Mijo, levántese que llegó Belisario. Ramón Elejalde

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Название Mijo, levántese que llegó Belisario
Автор произведения Ramón Elejalde
Жанр Социология
Серия
Издательство Социология
Год выпуска 0
isbn 9789585495760



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un tumulto donde el padre Zapata repartía votos conservadores, le introdujo subrepticiamente el manojo de papeletas liberales. Un buen rato después todos observamos la actitud descompuesta y furiosa del cura, cuando se vio repartiendo votos de sus acérrimos contradictores.

       MIS PERSONAJES INOLVIDABLES

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      De mi abuelo –Ramón Antonio Elejalde Escobar, a quien no conocí, pues a mi nacimiento ya llevaba varios años de fallecido, hecho que sucedió en la sala del Honorable Concejo de Frontino, cuando sintió agredido su honor por otro edil– heredé el amor por las letras, la historia, el partido Liberal y mi pueblito natal. De mis otros abuelos: Mercedes Sánchez, prestante educadora; Eleazar y Ana Arbeláez, recibí siempre afecto, protección y educación. Recuerdo a mi abuelo Eleazar, marinillo de pura cepa, disfrutar las transmisiones de radio en las vueltas a Colombia. Su ídolo era su paisano Ramón Hoyos Vallejo. Al retiro del pentacampeón de la Vuelta a Colombia del ciclismo activo nos dividimos en preferencias, él seguía a “Cochise” Rodríguez y yo a Javier “El Ñato” Suárez. Siempre han sido mis abuelos unos referentes en la vida.

      Mi madre, Mary Arbeláez Arbeláez, es también para mí un personaje inolvidable. Guerrera, luchadora, le tocó levantarnos en épocas de mucha pobreza y persecuciones políticas a mi padre, durante la época de la violencia partidista. Dependíamos económicamente, en gran medida, de la colaboración de algunos familiares. Con mucha dignidad y entereza ayudó en la formación de sus diez hijos. Después, al alcanzar mi padre un cargo público, Registrador de Instrumentos Públicos y Privados en mi pueblo, la vida económica de la familia mejoró notablemente y mi madre se convirtió en la secretaria y en el hada madrina del registrador. Ella, con pulcritud y transparencia, mantenía al día los asuntos de la oficina de mi padre.

      Mi esposa Nelly del Socorro López, y nuestros hijos Hernán Darío, Jorge Hugo, Paula Andrea y Ana Mercedes, son para mí personajes inolvidables y, obvio, mis nietos Tomás, Emiliano, Guadalupe y Jerónimo, que son la alegría y el aliciente de mi atardecer.

      Guillermo Gaviria Echeverri, un gran colombiano que, al decir de Belisario Betancur, fue uno de los antioqueños mejor preparados para ser presidente de Colombia. Siendo yo muy joven, escasamente recién cumplidos los dieciséis años, desempeñándose el doctor Guillermo Gaviria como concejal de Frontino, en noviembre de 1963, le propuso a la Corporación edilicia que me designara como secretario de la misma. Los compañeros de Corporación le preguntaron que si no se trataba de una persona muy joven, y él respondió: “Es buen estudiante, redacta bien y sabe escribir a máquina”. Muy joven y, por su atrevimiento, comencé mi vida de burócrata. Desde ese preciso momento el doctor Gaviria Echeverri se convirtió en mi guía. Cuando la Vicegobernación de Frontino quedó vacante, le sugirió mi nombre, entre otros, a Iván Duque Escobar, el gobernador de turno. Allí estuve durante cinco años hasta que, dos días después de posesionado Bernardo Guerra Serna como gobernador de Antioquia, invitó a Juan Gómez Martínez y a Guillermo Gaviria a recorrer la carretera al mar, ver su estado y mirar las posibilidades de la recuperación de la misma. Durante ese sobrevuelo Gaviria le reclamó, amablemente, a Guerra Serna por tener a “ese muchacho alcalde de Frontino tan olvidado y no promoverlo”. Al día siguiente, el gobernador me designó asistente del despacho. Guillermo Gaviria fue siempre un hombre directo, polémico, nada de nadie se guardaba, culto, emprendedor, creador de empresas.

      Fabio Hurtado Rave, educador en el sentido exacto de la palabra, humano, respetuoso, de gran bondad. Enfrentaba don Fabio, en el año de 1964, y siendo rector del colegio de secundaria de Frontino, una dificultad con el párroco de la municipalidad, presbítero Luis Eduardo Zapata, quien le dedicó varios sermones de las concurridas misas dominicales. El educador nunca respondió a los temidos ataques del sacerdote. Cualquier día del año dicho, visitó al pueblo el obispo de la diócesis de Antioquia, monseñor Guillermo Escobar Vélez y, en su recorrido pastoral, visitó el colegio que regentaba mi personaje. Este lo recibió con un improvisado discurso que tituló “Entrad a vuestra casa…”, que conmovió hasta las lágrimas al pastor. Fue de tal belleza la pieza oratoria, que allí se hicieron las paces entre sacerdote y educador por mediación del señor obispo.

