Название | De damnificados a víctimas |
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Автор произведения | Fernanda Espinosa Moreno |
Жанр | Социология |
Серия | Ciencias Humanas |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789587846836 |
Podemos decir entonces que hay pérdidas que implican duelos sociales. El duelo, además de un proceso individual y personal, es un fenómeno social, pues es la manera en que las sociedades enfrentan una pérdida. Expresar el dolor en la escena pública implica reconocimiento y valoración social de lo perdido. El reconocimiento del duelo social transita también por proponer soluciones o posibles reparaciones, como inclusión en la legislación nacional. Elsa Blair habla de duelos nacionales y cómo éstos se relacionan,
admitiendo que no es igual “elaborar los duelos” en el caso de los individuos y en el de las naciones; estas últimas tienen, sin embargo, una vida y un discurso públicos y los individuos pueden verse decisivamente influidos por el análisis del pasado que hacen –precisamente en público– sus dirigentes, sus escritores o sus periodistas: una puesta en escena de rituales colectivos de expiación. Es este registro público oficial, asumido por las autoridades políticas o por sus “portavoces” y puesto en la escena pública, el que ayuda a los dolientes a la elaboración subjetiva (individual y privada) del duelo. Un ejemplo claro y relativamente reciente es el reconocimiento de la categoría de desaparecidos en la legislación argentina.32
El duelo social y la inclusión de los afectados por la violencia como problema público implican una identificación del Estado con un proceso de reparación pública, con el reconocimiento de los derechos de las víctimas y con la propuestas políticas a las demandas sociales de reconocimiento y reparación.
Durante el periodo abordado en nuestra investigación, las organizaciones de afectados por la violencia, los movimientos sociales de víctimas, que luchan por acceder al duelo público, las “comunidades de dolor”, hacen duelos colectivos y luchan por incluirse en el duelo social y público como en la comunidad política nacional. En el caso colombiano, María Teresa Hincapié Uribe sostiene la hipótesis de que en el conflicto y en el duelo por las violencias la sociedad necesita la elaboración del duelo. Plantea preguntas pertinentes para este trabajo:
¿El duelo por las violencias debe ser también un asunto colectivo, público y abierto en el tiempo y en el espacio, mediante el cual los pueblos y las naciones enfrenten los temas trágicos, dramáticos o vergonzosos de su pasado y su presente, para construir sobre bases más firmes las posibilidades de la convivencia social? ¿El duelo social, colectivo y público está dirigido sólo a las víctimas y a los afectados de manera directa por las violencias y las guerras? O, por el contrario, ¿su necesidad atañe también a los que han convivido con ambientes conflictivos y bélicos, en el pasado y en el presente, es decir, al conjunto de la sociedad?33
Según la autora, el duelo social y colectivo exige reparaciones económicas, pero también políticas, éticas y culturales. Se concentra en cómo el duelo social se tramita “a través de la recuperación de la palabra y la memoria histórica… mediante las cuales las víctimas y las gentes que habitan estos territorios puedan incorporar sus historias personales y familiares, sus dolores privados e individuales, en contextos explicativos más amplios, e interpretar y otorgarle así un sentido a las situaciones trágicas que han vivido”.34 En este sentido, el duelo social está directamente relacionado con las memorias y las narraciones del pasado violento, tema que atraviesa esta investigación.
Sujetos de memoria y narrativas de la violencia
El duelo social está directamente ligado a las disputas por la memoria y la narración de un pasado violento, y relacionado con la visibilidad y la puesta en público de la voz de las víctimas como sujetos de memoria. “Los duelos en las naciones y las sociedades no se satisfacen solamente con el castigo de los culpables, se requiere desatar las memorias atrapadas en la guerra, presentarlas en público y para el público, configurar historias colectivas y llevar a cabo actos de reparación simbólicos, celebración de rituales conmemorativos y disposición de lugares para la memoria.”35
Además, existe una íntima relación entre las políticas de memoria de pasados violentos y las políticas de reparación. El sujeto víctima es primordialmente un sujeto de memoria, protagonista de luchas políticas por la construcción de memoria y de su introducción en la memoria nacional; ahí se enmarcan las medidas de reparación simbólica. Las víctimas son uno de los ejes constitutivos de diferentes prácticas memoriales. Las personas afectadas se transforman en “instituciones de memoria”, que promueven prácticas y acciones referentes a la narración del pasado violento y a la forma como debe ser reparado. Observamos una tensión entre el sujeto víctima y la narración de la violencia que parte desde la cuestión acerca de cómo comunicar la violencia.
La caracterización de la víctima está ligada a la del victimario. En la revisión de fuentes, durante nuestra investigación encontramos el debate sobre quién o qué sería el “victimario” y sobre el reconocimiento de la “violencia política” como contexto del daño, relacionado con las responsabilidades de los partidos políticos y del Estado. Igualmente, muchas veces las víctimas optan por afirmar o definirse a partir de quien consideran su victimario; por ejemplo, “víctima de crímenes de Estado”, “víctima de las FARC” o “víctima de los pájaros” (como se conocía a los bandoleros conservadores en 1950). Esta definición dual de víctimas-victimarios está presente en estos debates de manera constante. La identificación de víctimas y de responsables está íntimamente ligada a la narración del pasado.
Identificamos las narrativas de memoria de la violencia y el conflicto que narran el pasado y ensamblan discursivamente y manufacturan una memoria colectiva y una representación pública del recuerdo. Se trata de marcos de representación en debate que demuestran las tensiones políticas y sociales frente al “sentido del pasado”. También evidencian una serie de violencias mal tramitadas, de memorias vivas y vividas sin cierres temporales, las cuales persisten.
En las últimas décadas el concepto de memoria ha sido ampliamente utilizado con diversidad de significados. La academia y una parte de la opinión pública lo evocan con multiplicidad de usos y sin suficientes reflexiones, fenómeno que se ha denominado como “boom de la memoria” y “obsesión memorial”.36 Este boom memorístico no sólo tiene expresiones con base en la disciplina histórica, sino también en la antropología, la sociología, la ciencia política y también en las ciencias sociales y políticas. En particular, en las sociedades que han padecido procesos de conflicto o de transiciones democráticas existe un debate político sobre la memoria y un interés por evocar y revisar el pasado.
Un punto de partida necesario son los estudios pioneros de la memoria de Maurice Halbwachs, quien asevera que la memoria siempre es colectiva, pues depende de los grupos sociales en un espacio.37 En nuestro caso, se trata de ver cómo las narrativas de la violencia consolidan unas víctimas que se recuerdan colectivamente, obteniendo reconocimiento social y posibilidades de reparación.
Muchos autores reconocen la relación que existe entre la construcción de la memoria y el poder. Cuando se utiliza el concepto de “memoria oficial”, justamente se hace referencia a la memoria construida desde el Estado y con una intención política particular. Igualmente, cuando se alude a las disputas por la memoria y a la imposición de una memoria sobre otras, se habla sobre cuál prevalece al final. Entonces, la pregunta clave sería respecto de la correlación de las fuerzas políticas en la construcción de memoria y, por lo tanto, en los debates del Estado-nación y las exclusiones que construyen, pues en la manera en que se construyen las memorias hay motivaciones políticas que se disputan la apropiación del pasado.38 En este proyecto observamos las disputas por dar sentido y narrar el pasado del conflicto colombiano en los distintos momentos del periodo analizado. Permanece implícita la existencia de memorias no oficiales, esto es, las de los grupos subalternos. Cabría preguntarse entonces por la relación que existiría entre la memoria nacional y las memorias de grupos usualmente aislados