hipócritas

      ojalá se terminen esas redes eternas que siempre nos separan

      que seamos los dueños para abrazar la luz

      a cara descubierta al menos dentro de un poema,

      de una novela, un cuento

      que rían de verdad

      que seamos humildes de verdad.

      ****

      Basta. Basta de devaneos nefastos, que tantos devaneos están empezando a devorarse la ficción.

      Regresemos a la universidad. No habrá manera de llegar a Helsinki que no sea por transporte aéreo. Para ser rigurosos se podría llegar por barco solo que el tiempo que se consumiría es impensable, de poca verosimilitud. Producen gran temor estas autocríticas.

      En cuanto al dinero no tendrá que ser un problema como suele sucederle a cualquier mortal, puesto que una profesional de su categoría conseguirá que le paguen el pasaje y los gastos.

      Sinteticemos. El problema: volar. El reto: enamorarse.

      5. ACERCA DEL AMOR

      ¿En qué parte del cuerpo se hallan las raíces del amor? Hacía años que Teresita venía preguntándoselo. Y antes de un viaje valioso son cuestiones fundamentales que retornan. Son cuestionamientos que se imponen en la cabeza junto con muchos otros más superficiales como la ropa y el calzado.

      Tenemos centros en los que es posible localizar la vista, el habla, el olfato... ¿y la percepción cierta del amor? ¿Dónde? Le parecía una verdadera estupidez. No obstante sospechaba que si llegaba a tener un día la respuesta puntual y precisa se haría famosa. O al menos obtendría cierto reconocimiento en algunos programas de televisión. Claro que ahora se trataba de otro propósito.

      Quizás este centro se encuentre en las humedades y urgencias del sexo, murmuraba no sin inquietud. Demasiado sencilla y deformada por los siglos de los siglos, esta respuesta nunca la conformaba. Cómo puede una persona imaginarse en un programa radial o televisivo, indagada sobre la cuestión y haciendo una reflexión así de pragmática. Tanto maquillaje, tanta publicidad o música clásica y por qué no contemporánea para una respuesta de semejante rusticidad. No le resultaba sensato aunque pudiera asemejarse a la realidad.

      Un lugar que puede poseer más aceptación es el estómago, tal vez. Ella lo pensaba debido a eso tantas veces dicho sobre lo importante que es para las personas, sobre todo los hombres, una buena comida. Y todavía más, por aquello del mito de las mariposas en la panza. Ah, algo de cierto había en ese asunto.

      En mi caso ese cosquilleo entre la panza y el pecho me recuerda aquellas otras cosquillas que en la infancia supieron hacerme tan feliz cuando las carcajadas eran como cuerdas vibrando. Altas, agudas e irrefrenables. Mastiqué mucho este razonamiento que me pareció bastante apropiado en cierto sentido también para Teresita. Por otro lado temí que la vinculación con la infancia y algún tío amado se entendieran como una especie de irreverencia. Los malignos pensamientos de los malintencionados e incluso o sobre todo los míos, dan para mucho.

      Por fin Teresa llegó hasta el corazón. Te amo con todo mi corazón, le habían dicho algunos. Eso. Les creyó. Entonces su corazón latía con fuerza y rapidez inusitadas. Después de toda esa revolución emocional se iban los enamorados con sus palabras y sus latidos.

      Qué tristeza honda, persistente, produce el abandono.

      Mientras preparaba el viaje recordó a un novio al que amó con locura. No sé o en todo caso no se me ocurre con qué parte del cuerpo lo habrá amado y quizás fue con la totalidad de su cuerpo. Y con locura. Hasta que un día sin más ni más la dejó por culpa de, veamos… ¡de su mamá!

      ¿Poco factible? Aquí y ahora puedo aseverar esa posibilidad. A mí me pasó una vez y no veo por qué no puede haberle pasado a Teresa Alicia. Él se llamaba Mario Hugo Pérez. Así de sencillo. Y estaba más perdido que yo, no hay dudas. “Tu mamá es como una heladera y me hace sentir tan mal.” Qué extravagancia. (O qué poca dote tenía yo para ofrendarle.)

      La vida es una sucesión de extravagancias muy incomprensibles. ¿No se le ocurrió siquiera a Mario Hugo, con ese nombre de novela venezolana, imaginar cómo se sentiría una joven muy joven muchacha intensamente enamorada de él, a quien también él y mil veces él juraba amar con todo el corazón? Y menos aún cómo se sentiría esa misma jovencita cerca de aquel refrigerador femeninomaterno.

      Semejante indolencia junto con la pérdida del amor es como verte arrojada a las fauces de una fiera. Con todo el corazón, por supuesto. No puede ser el corazón la zona del amor. Fue bastante agotadora la mentira de los hombres que me crucé en la vida, que no fueron muchos; me mintieron mucho.

      Luego de evocar su propio rechazo, que no el mío, Teresita masculló una y otra y otra idea hasta que de pronto sintió algo como una revelación. ¿Y si fuera en los ojos ese lugar?, se dijo.

      ¿Si estuviese en los ojos el centro bendito del bendito amor? ¿Y además en la risa?

      Se acordó que un buen día, sí, un buen día lo había aprendido. Antes, mucho antes de enamorarse. Aquel fue el día más perfecto que recuerda de la infancia. La perfección existía y la descubrió en su memoria. Y esa memoria al fin la convenció.

      El amor era la manera de mirar los árboles y mirarse o sonreír o reír que tenían aquellos tíos suyos después de varias décadas mirando árboles y disfrutando juntos los dos: eso era.

      Las chispas de los ojos y la risa son el centro del amor, pronunció con vehemencia. Puedo sentirla. La estoy oyendo emocionada a Teresita.

      ****

      No importa que sea un recuerdo de su infancia porque el amor no tiene edad. Aquellas remembranzas le llegaron con una voz particular. Esas historias le llegaron a través de una voz ronca y tierna que probable o seguramente le persista cercana pues eso suele ocurrir con las voces de personas tan queridas. Voces que se reinventan pero perduran. Y sobre todo por eso es necesario ser minuciosa en la imaginación. Para contarlas como a ella se le presentaron o más bien como creo (de puro todopoderosa que soy en este escrito) que las percibió en su interioridad.

      Esta es mi memoria de una tía amada y es