Los busca-vida. Rosario Orrego

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Название Los busca-vida
Автор произведения Rosario Orrego
Жанр Книги для детей: прочее
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Издательство Книги для детей: прочее
Год выпуска 0
isbn 9789563572889



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por ellos. Incluso las mujeres indígenas parecen representadas con estas características. Asimismo, se interna Orrego en las problemáticas territoriales de la región, temáticas que siguen siendo urgentes. Y si bien la demanda moral que propone su texto no es ante las acciones extractivistas como devastación de la naturaleza sino ante la codicia humana como rasgo inaceptable, al menos propone una manera de abordar las experiencias regionales. De todos modos, quisiera pensar que la incorporación de estos temas y las perspectivas de representación en la novela fueron parte de una reflexión más honda con respecto al porvenir político de los pueblos y los territorios.

      Todo lo cual nos puede parecer un mínimo ético en nuestros días. Pero no olvidemos que nos encontramos con un texto de pleno siglo XIX, con un Estado-Nación que en tiempo posterior a esta novela se fundamenta en el genocidio y el despojo con la Ocupación de Wallmapu, a pesar de los tratados de soberanía pactados entre el Pueblo Mapuche y el Estado. Y que, por dar otro ejemplo reciente del colonialismo en la zona norte, recién el año 2020 Chile reconoce al Pueblo Chango como una comunidad viva, un proyecto de ley que fue presentado en 2006. Hasta entonces, mientras la institucionalidad defendía que se trataba de un pueblo extinto, la comunidad llevaba años resistiendo y adaptándose a nuevas prácticas para subsistir. Tampoco es menor que su demanda identitaria estuviese vinculada al deseo de defensa territorial frente el avance desgarrador de los proyectos megaextractivistas de la zona. En este sentido, la salvaguarda de la existencia es una demanda política. Tales problemáticas coloniales se reiteran con otros pueblos originarios o tribales, asunto que hoy por hoy ha quedado al descubierto burdamente en la discusión por los escaños reservados para el eventual proceso constituyente.

      IV

      Hace un par de años fui invitada por la Sociedad de Escritores de Copiapó a varias actividades, entre ellas a un conversatorio en el Museo Regional de Atacama con algunas comunidades indígenas de la zona. Durante mi estancia los temas recurrentes de nuestros diálogos giraban en torno a la descentralización, las zonas de sacrificio y el extractivismo. Lo mismo ocurrió en la especie de pequeña asamblea que armamos en el salón principal del museo, entre medio de retratos del siglo XIX. Recuerdo que había hermanos y hermanas pertenecientes al Pueblo Diaguita y al Pueblo Colla, y que unos días antes armé un breve texto como relato de presentación para animar nuestro intercambio. El asunto es que el diálogo calmo que imaginé estaba lejos de serlo. Mientras comentaba la experiencia del Pueblo Mapuche y sus luchas pasadas y actuales contra el despojo y la militarización, más bien observaba cierto disgusto. Recién en ese lugar entendí el desplazamiento que sentían las comunidades andinas por su invisibilización. De alguna manera, lo que intentaban decirme no es algo muy distinto a su descontento frente al trato marginal que el Estado y la sociedad les ha dado, quedando a la deriva en un país que no reconoce sus memorias indígenas y donde pareciera que el único pueblo originario vivo es el mapuche. De todas formas, insistí en la idea de las luchas en común, cuestión que todavía sostengo. Creo que son estos tejidos comunitarios entre pueblos los que debemos reforzar para defender los territorios y los bienes comunes naturales. No es posible que después de toda la vorágine minera relatada por Rosario Orrego en el siglo XIX y el impacto que provocó la economía imperial, sigamos hoy bajo políticas neoliberales, enfrentando un panorama todavía peor. En el norte sus pobladores experimentan cotidianamente la explotación desmedida de las mineras, las zonas de sacrificio, la contaminación de aguas y relaves, problemas espantosos que ni con las mezquinas políticas multiculturales del Estado ni con el disfraz de las “donaciones culturales” de las empresas se resolverán.

      Tal vez por eso decido hilar este diálogo incierto con esta escritura en particular, situada en Qupa yapu, donde no solo la fiebre de la plata colmaba el territorio, sino también su heterogeneidad de pueblos. Pienso en el tejido de imágenes de Los Busca-vida como una propuesta estética que describe una ciudad fronteriza en plena fiebre de la plata, mientras comenzaba la transformación industrial. Me pregunto si hoy Rosario Orrego escribiría sobre las problemáticas del presente, a pesar de su lugar privilegiado, a pesar de los negocios de su familia. ¿De qué lado de la historia estaría tejida su escritura hoy? ¿Cómo reescribiríamos Los Busca-vida en la actualidad? Al menos, la realidad territorial es un tema candente para los escritores y escritoras que conocí en Qupa Yapu, pues el envenenamiento de sus comunidades es el manto de cardenillo del que les toca ser hoy testigos.

titulo

      Índice

       Capítulo primero

      El pueblo de los indios

       Capítulo segundo

      El Puerto-viejo

       Capítulo tercero

      La Punta de lobos

       Capítulo cuarto

      El hotel del italiano

       Capítulo quinto

      La Placilla

       Capítulo sexto

      El secreto

       Capítulo séptimo

      El cateo

       Capítulo octavo

      Resultado del cateo

       Capítulo noveno

      Proyectos de matrimonio

       Capítulo décimo

      La cita

      Capítulo primero

      El pueblo de los indios

      I

      El pueblo de indios es una pequeña aldea situada entre el desierto de Atacama y la ciudad que lleva este nombre. La población está formada por unas cuatrocientas cabañas en un valle estéril, cuya naturaleza pesa como una mano de bronce sobre el corazón del hombre que no ha nacido entre aquellas arenas o que no ha visitado siempre y en todas estaciones aquellos cerros que aparecen llevar sobre sí un luto eterno. Ni una planta, ni un arbusto verde adorna las oscuras cimas, solo de cuando en cuando aparecen, como momias de pasados siglos, algunos árboles secos para aumentar aún más la tristeza que infunden las gigantescas colinas cruzadas de vetas minerales.

      Allí, en aquel valle, encajonado por los cerros, aislado del todo, perdido, puede decirse, en el desierto, ha permanecido este resto de los aborígenes de esas comarcas. Así no es extraño que se hayan conservado allí, hasta ahora poco, las costumbres, tipo y genial carácter del primitivo indígena.

      II

      El descubrimiento de las colosales riquezas encerradas en las entrañas de los cerros de Atacama, trajo a los habitantes del Pueblo de indios una luz civilizadora.

      Teniendo a su espalda el gran mineral de Chañarcillo y al frente una ciudad industriosa y próspera como la de Copiapó, forzoso les fue al fin a los desgraciados indios sobreponerse al justo tradicional horror que les inspiraban los rostros pálidos y despojarse de su nativa terquedad.

      Una de las vías principales para el transporte de los productos minerales atraviesa por el pequeño pueblo: la vista de las tropas cargadas de tesoros, el ruido de los coches de viaje que hacía ya estremecer aquel tranquilo suelo, destinado más tarde a sostener la línea férrea; y más que todo,