De uno a cuatro. Paulien Bom

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Название De uno a cuatro
Автор произведения Paulien Bom
Жанр Учебная литература
Серия Colección Vivir con niños
Издательство Учебная литература
Год выпуска 0
isbn 9788412029390



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espejo del desarrollo del pensar

      LAS PALABRAS QUE EMPLEAN LOS NIÑOS NOS PERMITEN HACERNOS UNA IMAGEN DE LO QUE ENTIENDEN DEL MUNDO.

      Primero descubren que todo objeto tiene un nombre. En esta fase utilizan solamente sustantivos, de ese modo nos muestran que viven con las cosas que ven, es decir que “son”. Cuando los niños empiezan a utilizar verbos demuestran que comprenden lo activo, lo que está en formación, lo que deviene. Por primera vez se despierta en ellos una idea de lo que es el tiempo. Cuando a los verbos les siguen los adjetivos como “bonito”, “grande”, “pesado”, etc., manifiestan que se están ocupando de los matices y de las cualidades de las cosas.

      Durante el tercer año, los niños empiezan a emplear el “Yo” para referirse a sí mismos, a diferenciar entre “yo” y “tú”, “mío” y “tuyo”, y a utilizar pronombres. Entonces podemos deducir que ya sienten a las otras personas como seres autónomos, distintos de ellos, con su propia existencia. Además, cada vez con mayor frecuencia, incorporan a su lengua los llamados conceptos abstractos, como “ayer” y “mañana”, “primero” y “después”.

      illustration ALGUNOS CONSEJOS PARA FOMENTAR EL DESARROLLO DEL HABLA illustration

      * Para aprender una lengua, lo más importante es tener un buen modelo. Es muy efectivo que el adulto acompañe con palabras todo lo que hace, de ese modo transmite al niño con el lenguaje lo que el niño ve y vive. Si se habitúa a hacerlo y lo hace con ganas, el adulto ayudará sin darse cuenta a que el niño pronuncie correctamente las palabras que quiere aprender. Por el contrario, si le habla en un lenguaje infantil y lleno de diminutivos, el niño empezará de forma instintiva a rebelarse.

      * Un niño se podrá expresar mejor y establecer mayor comunicación verbal con otras personas, cuando experimente que realmente se le está escuchando, incluso aunque se embrolle con las palabras o se enrede al construir una frase. A menudo, solo por sus gestos ya sabemos lo que nos quieren decir. El arte de educar consiste ahora en esperar pacientemente hasta que también ellos sean capaces de encontrar, por sí solos, la expresión verbal de lo que quieren decirnos. Del mismo modo, es importante que durante la infancia practiquen el escuchar a otra persona atentamente. Los ruidos de fondo constantes de la radio, disco compacto o de la televisión entorpecen ese proceso, porque los niños se acostumbran desde pequeños a seguir parloteando y hablando en voz alta, aunque haya alguien hablando al lado suyo.

      * “Corrección suave”. Cuando los niños pronuncian mal algunas palabras o no construyen bien algunas frases, les servirá de ayuda que repitamos otra vez lo que han dicho de forma clara, pero sin excesivo énfasis. Los niños aprenden a hablar con mayor facilidad en un entorno en el que se sienten seguros. También son muy sensibles a cómo reaccionan los adultos ante sus intentos de hablar.

      * Los niños pequeños poseen un sentido muy marcado del elemento musical del lenguaje y adoptan sobre todo la entonación con la que se dice algo. A los niños les encantan los dichos y las rimas, puesto que en ellos el elemento melódico está mucho más marcado que en el lenguaje coloquial.

      2ª fase

      Tras la fase de las palabras sueltas, es decir, hacia finales del segundo año, los niños empiezan a hablar con frases cortas y entran en un nuevo ámbito de la lengua. La formación de frases está relacionada con estructuras de la lengua que se hallan reflejadas en un gran número de reglas gramaticales. Aunque un niño no es directamente consciente de esas reglas, gracias al buen ejemplo y a sus propias pruebas y experimentos, poco a poco adquiere una sensibilidad y un sentido de las mismas. El buen dominio de la lengua materna y un buen vocabulario son los requisitos más importantes para una facultad de comprensión bien diferenciada y para la adquisición de un pensar rico en matices.

