De uno a cuatro. Paulien Bom

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Название De uno a cuatro
Автор произведения Paulien Bom
Жанр Учебная литература
Серия Colección Vivir con niños
Издательство Учебная литература
Год выпуска 0
isbn 9788412029390



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del de la voluntad. Para cada una de esas facultades indicaremos una edad aproximada, pero no debe ser motivo de preocupación si el ritmo de un niño es un poco más lento. Cuando un niño aprende a andar muy tarde, quizá se deba, simplemente, a que no tiene ninguna prisa y, si se le deja su tiempo, la mayoría de las veces la cuestión se resolverá por sí sola. Sin embargo, también es cierto que en algunos casos excepcionales podría ser el síntoma de un desarrollo anómalo, entonces una intervención a tiempo resulta vital. En cualquier caso, es importante realizar con regularidad visitas médicas preventivas.

      — CADA NIÑO TIENE SU PROPIO RITMO —

      Resulta fascinante constatar todo lo que nuestro hijo sabe hacer. Igualmente fascina observar cómo realiza esos pasos, puesto que también en el mismo proceso se expresa su particularidad. Un niño, por ejemplo, puede aprender a andar más tarde que los demás, pero en el transcurso de un solo día llegar a hacerlo con sorprendente perfección; mientras que otro niño puede intentar dar sus primeros pasos más temprano, y no conseguir andar hasta después de muchos intentos fallidos.

      EL DESARROLLO CORPORAL

      Resulta fácil observar el desarrollo corporal de los niños a partir de sus cambios en el aspecto físico.

      * Un niño de un año todavía tiene un cuerpo de bebé, aunque a lo mejor ya se mantiene de pie o puede andar. La cabeza, en comparación con el resto del cuerpo, es aún muy grande y supone una cuarta parte de su longitud total. A esta edad, a los niños no se les distingue bien el cuello del cuerpo porque hay muy poco espacio entre ellos. Su cabeza se ve, más o menos, directamente sobre el tronco; todo el cuerpo es redondo y blando, con zonas mullidas en las manos y pliegues en las muñecas. Cuando los niños tienen aproximadamente un año y medio se produce un cambio. Las relaciones corporales varían paulatinamente ya que la cabeza, en comparación con el resto del cuerpo, crece con menor rapidez.

      * Hacia los dos años y medio empieza a configurarse la imagen típica del niño pequeño, que mantendrá hasta que cumpla los cinco años. La cabeza equivale ahora a una quinta parte de la longitud total del cuerpo. El cuello ya es más visible y permite que la cabeza sea algo más libre respecto al tronco, que ha crecido mucho y más que las piernas. En este período resulta llamativo que el tórax y la barriga conforman una gran zona redonda y blanda, donde aún no se distingue la cintura.

      * Después del quinto año el crecimiento se desplaza hacia las piernas y los pies, cuyo desarrollo, en comparación con la cabeza y el tronco, había quedado algo atrasado. Los pies, por ejemplo, hasta el cuarto o quinto año no han terminado de formarse, y antes de cumplir los cinco años los niños los tienen planos por naturaleza. Tampoco la posición de las piernas es la misma que al final del periodo de educación infantil. Las posiciones erróneas son eventuales y completamente normales. Muchos niños con un año y medio mantienen las piernas arqueadas o en forma de (). Alrededor de los tres años eso cambia y muchos tienen las piernas zambas o en forma de X.

      Para los niños las experiencias corporales son su gran centro de atención. Tienen verdadera necesidad de contacto físico y quieren conocer su cuerpo a fondo. Sus educadores pueden ayudarlos si les practican con cariño un buen cuidado corporal, si les hacen caricias y, por ejemplo durante el baño, les dan la oportunidad de que se descubran de pies a cabeza. En el capítulo sobre el llamado desarrollo sexual (véase página 60) trataremos el tema con mayor detenimiento. Por otro lado, el niño descubrirá su cuerpo sobre todo a partir de la acción.

      EL DESARROLLO MOTOR

      Después del primer año de vida, la mayoría de los niños alcanzan una de las metas más importantes del desarrollo motor: logran mantenerse de pie y avanzar agarrados a los muebles, y algunos pueden andar sin tener que sujetarse a ningún sitio.

