Название | Bichos Irracionales |
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Автор произведения | Osvaldo Jesús Zarandón |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878716268 |
y por el aire voló,
como una flecha de luna
a orillas de la laguna,
al momento del abrazo,
segura de su zarpazo,
mostrando sus fieros dientes
como agujas relucientes.
Sin saber, (supongo yo),
que al momento en que atacó
oculta entre la gramilla,
no estaba sola en la orilla.
Dos ojos que allí brillaban
y la escena contemplaban,
seguían sus movimientos
sin parpadear, ¡muy atentos!
Pues recostado en la arena
el que seguía la escena,
era un yacaré bravío
que llegó vadeando el río.
y lo que luego ocurrió,
es, tal hoy lo cuento yo:
el caimán su boca abrió
y allí a la arpía atrapó,
después aquel yacaré,
masticándola se fue,
como si fuera un manjar,
a la clara luz lunar.
Todo ocurrió tan de prisa,
como si fuera una brisa
que pasó y nadie advirtió,
excepto, la luna y yo.
Y los dos enamorados,
se alejaron muy confiados,
sin enterarse siquiera
de aquella víbora overa,
ya que un amor verdadero,
no teme a bicho rastrero,
ni a alimaña ponzoñosa,
y es, una abstracción gozosa.
EL PEZ Y LA PALOMA
Allá en el río que lejos,
al crepúsculo bermejo,
rizado de sol y espuma
y bramando como un puma
desciende hacia la llanura
entre la verde espesura,
un pececito moreno,
tan moreno como el cieno
en que crecen las totoras,
pasaba todas sus horas
mirando la verde orilla
tapizada de gramillas.
Una paloma viajera
que así del aire lo viera,
en la orilla se posó
y curiosa preguntó:
—Dime, ¿qué miras, hermano?
¿Acaso ves un gusano
oculto entre la gramilla
que desciende de la orilla? —.
Y entonces el pez repuso
entre turbado y confuso:
—¡Oh!, no, mi amada señora,
aquí me paso las horas
mirando la verde orilla
y soñando maravillas.—.
—¡Hay jovencito te pierdes
de tanto mirar el verde!
¿No será que te conviene
mirar lo mucho que tienes,
en vez de soñar en vano
con algo incierto y lejano?
¡Desprecias todo por nada! —
dijo la dama emplumada.
Y el pez la miró muy hondo
con esos ojos redondos
que miran sin parpadear,
pero que saben mirar,
al tiempo que respondió:
—Lo mucho que Dios me dio
yo no desprecio, señora,
y si así paso las horas
entregado a mis ensueños
en este mundo pequeño
que me ha tocado habitar,
¿a quién le puede importar?
Si mi vida es ¡tan sencilla
que todo me maravilla!
Y aunque de nada soy dueño
y sean los sueños, sueños,
a mí me gusta soñar
¡y a nadie suelo dañar!
Y estoy pensando al mirar,
que un día podré volar
más allá de la gramilla.
¡Y será de maravillas
elevarme en raudo vuelo,
tocar las nubes, el cielo,
las estrellas una a una!
Y en un rayito de luna,
bajo la noche callada,
como un ave constelada
y empapado de rocío
volver a mi amado río,
a las cosas cotidianas
como todas las mañanas.
Esa es toda mi ilusión,
mas los sueños, sueños son
y yo, sólo un soñador,
para el mundo, un perdedor —.
Y aquella dama viajera,
tan escéptica y sincera,
mirando al moreno pez
dijo: —Quién sueña tal vez
llegue a ser un perdedor,
pero soñar es mejor
que vivir sin ilusión
y sentir el corazón
tan marchito y desolado
como un niño abandonado.
Si es esta vida ¡tan breve!
¡ay! de aquel que no se atreve
en su existencia sencilla
a soñar con maravillas.
Si un sueño es la misma vida,
soñar no es vida perdida.
Y así sea oscura y mustia
no te rindas a la angustia,
y piensa con alegría
que mañana es otro día.
Pues Dios que todo lo ve,
es quien dispone el después—.
LA SERENATA
Allá en los campos de Ampata,
en una charla de bichos,
el zorro dijo al quirquincho:
—¡Salgamos de serenata! —.
El quirquinchito, asombrado,
le respondió con recelo:
—Dígame, ¿me toma el pelo,
o