      EL DESARROLLO DE LA FACULTAD DE PENSAR

      Los primeros aspectos que debe desarrollar un niño en su camino hacia la facultad de pensar son la percepción y el reconocimiento. Al final del primer año ha logrado ya grandes progresos en ese sentido.

      Podemos decir que a través de la percepción una parte del mundo exterior entra en el mundo interior del niño. Así, desde pequeños, los niños adoptan con todos sus sentidos muchísimas percepciones que se convertirán en sus imágenes interiores.

      Un niño viviría constantemente cada nueva percepción como algo totalmente nuevo y desconocido si no se hubiera formado su capacidad de reconocer. Gracias a este primer paso de la memoria, poco a poco reconoce el sonajero, el plato con la comida o el perro, cuando se los encuentra por cuarta o quinta vez. Al principio son solo percepciones aisladas, pero cuantas más cosas reconoce el niño, tantos más sucesos encajan en una imagen mucho mayor. De ese modo aprenden paulatinamente a entender la relación entre las cosas. Cuando la puerta de su habitación se abre, papá o mamá entran en ella y el bebé, con su sonrisa radiante, da a entender que ha comprendido lo que ahora va a suceder. En un siguiente paso, el bebé estira los brazos si alguien entra y así muestra activamente lo que espera. Con esta forma de captar las cosas nos ofrecen los primeros indicios de su capacidad de combinar y de pensar.

      Los niños pequeños investigan por su cuenta su entorno y hacen sus primeros descubrimientos. Progresivamente, identifican las relaciones existentes entre las cosas y su capacidad de reconocimiento se afina cada vez más. Esta forma de pensar permanece unida a la realidad visible y al entorno vital de los niños hasta que cumplen cuatro o cinco años. Solo después de ese período adquieren la capacidad de formar pensamientos de forma autónoma, sin ver nada en concreto que esté en relación directa con esos pensamientos.

      Además de las percepciones a través de los sentidos, el lenguaje supone un estímulo importante para el desarrollo del pensar. Este se pone en marcha conforme aprenden a denominar los objetos que les rodean.

      “Pensar” significa poder establecer una conexión entre los conceptos que se dominan. El niño aprende primero, por ejemplo, lo que es “papá” y después, lo que es “baño”. A continuación logra establecer una relación entre las palabras “papá” y “baño”. Ahora está en condiciones de construir la frase “papá baño”. Aprende a manejar las palabras aprendidas y de ese modo a comprenderlas y a pensarlas.

      Las palabras “hilar” o “discurrir” expresan lo que queremos decir: al pensar recorremos un camino. A veces, cuando el niño pequeño piensa en voz alta, podemos seguir ese camino paso a paso.

      El mundo interior de los niños no solo se llena del color y de la vida que la realidad diaria les ofrece a través de los sentidos para convertirse en una experiencia anímica; su mundo interior también se compone de la llamada “conciencia mágica”. Es una característica de esta edad gracias a la cual el niño vive en las imágenes. Para él, la realidad y la fantasía van tomadas de la mano. Las brujas, los gigantes, los enanos, los ángeles pueblan ese reino mágico de los niños y son reales para ellos. La mirada de los adultos solo puede entrever de vez en cuando parte de ese mundo, pero la mayoría de las veces nos resulta difícil hacernos una imagen propia. En algún momento determinado, durante la infancia, ese mundo mágico desaparece. Para algunos niños ese proceso se produce de forma paulatina, de modo que los adultos apenas lo perciben.; para otros, tiene un fin repentino.

      Durante esta fase, en la que aprenden a reconocer las relaciones existentes entre las cosas, les resulta de gran apoyo que el transcurso de los días sea rítmico y previsible. Cuanto más intenso sea el cuidado que los adultos le dedican a ese ritmo y plan diarios, más fuerte es el sostén y la seguridad que les damos a los niños.

      — APRENDER A PONERSE EN LA SITUACIÓN DEL MUNDO MÍTICO DE LOS NIÑOS —

      Los padres deben respetar esa conciencia mágica de su hijo y aprender a tratarla de forma correcta. Cuando entienden que los gigantes, los ángeles y los Reyes Magos son miembros de un mundo que conocían y que han perdido, pueden encontrar