      José Luis Arcila Hurtado, abogado marinillo que vivió largo tiempo en mi pueblo, lugar donde ejerció su profesión por varios años y de donde salió a ocupar una magistratura en el Tribunal Superior de Medellín. Casó con la señora Rosanita Londoño Pineda. No tuvieron descendencia. Arcila Hurtado fue quien me inspiró para hacerme abogado, gran amigo de mi padre, a pesar de las diferencias políticas. Arcila era conservador. Fue de las primeras víctimas de la violencia narcotraficante de Colombia. En un estadero situado en la calle Colombia de Medellín, frente a un almacén de cadena, fue vilmente asesinado el ilustre abogado.

      Inicié mi carrera profesional en 1976, para entonces ya había perdido la vida el doctor José Luis, y me prometí visitar su tumba al finalizar mis estudios. No lo pude hacer porque me quedó absolutamente imposible localizar el lugar.

      Era un abogado estudioso, riguroso y responsable, hermano del igualmente abogado Ramón Emilio Arcila, cofundador de la Universidad Autónoma Latinoamericana y líder de la izquierda democrática en Antioquia. Eran, políticamente, el día y la noche.

      El abogado Julio Samuel Escobar Castrillón es otra persona que me ha inspirado. Su fidelidad a las ideas, sus profundas convicciones políticas y religiosas, así no comparta algunas de ellas, me hacen mirarlo con el más absoluto respeto. Es persona intransigente con la corrupción, seguidor fiel de las ideas socialdemócratas, apasionado defensor de su partido, el Liberal, y comprometido siempre con las causas de los más pobres. En los últimos tiempos, cuando defender una causa política no es nada gratificante, Samuel asistía a todos los eventos de su partido con una bandera roja que ondeaba con orgullo y que exhibía en lo más alto de su vehículo. En Samuel Escobar quiero rendir un gran homenaje a otros dirigentes parroquiales que han sido ejemplo de rectitud y laboriosidad: Gabriela White de Vélez, Teodorico Brant Tamayo, Óscar Arango Tamayo, Carlos Carvajal Díaz, Jesús Arenas, Bernardo Gómez Bravo, Luis Roldán, Ramón Martínez Salas y tantos que recuerdo con cariño, pero que harían interminable la remembranza.

      Finalmente, son personajes inolvidables para mí, Ramón Carrasquilla Peña y Camilo García Bustamante, los integrantes del Dueto de Antaño, a quienes Antioquia debe un sitial de honor por todo lo que hicieron por la música andina, en una época que amenazaba perderse para siempre. Camilo y Ramón hicieron eventos para recoger esas notas que el tiempo comenzaba a ocultar. Se conformaron como dueto el catorce marzo de 1941 y permanecieron alegrando los oídos de los colombianos hasta el siete de junio de 1982, cuando falleció en Medellín la primera voz del Dueto, don Ramón Carrasquilla. Camilo lo sobrevivió hasta el día veinte de enero de 1993, curiosamente ambos fallecieron por daños renales. A ambos, especialmente a Camilo, me unió una buena amistad. Cómo no recordar aquí al maestro Arnulfo Baena Sevillano, gran amigo, educador, y mi jefe cuando fue Director de Escuelas Normales; por muchos años fue el guitarrista del Dueto de Antaño.

       NOTAS FAMILIARES

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      La región de Murrí en Frontino es la más extensa de la municipalidad, zona inhóspita, en parte selvática y cruzada por innumerables ríos y quebradas. Hoy un carreteable llega a La Blanquita, situada en el extremo cercano a Nutibara. Seguramente por el año de 1962, imposible ser preciso en la fecha, mi padre, Manuel Elejalde Sánchez, organizó un viaje a La Blanquita, tiempo en el que solamente se iba en carro hasta el corregimiento de Nutibara, y me invitó a mí y a sus amigos Hunaldo Cadavid Elejalde, Ubaldo Montoya y Horacio Gaviria Góez. La entrada fue por la selvática y empinada zona de La Golondrina. Estuvimos cuatro o cinco días en esa bonita región y del paseo recuerdo dos anécdotas.

      Los viajeros emprendimos un recorrido en una pequeña barca por el río Chaquenodá, nombre indígena que significa río bonito, a la altura del sector denominado El Recodo, que para entonces eran varios kilómetros de un río sereno, de discurrir lento, abundante agua y pescado,