Ladrar al espejo. Álvaro González de Aledo Linos

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Название Ladrar al espejo
Автор произведения Álvaro González de Aledo Linos
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788417845247



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inmersa en un proceso de ceder a las autoridades locales la gestión de los canales más pequeños, menos rentables, o que no son necesarios para el tráfico comercial. Si las autoridades locales no lo asumen, el tramo de canal puede abandonarse y cerrarse. Si no quieres encontrarte un canal cerrado tienes que estudiarte por adelantado, en webs actualizadas, el estado de la red. U otro: en periodos de sequía, como fue ese verano, algunos tramos de los canales están sujetos a restricciones de tráfico o incluso se cierran. Estos acaecimientos se anuncian en una web específica que se actualiza cada día. Si no la consultas puedes encontrarte con un canal cerrado, lo que les había pasado a algunos navegantes que nos encontramos ese verano, y no te queda otra que dar media vuelta e intentar alcanzar tu destino por una vía alternativa. En caso de ser posible, normalmente supone dar un rodeo de varias semanas.

      En los siguientes capítulos he intentado escribir de una forma sencilla lo que a mí me gustaría leer. No soy de esos escritores que consideran un día de trabajo duro haber quitado una coma por la mañana y haberla vuelto a poner por la tarde. Este libro lo escribí en dos meses. A veces me siento dos personas, la que lo vive y la que lo escribe, pero siempre intento que terminen siendo la misma. He recogido las anécdotas y los aspectos técnicos de la navegación por unos escenarios tan diferentes, la geolocalización de los lugares para seguir mejor el viaje en un plotter o un navegador y por si alguien se anima a repetirlo, mis propias impresiones a lo largo de más de tres meses ininterrumpidos de navegar y vivir en un velero tan pequeño, y al final mis conclusiones sobre la circunnavegación de Francia en concreto, y sobre la navegación en barcos pequeños en general. Además he recogido la opinión de los tripulantes que me acompañaron en algunas etapas. Lo que no he incluido es un diccionario de los términos náuticos utilizados en el libro, porque los navegantes no lo necesitan y los profanos pueden servirse de los de mis libros anteriores. Soltamos amarras. ¡Adiós, amigos míos!

      1 La vuelta a España del Corto Maltés. De Santander a Santander en un velero de 6 metros Antequera: ExLibric, 2013. Santander-Bretaña-Santander en el Corto Maltés, un velero de 6 metros. Antequera: ExLibric, 2016. Un tripulante llamado Murphy (Santander-Elba-Santander en el Corto Maltés). Antequera: ExLibric, 2017.

      Capítulo 3

       Como siempre, el

       Purgatorio de Las Landas

      Las primeras etapas de esta navegación iban a ser intensivas porque el tramo de costa española y francesa hasta el golfo de Morbihan lo conocía perfectamente de navegaciones anteriores, y quería pasarlo lo antes posible por el anhelo de llegar a horizontes desconocidos. Los amigos que iban a acompañarme ya lo sabían, y venían decididos a tragar millas más que a disfrutar del turismo náutico, lo que les agradezco especialmente. Salí de Santander con mi amigo Nacho López-Dóriga, que ya me había acompañado en la navegación a Elba... madrugando. Era el jueves 24 de mayo, y teníamos que estar en Hondarribia obligatoriamente el domingo, para la presentación del libro de la navegación a Bretaña, es decir, unas cien millas en tres días. Bretaña es un destino muy al alcance de los navegantes de Euskadi si se está dispuesto a aguantar el Purgatorio de Las Landas, que comentaré más adelante, y por eso el Club Náutico de Hondarribia me había pedido que les hablara de aquella navegación ya tan lejana de 2015.

      A las seis de la mañana el sol se levantó con nosotros y salimos de Puerto Chico despidiéndonos de nuestros familiares, para realizar una navegación anodina hasta Elanchove, 54 millas en más de catorce horas. El día fue pesado pero sin incidentes. Más o menos el primer tercio lo hicimos a motor por falta de viento. El segundo tercio a vela en una ceñida abierta maravillosa, con sol y con el mar sin una ola, un tramo en que el barco parecía arrastrado por los Ángeles. Y el último tercio en lo que solemos llamar “a la francesa”, es decir, motor más mayor, porque el viento del Nordeste nos venía de cara y estábamos agotados para dar más bordos después de doce horas navegando. A media mañana se nos posó un pajarito en el balcón, de esos que están exhaustos y les salvas la vida, porque se han alejado demasiado para volver a tierra y de no ser por el barco caerían al agua. De vez en cuando se daba una vueltas por el aire y volvía a bordo con un mosquito en el pico, y allí, en el balcón, lo digería.

