Название | Mijo, levántese que llegó Belisario |
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Автор произведения | Ramón Elejalde |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789585495760 |
Los primeros acetatos recogidos fueron los de reciente (para la época) grabación. Con los días, el trabajo se fue volviendo difícil y ya no era suficiente con visitar casas o almacenes especializados, que en ese entonces todavía existían. En 1996 conocí al señor Antonio Montoya Gómez, apasionado “duetoantañista”, quien dominaba con precisión los nombres de todas las composiciones grabadas por el Dueto y sabía en cuál larga duración se encontraban. Don Antonio me ayudó en elaborar el inventario de lo que aún me faltaba en mi colección y a adquirir esas joyas, ya escasas. Él consideraba al municipio de Caldas (Antioquia) como la gran despensa de ese tipo de música y donde más habían admirado al conocido grupo musical.
Estando a punto de culminar mi empresa musical me acerqué a una hija del maestro Camilo García, y le comenté que me faltaban dos L. P. para coronar un propósito que ya llevaba buenos años. Se comprometió a ayudarme. Días después me contactó y me dijo que, con un coleccionista de la ciudad, Guillermo León Hernández, a quien apodaba “El Káiser”, ella había conseguido uno de los que me faltaba, pero que apenas me lo podía prestar para grabarlo. El mismo día de la noticia fui por el disco, lo puse en el asiento trasero del carro y regresé a la casa con un préstamo que me alegraba. Una vez en mi residencia fui a estrenar la adquisición y cuál no sería la sorpresa: el sol canicular que recibió el L. P. en la parte trasera del carro lo había deformado. Inmediatamente llamé a la hija del maestro Camilo García para contarle del infortunio. No me creyó, me contestó algo destemplada y le hice la promesa de arreglar, a como diera lugar, el daño: o bien reparando el disco o bien consiguiendo otro. Infructuosamente busqué la reparación. En Discos Victoria lo sometieron a una prensa utilizada para esos casos. Nada valió.
Un día cualquiera de 1997 me llama mi señora madre, Mary Arbeláez Arbeláez, a preguntarme por el problema que tenía yo con una familiar del Dueto de Antaño, pues don Baltazar Botero, en el programa “Pase la tarde” de Caracol nacional, había dicho que yo arbitrariamente me le había quedado con un disco larga duración. Tocó explicarle a mi señora madre lo sucedido, hacer lo mismo con el periodista y repetir la llamada a la familiar del maestro Camilo García. Antonio Montoya me solucionó el problema e hizo el milagro: consiguió el larga-duración en dos ejemplares, uno para mi colección y otro para reponer el averiado.
En mi actividad política fui un día al corregimiento de Nutibara (Frontino), estuve en la casa de Carlos Carvajal. Como buen anfitrión me ofreció licor, comida y música, y como fue obvio, le pedí que si tenía mi música preferida para que la pusiera. Así lo hizo. Cuál no sería mi sorpresa cuando veo que entre los cuatro o cinco L. P. que sacó del Dueto estaba el único que a mí me faltaba en la colección. Varias veces se lo hice repetir para escucharlo y degustarlo. Tal fue mi gusto por aquellas interpretaciones, que Carlos terminó por obsequiarme el L. P. sin saber mi necesidad de él. Al retirarme con mi gran regalo, uno de los hijos de Carvajal me dijo en voz baja: “Te delataste. Tus actitudes demostraron que no tenías ese disco en tu colección”. Simplemente sonreí. Ese día, y luego de veintidós años de pesquisas, pude completar la colección tan anhelada. Hoy la obsequio gratuitamente, a quien me la solicite, en la seguridad que ya cientos de personas la tienen. Allí tengo incluida unas composiciones que el Dueto jamás grabó y que ellos conservaron en los llamados diskets, y que me obsequió el maestro Camilo García Bustamante. Hoy, la colección física de los discos de larga duración debe reposar en la Casa de la Cultura de Sopetrán, adonde la doné como reconocimiento a Ramón Carrasquilla Peña, primera voz del dueto, y por petición expresa de Gabriel Escobar Gaviria, escritor de fina pluma en columnas que sostuvo en El Espectador con el seudónimo de “Sófocles” y en El Colombiano con el seudónimo de “Abel Méndez”.
