365 días para cambiar. Sònia Borràs

Читать онлайн.
Название 365 días para cambiar
Автор произведения Sònia Borràs
Жанр Книги для детей: прочее
Серия
Издательство Книги для детей: прочее
Год выпуска 0
isbn 9788418013959



Скачать книгу

que para seguir adelante tengo que dejar cosas atrás y darlo todo de mí. Y bien, digamos que haré todo lo posible con tal de llegar a mis metas. Además, ahora ya tengo más presente que se han aca­bado para mí los días en los que estaba deprimida llorando en la cama.

      —Te has recuperado muy deprisa, precisamente nadie diría que hace tan solo unas semanas sufriste un terrible ac­cidente de coche que por poco no te cuesta la vida —dice mi abuela—. ¿Y cómo llevarás los estudios, a partir de ahora?

      Y de repente, chocando contra mi breve momento de re­flexión, vuelvo a pensar en la vida que dejé inacabada, la que estaba relacionada directamente con los estudios y el futuro. No lo había pensado ni una sola vez desde que había entrado en el hospital, básicamente porque no era lo que más me importa­ba, al menos teniendo en cuenta cómo me siento, y la verdad que aún es pronto para pensar en qué sucederá más adelante si, para empezar, a veces no entiendo ni el presente que me rodea.

      Al principio, no sé qué decir, porque no tengo ninguna respuesta certera, pero mi madre se avanza y se apresura a responder por mí:

      —Aún no sabemos cómo irá, el curso ya está terminado, de manera que cuando empiece el próximo año quizás pueda empezar más tarde, cuando salga del hospital. O en el caso de recuperarse antes de empezar, podría recuperar la rutina. Aunque por el momento es muy pronto para hablar y decidir.

      Creo que tiene razón, aún quedan días para empezar de nuevo, ahora solo debo preocuparme por el presente que de por sí solo ya es bastante preocupante e incierto. Lo último que me conviene es pensar en algo que aún no ha llegado.

      Antes

      —Tal vez hoy sea tu último día aquí —le digo a un Drew absorto que mira por la ventana cómo los pájaros cruzan el cielo. Al decir en voz alta que se irá empiezo a sentir cómo la pena y la tristeza se adueñan de una parte de mí.

      —Aunque solo he estado un par de semanas, siento que ha pasado como un mes, o hasta puede que más tiempo. Aquí, entre estas paredes, el peso de las horas y los días es diferente —dice sintiéndose abatido por todas las vivencias que él tam­bién ha vivido en pocos días—. Y a pesar de los recuerdos que no puedo considerar como positivos, de nuevo prefiero que­darme con lo que ha sido bueno y me ha hecho sonreír, porque todo esto no ha sido poco. Al final puedo pensar con alegría que me he recuperado, y no solo eso… Te he conocido —su voz tiembla ligeramente cuando dice las últimas palabras.

      —Sobre haberme conocido… Está claro que podrías haber vivido sin haberme conocido. Las personas, realmente, somos prescindibles, sin embargo, hay algunas personas que se con­vierten en únicas para nosotros y no sabemos recordar qué era una vida sin ellas —sin apenas ser consciente, me doy cuenta de que entre nosotros se ha establecido una aparente tensión que me esfuerzo por aligerar.

      —Sinceramente, tengo muchas ganas de volver a mi casa, de volver a recuperar la rutina de la que era mi vida normal. Quiero seguir avanzando.

      —Te comprendo, yo también me siento así. Hay días en los que echo de menos mi casa, poder salir con mis amigos, hasta extraño estudiar… Pero desde que he comenzado reha­bilitación siento que mi rutina ha cambiado y ahora manten­go la cabeza ocupada con otros quehaceres.

      —Sobre rehabilitación… —dice y parece debatirse entre lo que dirá—. Debo decirte algo: Diego es mi hermano —a la mención de su nombre consigue que de golpe centre toda mi atención en él. Por unos segundos le miro atónita.

      —¡¿De verdad es tu hermano?! —exclamo—. ¿Por qué no me lo has dicho? —al principio pienso que es mentira, que es tan solo una broma que me ha querido gastar, pero la se­riedad con la que lo ha dicho disipa mis dudas y sé que me está diciendo la verdad. Al mismo tiempo, no me resulta algo sorprendente que sean hermanos, pues ambos son muy pare­cidos, pero nunca les habría relacionado. A veces la vida es un pañuelo en el que todo el mundo se conoce.