      Por el camino rompió la monotonía arribar a un rectángulo balizado frente a Armintza (43º 28,02’ N; 2º 52,98’ W) catalogado como “Zona restringida. Prohibido el paso” en la cartografía. Como estábamos ciñendo un poco forzados debido al viento del Nordeste y esquivar aquella zona nos obligaría a dar un largo bordo hacia altamar, llamamos por radio a Bilbao Tráfico para pedir explicaciones y, especialmente, que nos confirmaran que no podíamos entrar en ella. Muchas veces estos rectángulos marcados con balizas amarillas son simplemente zonas de arrecifes artificiales u otras cosas anodinas (por ejemplo, barricas de vino dejadas a madurar en el fondo, como en Plenzia) sobre los que se puede navegar sin peligro. Bilbao Tráfico no nos contestaba y, sorprendentemente, salió en antena a actuar como repetidor... ¡Coruña Radio!, que me escuchaba perfectamente desde 250 millas al Oeste. Hablamos con ellos sin dificultad y nos dieron el teléfono de Bilbao Tráfico, quienes ya por teléfono me dijeron que era una zona de boyas de energía mareomotriz. A pesar de que los de Bilbao Tráfico me estaban siguiendo por el radar (me dieron todos mis datos, tipo de barco, rumbo y velocidad) y obviamente tuvieron que ver nuestra maniobra para no entrar en la zona, de Armintza salió una lancha rápida amarilla de la empresa que gestiona las boyas (BIMEP) y allí se quedó discretamente para comprobar que no invadíamos su territorio.

      Llegamos a Elanchove (43º 24,24’ N; 2º 38,23’ W) a las 20.15 h. No es que sea el mejor logro de la Creación, pero para mí es el pueblo más bonito de la costa del Cantábrico. Está construido en una empinada ladera al Este del cabo Ogoño, cuya mole le protege de los vientos y mares dominantes en invierno, que son los del Oeste. Tiene dos muelles sucesivos protegidos por altísimos espigones, y como figura casi casi a extinguir, dispone de guardamuelles. Es un funcionario del Gobierno Vasco que te ayuda a amarrar y, en temporada alta, el que asigna a cada barco el sitio donde colocarse. Los amarres son gratuitos y puede situarte a contra el muro o en las boyas, lo que depende fundamentalmente de si tienes anexo para desembarcar o no. En el muelle hay grifo, pero no electricidad. El pueblo no está aún tomado por el turismo de masas, y es tan empinado que para ir al centro tiene un paseo peatonal de escaleras, además del del tráfico rodado, y desde allí se tiene una perspectiva maravillosa del Cantábrico y de su muellecito a vista de dron. Una de las curiosidades es que las calles son tan estrechas que el autobús de línea llegaba a un punto donde no podía dar la vuelta por falta de espacio, y se resolvió con una plataforma circular donde se detiene y la hace girar 180 grados con un mando a distancia.

      En Elanchove las mareas son impresionantes, lo que unido a los altos espigones hace que en bajamar el barco solo asome del muelle la perilla del palo, que te queda a la altura de las manos. Desde esa posición privilegiada pudimos ver que la driza del génova estaba desgastada en la salida de la polea, sobre las crucetas, y quedó anotado como bricolaje pendiente. Es un problema típico de los cabos que se utilizan poco, como la driza del génova en veleros con enrollador ya que la vela se guarda enrollándola y no descendiéndola: pasan años sin que la revises, pero el roce continuo con su polea termina por romperla. Y la rotura de una driza navegando, y sobre todo con mal tiempo que es cuando suelen pasar esas cosas, es un problema tremebundo, porque la única manera de resolverlo es trepando a la punta del palo para pasar un cabo nuevo. Imaginaos eso con mal tiempo.

      En Elanchove exhiben como un monumento la piedra de 300 kg que un temporal sacó del mar en 1990 y depositó en la carretera, unos veinte metros más arriba. Ha quedado como un monumento a la fuerza de la naturaleza digno de contemplar. Y en su iglesia hay una figura de San Nicolás de Bari con tres bolas de oro en la mano. La tradición dice que salvó a tres muchachas de la prostitución dándolas de dote ese regalo, y ese fue el origen de la figura de Papá Noel.

      Toda la noche se pasó lloviendo y con tormentas con aparato eléctrico, aunque nosotros estábamos tan cansados que dormimos