      A partir de ahora aprenden a moverse cada vez con mayor destreza. Al principio dirigen sus movimientos según lo que sucede delante de ellos, pero paulatinamente desarrollan la percepción para lo que se encuentra a su lado y, finalmente, para el espacio que hay detrás de ellos. Durante este período los niños tienden a ejecutar sus movimientos de forma simétrica y a utilizar por igual, con la misma frecuencia y alternativamente, su mano derecha y su mano izquierda.

      A partir del tercer año, manifiestan una preferencia por la derecha o por la izquierda. Este proceso se denomina lateralidad. En adelante, el esquema de movimiento es asimétrico: los niños tratan, por ejemplo, de sostenerse sobre una sola pierna. Esta preferencia por la izquierda o la derecha no se limita a las manos o a las piernas, también afecta a los ojos y a los oídos. En general, eso significa que un niño de tres años tendrá preferencia por la mano y la pierna derecha o por la mano y la pierna izquierda. A veces se dan mezclas, hay niños zurdos de mano que emplean preferentemente la pierna derecha. Igualmente en el caso de los ojos y de los oídos existe un lado dominante. Lo podemos observar cuando, por ejemplo, siempre sostienen el teléfono sobre la misma oreja.

      — DIVERSIFICAREMOS LAS ACTIVIDADES DE MOVIMIENTO —

      Durante esta fase también se desarrolla la motricidad fina. Alrededor del primer año los niños tantean, palpan y sostienen pequeños objetos entre el pulgar y el índice. Poco a poco aprenden a apilar las piezas de un juego de construcción, a comer con cuchara y tenedor, a beber solos de un vaso y a desatar cordones o desabrochar un botón.

      Hacia el cuarto año la motricidad fina se ha desarrollado tanto que ya son capaces de vestirse solos o de ensamblar las piezas de un tren de juguete.

      Un momento de reflexión

      EL APRENDIZAJE DEL MOVIMIENTO EN LOS NIÑOS TAMBIÉN SE PUEDE VER COMO UN APRENDER A ENTENDER LA FUERZA DE LA GRAVEDAD. Aprenden a erguirse en dirección contraria a esta fuerza. Para ejecutar correctamente sus movimientos, todos sus sentidos tienen que cooperar de forma bien coordinada. En el adulto ese tipo de colaboración está tan desarrollada que ya no piensa que en que en cada movimiento ejecutado se hallan implicados varios sentidos. Al ver con el rabillo del ojo el umbral de la puerta, levantará inmediatamente el pie para no tropezar. Correr y sostener al mismo tiempo algo en la mano, correr y mirar hacia atrás, o darle una patada a una pelota sin caer al suelo, son destrezas evidentes para el adulto, pero un niño las aprende con grandes esfuerzos y después de practicar mucho.

      EL DESARROLLO DEL HABLA

      Habitualmente el desarrollo del habla inicia su plena actividad entre el primer y el segundo año. Durante el primer año los padres pueden haber “preparado el terreno” hablando con su hijo y cantándole canciones.

      1ª fase

      El primer año de vida se denomina algunas veces período rítmico-musical porque, durante este tiempo, los niños sienten más interés por los elementos musicales, melódicos y rítmicos del lenguaje que por el significado de las palabras. Después de esta fase sigue existiendo esa afinidad, pero, además, los niños desarrollan un interés más verbal: entienden y aprenden a utilizar muchas palabras.

      En todo el planeta los niños de pecho comparten un lenguaje idéntico, lo que los adultos denominamos balbucear. Solo más tarde adoptan la lengua materna y el balbucear se especializa, es decir, se mantienen solamente los sonidos que constituyen el fundamento de la lengua materna.

      Las primeras palabras que aprenden los niños hacen referencia a las personas, a los objetos y a las acciones de su entorno inmediato, como “papá”, “mamá”, “guau”, “miau“, etc. Al principio las pronuncian de forma totalmente ininteligible, y a menudo solo son capaces de entenderlas quienes siempre están con ellos. Poco a poco aumenta su vocabulario y pueden expresarse con palabras comprensibles.

      Generalmente, a la aparición de esa capacidad de expresión le precede un período durante el cual, aunque los niños quieran expresarse con palabras, no lo consiguen. Ese es quizá uno de los motivos por los que tienen fases transitorias en las que están impacientes y refunfuñones,