      —Simplemente se me hacía extraño saber que te gusta mi hermano, porque… No me malinterpretes, pero él no acostumbra a salir seriamente con chicas. De hecho, que yo sepa, por el momento solo ha tenido una novia que se podría considerar como formal. O al menos solo sé de una con quien ha estado saliendo —dice tras algunos segundos, y finalmen­te sonríe—. Pero, en fin, espero que te trate como te mere­ces, pues después de todo no mereces menos que ser feliz. Aunque, no quiero entrometerme, pero, ¿no piensas que es un poco mayor para ti? —pregunta al ser consciente de la di­ferencia de edad, aunque él es mayor que yo solo por algunos años. Algo que no considero que sea una barrera insalvable, ni mucho menos me parece ningún impedimento.

      —La edad no importa cuando se ama. Es la lección número uno de mi libro personal imaginario del amor —sonrío mien­tras por unos instantes me dedico a soñar en todas aquellas historias de amor en las que pese a todas las barreras siempre hay algo que prevalece por encima de cualquier dificultad, y eso es el amor, el verte reflejado en los ojos de la otra persona mientras sabes que lo que ambos sentís es real—. No sé por qué te empeñas en que me gusta Diego, cuando de momento no ha ocurrido nada, y tampoco sucederá.

      —Aún no, pero quién sabe… —responde con una breve sonrisa. Suspiro dándole la espalda mientras finjo que estoy entretenida con el ordenador, pero lo cierto es que solo estoy mirando el escritorio y las carpetas que hay mientras pienso que algún día debería ponerlo en orden. Sin embargo, Drew no parece contentarse con la conversación y para él no ha ter­minado aquí, así que sigue hablando.

      —Siento que estáis hechos el uno para el otro, sé que suena muy a tópico, pero no deja de ser la verdad —dice—. A fin de cuentas, piensa que tienes un año para definir tus sentimientos hacia él, y si no siempre puede surgir alguna amistad —después calla algunos segundos y continúa—. Por cierto, desde que te he conocido me ha estado rondando una pregunta que no te he hecho para no incomodarte, pero creo que puede ser de interés. ¿Tienes novio?

      —No, ya hace tiempo que lo dejé… —digo recordando—. Cuando el amor se convierte en sufrimiento debes abando­narlo, ¿verdad? —asiente con la cabeza y sonríe.

      —Hoy estás muy filosófica hablando, ¿o solo lo noto yo? —me dice riendo para pasar a adoptar una expresión más grave—. Cuando algo te daña puedes escoger qué hacer, seguir haciéndote daño y mintiéndote diciendo que estás bien o, por el contrario, dejarlo antes de que salgas más herido.Miro el reloj y me doy cuenta de que ha llegado la hora de irme a rehabilitación.

      —Será mejor que terminemos aquí la conversación filo­sófica del día. Me están esperando —digo y sin saber por qué, sonrío.

      —¿Te está esperando mi hermano? —pregunta aun cono­ciendo la respuesta.

      —¿Quién podría ser? —le digo—. Suerte con la prueba, ya verás como todo habrá ido bien. —Antes de irme de la ha­bitación, por impulso, le abrazo y percibo que se sonroja. Al darnos cuenta de la situación, nos echamos a reír, y son estos momentos los que sé qué más echaré de menos de él, y enton­ces entiendo que lo que más me faltará es el poder sonreír por cualquier gesto, porque mientras ríes te olvidas de todo.

      Cada vez que salgo de la habitación, las enfermeras me miran sonriendo, porque no se creen que a estas alturas aún no esté llorando. Pero lo que no saben es que esa actitud no es una opción viable en estos momentos.

      Al llegar al gimnasio, me encuentro con una chica joven que me indica que Diego no está. Me informa de que se encontraba mal y, por lo tanto, no había podido ir, así que me quedo sola en medio del gimnasio, haciendo los últimos ejercicios que he aprendido. Debo admitir que durante los primeros minutos me he sentido vacía, aunque no quería re­conocerlo, no obstante, a medida que va pasando el tiempo me resulta bastante sencillo olvidarme de Diego y pasar a pensar principalmente en cuál es el propósito de la rehabili­tación. Es cuando entiendo que se trata de mi salud cuando retomo los ejercicios con más fuerza y determinación. La hora hubiera podido transcurrir bien, de no haber sido porque