Desempeñándome como alcalde de Frontino, por allá a principios de la década de 1980, la Gobernación de Antioquia programó un curso de actualización para primeros mandatarios locales en Santafé de Antioquia. Allá se hicieron presentes Luis Javier Cardona Castrillón y Jorge Enrique García Morales, alcaldes de Cañasgordas y Dabeiba. Cuando finalizaba la primera jornada de capacitación, bien caída la tarde, Javier me indicó desde su asiento que deberíamos salir a escuchar nuestra música, que evidentemente era la del Dueto de Antaño, fiebre que ambos padecíamos. Jorge García, que nos escuchaba nos dijo: “No me dejen. Yo los acompaño”. Finalizada la ronda académica, salimos los tres del recinto por las calles de “la Ciudad Madre”, en búsqueda de un buen lugar para escuchar música. Hasta ese momento Javier y yo no habíamos destapado nuestras apetencias musicales. En un momento dado, Jorge nos paró intempestivamente y, ceremonioso, nos dijo: “Yo voy con ustedes adonde quieran y a degustar la música que deseen, pero jamás voy a escuchar a esos viejos gargajientos del Dueto de Antaño”. Javier, cariñosamente le respondió a Jorge: “Te puedes devolver. Esa es nuestra música”.
Mi pasión por esta música me llevó a que, por los años 1996 y siguientes, primero en la Emisora Ondas de la Montaña, luego en Radio Claridad de Todelar y, finalmente, en las emisoras comunitarias de Frontino y Sopetrán, yo sostuviera por cinco años un programa exclusivamente con esa música, donde intercalaba historias de Ramón y Camilo, con sus melodías. Finalmente, la falta de apoyo dio al traste con el empeño. En Todelar compartí cabina con el periodista César Pérez Berrío, otro “duetoantañista”, y Darío Lopera Villa, quien por años fuera el representante musical del Dueto.
En alguna ocasión, ya con la colección completa y digitalizada, me atreví a decirles a mis oyentes en Ondas de la Montaña, que estaba dispuesto a darles gusto en forma inmediata con la composición que me solicitaran. Fue un éxito total en la audiencia hasta un día que me llamó una señora quien me dijo que quería escuchar el bambuco “Juguete” del Dueto de Antaño. Busqué en todas mis bases de datos que prevenidamente llevaba conmigo y le dije al aire: “Señora, qué pena. El Dueto de Antaño jamás grabó una composición llamada “Juguete”. Usted debe estar confundida con “Viejo juguete”, interpretada por el Caballero Gaucho”. La señora insistió y yo tuve que continuar con el programa.
Ese mismo día salí de la emisora rumbo a la casa del maestro Arnulfo Baena Sevillano, guitarrista del Dueto, que aún vivía por el barrio Belén La Palma. Cuál no sería mi sorpresa cuando el artista, ya anciano y enfermo, me dijo: “Sí, Ramón. En 1955 grabamos en un disco de 78 revoluciones ese bambuco para una empresa de la ciudad de Medellín, que lo quiso entregar a sus clientes. Fueron quinientos discos y no creo que se consiga en ninguna parte”. Ocho días después, al aire, reconocí la verdad y, por tanto, carecer de esa joya. Al terminar el programa, la señora de la historia me volvió a llamar y me dijo más o menos: “Señor Elejalde. Le agradezco su sinceridad al reconocer que “Juguete” sí existe. Yo lo tengo. Le vale ciento veinticinco mil pesos. Lo coleccionó mi esposo que era peluquero, falleció hace poco y dejó infinidad de cajas con discos de música vieja”. Después de un pulso por el precio, terminé adquiriéndolo y grabándolo en sistemas modernos. Como colofón, amigo lector, le cuento que un día, haciendo aseo en mi discoteca, lo quebré involuntariamente. Lo pegué con cintas y pegas a sabiendas de que ya no se puede utilizar en una victrola.
Contaba el amigo Juan Paz (Jairo León García) que hace unos años Evelio Ramírez Martínez, Bernardo Trujillo Calle, Hildebrando Marín, Guillermo Mejía Mejía, Sergio Trujillo Turizo y quien escribe, compartimos con Otto Morales Benítez un agradable almuerzo en el restaurante “Hatoviejo” de Las Palmas. Su carcajada, incomparable; su lucidez, envidiable; su buen humor, contagioso. Un aguacero cómplice prolongó la agradable tertulia y facilitó disfrutar de las más deliciosas anécdotas contadas por alguien que llevaba más de setenta