Bichos Irracionales. Osvaldo Jesús Zarandón

Читать онлайн.
Название Bichos Irracionales
Автор произведения Osvaldo Jesús Zarandón
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9789878716268



Скачать книгу

bien, compadre,

      cual es su reputación,

      de pendenciero y ladrón

      ¡que Dios me libre y me guarde! —.

      El zorro, muy dolorido

      dijo: —Compadre, me ofende,

      quiero ser bueno y, por ende,

      Dios sabe me he corregido.

      Regenerarme me lleva

      la mayor parte del día.

      Me siento ¿quién lo diría?,

      como una criatura nueva.

      Mas mi suerte ya está echada

      y nada puedo esperar,

      nadie me ha de respetar,

      ni ha de hacerme una gauchada.

      Pero el amor me ha llegado,

      y en el amor tengo fe,

      compadre, acompáñeme,

      que por amor he cambiado —.

      No convencido el mulita,

      aceptó a regañadientes;

      y a pesar de sus parientes,

      con el zorro fue a la cita.

      Y allá fueron los dos bichos

      cruzando el campo sombrío,

      el zorro lleno de bríos,

      muy taciturno el quirquincho.

      Tan sólo se oía el canto

      de los sapos y los grillos,

      era un responso sencillo

      por el día, en su quebranto.

      Como un pájaro del cielo

      que abandonaba su nido,

      sobre el campo anochecido

      la luna extendió su vuelo.

      El zorro y el armadillo,

      llegaron sin hacer ruido

      hasta un puesto ya dormido

      entre ceibos y espinillos.

      —Nada hay más desafinado

      que un zorro de serenata,

      mi canto es ruido que mata —,

      argumentó el muy taimado.

      —Por eso, ya que ha venido,

      con su bella voz de bajo,

      cante que yo haré el trabajo

      de estar siempre prevenido —.

      Ya el quirquincho vanidoso

      fue componiendo el garguero,

      y soltó como un jilguero

      su trova, lleno de gozo.

      Y el astuto carnicero

      para nada perezoso,

      miró con ojos golosos

      hacia el amplio gallinero.

      Muy pronto llegó al corral,

      que en santa calma dormía,

      y cuanta gallina había

      fue a parar a su morral.

      No quedó bicho emplumado

      parado sobre sus patas,

      al son de una serenata,

      por el zorro fue embolsado.

      Mas dicen que la avaricia

      nunca es buena compañía,

      y quien obra así, un buen día:

      pagará por su codicia.

      Y aunque hubo quien logró,

      con música aplacar fieras,

      tan grande el barullo era

      cuando el cantor concluyó,

      Que en el patio desvelado

      el patrón se hizo presente,

      con perros de fieros dientes

      y un trabuco recortado.

      El quirquinchito, ignorante

      de lo que allí acontecía,

      saludó con cortesía

      al ver llegar tanta gente.

      Hizo un gesto reverente,

      apoyado en su guitarra,

      cuando el patrón que no yerra,

      centró la mira en su frente.

      La gloria caro se paga

      aunque uno tenga talento,

      mas un público violento

      a ningún artista halaga.

      Pero gloria y vanidad,

      a veces van de la mano,

      no sólo entre los humanos,

      en todo bicho se da.

      No era a la regla excepción

      aquel quirquincho cantor,

      y así aprendió con dolor

      lo que no fue con razón.

      Del rabillo se vio izado

      por las manos del patrón,

      quien comentó socarrón:

      —mañana, ¡quirquincho asado! —.

      Para más humillación,

      después de aquella sentencia,

      lo arrojaron con violencia

      hacia el fondo de un cajón.

      Largas horas pasó allí

      meditando el trovador,

      viéndose en el asador,

      adobado con ají.

      —Mi compadre va a tratar

      de liberarme —, imaginó,

      mas el tiempo transcurrió

      sin que lo viera llegar.

      Pues el zorro traicionero

      cuando todo se calmó,

      sin mirar atrás huyó,

      olvidando al compañero.

      La noche cubría el monte

      como un oscuro pañuelo;

      la luna cruzaba el cielo,

      buscando un nuevo horizonte.

      Dormían hombres y perros

      y en el fondo del cajón,

      el preso no halló razón

      a las causas de su encierro.

      Todo giraba en su mente:

      familia, amigos, amor,

      el zorro y el asador,

      los rostros de tanta gente.

      Con amargura miró

      cuando escuchó que lo hablaban;

      las patitas le temblaban

      y pensó: “Todo acabó”.

      La extraña voz insistió

      con intención de animarlo:

      —amigo, vengo a salvarlo,

      no ha de morir si estoy yo —.

      Luego un ala le alargó

      mientras dijo: —Agarre fuerte,

      si nos ayuda la suerte

      lo saco, como que hay Dios —,

      Y fue el quirquincho subiendo,

      prendido de uñas y dientes,

      no