Название | Cuatro héroes para salvar el mundo |
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Автор произведения | Juan Carlos Gruttulini |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878718378 |
Leandro, con la mano levantada les grita. – ¡Chau huesitos! ¡Gracias por la ayuda!
CAPÍTULO - 3 -
Malox estaba en uno de los salones del castillo, frente a un gran tablero de control, que se comunicaba con una cabina de cristal, en cuyo interior había una silla con apoya brazos y la misma tenía correajes. En ese momento ingresan dos asistentes vestidos con delantales blancos, trayendo a la rastra a un jovencito de unos catorce años aproximadamente, seguidos por cuatro Dracules, el último de ellos al ingresar al lugar, cerro puerta del laboratorio y se quedaron parados a un costado del recinto.
Bajo la atenta mirada de Malox, los asistentes introdujeron al menor en la cabina, lo sentaron y lo ataron con el correaje, de las muñecas y de los tobillos, mientras el chico imploraba que no le hagan daño; Los asistentes salieron y cerraron la cabina herméticamente. Malox comenzó a manipular los controles y la cabina se fue llenando de un humo blanco, hasta no dejar ver nada de lo que pasaba en el interior. Luego de unos minutos Malox volvió a manejar los controles y el humo desapareció completamente, los asistentes abrieron la cabina y sacaron al chico que con pasos vacilante y la mirada perdida, los seguía sin pronunciar ninguna palabra.
Malox, mirando al joven que estaba como en una nebulosa, lanza una carcajada siniestra, mientras grita. — ¡Lo volví a lograr! ¡No solo le robe las ilusiones, sino también le robe la voluntad!, Ahora no solo domino el mundo, también domino las mentes... Solo me falta una cosa para lograr todos mis propósitos.
—¿Qué es lo que le falta? – Pregunta uno de los asistentes.
—¡Usted lo tiene todo, mi señor!— Le dice el otro asistente.
—¡No!— Grita Malox. —Para que mi triunfo sea perfecto, tengo que apoderarme del cáliz sagrado y con eso alcanzare la inmortalidad y seré el rey de reyes.
CAPÍTULO - 4 -
Dentro de los muros que circundaba el antiguo monasterio, la vida transcurría en paz y armonía; Unos monjes trabajaban en las quintas, otros cuidaban los jardines o limpiaban las hojas de los árboles, caídas en los parques y caminos.
En el segundo piso del edificio principal, se encontraba reunido el viejo Yancar con otros monjes, charlando de diferentes temas. De pronto se levanta de la silla, tocándose la parte derecha de la cabeza con un gesto de dolor en el rostro, sin decir nada se dirige a la ventana y se pone a mirar el exterior, observa cómo trabajan los jóvenes monjes y se queda un instante meditando.
Uno de los monjes se acerca y le pregunta. — ¿ Tiene algún problema, hermano Abad ?... ¿ No se siente bien ?
—¡No! No es mi salud el problema. —Contesta Yancar, volviendo hacia donde estaban los demás. — Hermanos, el señor me hizo ver unas imágenes en mi mente, verdaderamente terribles, algo siniestro sobrevuela el monasterio y amenaza a nuestra comunidad.
—¿Pero de que se trata esa gran amenaza? – Preguntan todos los presentes. –
—No lo sé con exactitud, pero el Sr. Me previno para que estemos preparados... No sé contra quien o contra que tendremos que enfrentarnos... Pero hermanos, desde hoy tendremos que estar con los ojos y las mentes muy atentos a lo que pueda acontecer y defendernos de acuerdo a las circunstancias.
CAPÍTULO - 5 -
Los cuatro ingresaron a un pasillo interno del castillo, a través de una puerta secreta, oculta detrás de la escultura de un gran guerrero; El pasillo estaba adornado con armaduras colocadas en pedestales y apoyadas en sus propias espadas. A medida que avanzaban por el mismo, comenzaron a escuchar como un susurro de voces a lo lejos, siguieron caminando con precaución, mientras vigilaban hacia todos lados.
De pronto, cuando menos lo esperaban, cuatro Ninjas vestidos de negro y armados con lunchacos, les cortaron el camino.
—¿Y estos de donde aparecieron? — Pregunta Agustín.
—¡No sé! —Grita Maxi. — ¡Pero ataquemos primero. — Y se lanza a la lucha, seguido por los otros tres, que imitándolo comenzaron a dar patadas y golpes.
Leandro con una toma, le saca el lunchaco a uno de los ninjas y le aplica con el mismo, un golpe en los testículos, haciéndolo caer desmayado por el dolor, mientras grita. – ¡Bola dos, palo afuera!
En pocos minutos quedaron los ninjas tirados por el suelo desmayados, mientras los cuatro siguieron su camino, hacia el lugar desde donde provenían las voces; Cuando llegaron se quedaron sorprendidos por lo que veían; Era una celda, con el frente cerrada por un enorme cristal irrompible y donde a través de él, se podía observar a unos veinte chicos de distintas edades, caminando como zombis, con los ojos perdidos y los brazos colgando a los lados del cuerpo.
—¿Qué les pasa?. – Pregunta Sebastián.
—¡No tengo la más remota idea!. – Responde Maxi. – Pero seguro que no es nada bueno... Espero que podamos ayudarlos.
—Muchachos, las voces vienen del otro lado. – Les grita Agustín.
Los cuatro fueron hacia ese lugar y otra vez se sorprenden; Era otra celda con su correspondiente cristal, pero esta era enorme y en su interior habían más de cien chicos de distintas edades, que oscilaban desde los tres años, a los quince años de edad aproximadamente y que al verlos a ellos, se pusieron a llorar y gritar, pidiéndoles por favor que los saquen de allí.
Leandro se pone a observar todo el contorno del cristal, buscando como poder abrirlo o desarmarlo, pero no encontró la forma. – Debe haber algún control electrónico, que al accionarlo, abre esta estructura... Pero no está por aquí.
—¿Y ahora qué hacemos? – Pregunta Agustín.
—Sigamos avanzando, quizás con un poco de suerte, encontramos el tablero y liberamos a todos los chicos. – Comenta Sebastián, mientras comienza a caminar.
Los demás lo siguen, sin dejar de mirar a los pequeños cautivos; Cuando habían recorrido un trecho, encuentran una puerta cerrada, pero con la llave colocada en la cerradura.
—Qué raro que la llave este puesta del lado de afuera de la habitación. —Observa Leandro.
—Depende... Si adentro de la habitación, hay algo o alguien al que vos no quieres dejar salir, está bien que la llave este del lado de afuera. – Responde Sebastián.
—¡Buen punto! ¿Pero qué les parece, si en vez de dialogar, entramos y averiguamos que hay dentro de esta habitación? En una de esas casualidades encontramos el tablero de comando para abrir las celdas. –Dice Agustín.
Abrieron la puerta y con sumo cuidado se introdujeron en la habitación; Pero otra sorpresa les esperaba en la misma, que los dejo paralizados. En el centro del recinto había un lecho de piedra y sobre el mismo se encontraba acostada boca arriba y con los ojos cerrados, una niña quinceañera, tenía puesto un vestido de fiesta blanco, que le llegaba hasta los pies, sus manos entrelazadas sobre su pecho, sostenían un pequeño adorno floral y sobre su cabeza, una coronita de azares adornaban su larga y negra cabellera, que le llegaba hasta la cintura. La tenue luz de dos grandes cirios le iluminaba el rostro, dándole un aspecto angelical.
Los cuatro se fueron acercando lentamente, mientras Agustín comenta. —¿Estará muerta?
Sebastián