Название | Colapsología |
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Автор произведения | Pablo Servigne |
Жанр | Математика |
Серия | |
Издательство | Математика |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788417623685 |
En estas condiciones, cuesta imaginar de qué forma podría nuestra civilización recuperar un horizonte de abundancia, o al menos de continuidad. Pero, por sorprendente que pueda parecer, la escasez energética no es el peligro más inminente para nuestro motor. El elemento que amenaza con silenciarlo antes es otro: el sistema financiero.
En realidad, el sistema energético y el financiero están estrechamente relacionados, uno no puede funcionar sin el otro. Forman una especie de correa de distribución, un eje energético-financiero que representa el corazón de nuestra civilización industrial. Esta conexión se puede observar al analizar la estrecha correlación que hay entre la curva del PIB y la de la producción de petróleo (ver figura 5). Una recesión se corresponde con un precio del petróleo elevado y poco consumo; un periodo de expansión indica lo contrario, un precio del petróleo bajo y un consumo alto. Esta mecánica no es una simple correlación, se trata más bien de una relación causal: un estudio histórico demuestra que, de las once recesiones que tuvieron lugar a lo largo del siglo xx, diez habían estado precedidas por un fuerte incremento del precio del petróleo60 (ver figura 6). Es decir, una crisis energética precede a una crisis económica grave. Fue el caso de la crisis del petróleo de los años setenta, al igual que el de la crisis económica de 2008.
Figura 5. Tasa de crecimiento del petróleo, de la energía y del PIB mundial.
Fuente: Tverberg, G. E., «Energy and the Economy – Twelve Basic Principles», Our Finite World, 14 de agosto de 2014.
Figura 6. Precio del barril de petróleo y periodos de recesión.
Fuente: Hamilton, J. D., «Causes and Consequences of the Oil Shock of 2007-08», National Bureau of Economic Research, 2009 [actualizado por los autores].
Tratar los problemas económicos sin tener en cuenta su origen energético es un grave error. Pero lo mismo ocurre al contrario. Gail Tverberg se ha especializado en el análisis del eje energético-financiero y observa que en el contexto del pico ya no resulta posible extraer cantidades significativas de energías fósiles sin contraer una cantidad también creciente de deudas. «El problema al que nos enfrentamos ahora es que, cuando el precio de los recursos es demasiado elevado, el sistema basado en la deuda ya no funciona. Y un nuevo sistema financiero basado en deudas no funcionaría mejor que el anterior61». Un sistema de deudas tiene una necesidad urgente de crecimiento y, por tanto, de energía. La afirmación también es cierta a la inversa: nuestro sistema energético se lanza a las deudas. De esta forma, la correa de distribución gira en los dos sentidos: una disminución de la producción de petróleo lleva a nuestras economías a la recesión, y al contrario, las recesiones económicas aceleran el descenso de la producción energética62. Más concretamente, el sistema económico mundial está hoy en día acorralado por un precio alto de petróleo y otro bajo. Sin embargo, los dos extremos son caras de la misma moneda.
Cuando el precio del petróleo es demasiado alto, los consumidores reducen sus gastos, lo que provoca recesiones (y luego una bajada del precio del crudo). En cambio, un precio elevado supone una maravillosa noticia para las compañías petroleras, que pueden invertir en la prospección gracias al uso de nuevas tecnologías de extracción, lo que a la larga permite mantener la producción o desarrollar energías alternativas.
Cuando el precio de la energía es demasiado bajo (tras una recesión o manipulaciones geopolíticas, por ejemplo), el crecimiento económico puede reemprender la subida, pero las compañías petroleras se encuentran con serias dificultades financieras y reducen las inversiones (como hemos observado después de la bajada reciente de las cotizaciones del petróleo63), lo que pone en grave riesgo la producción futura. El informe de 2014 de la Agencia Internacional de la Energía64 destaca que el esfuerzo necesario para compensar la decadencia natural de los yacimientos antiguos ya envejecidos «parece incluso más difícil de perpetuar ahora que el barril ha caído a 80 dólares, […] especialmente por las arenas bituminosas y los pozos ultraprofundos que hay por todo Brasil». Y el economista jefe de la Agencia, el muy optimista Fatih Birol, añade que «empiezan a acumularse nubes en el horizonte a largo plazo de la producción petrolera mundial; acarrean posibles tormentas65».
La fragilidad del sistema financiero mundial está más que comprobada. Está formado por una compleja red de deudas y obligaciones que conecta los balances de contabilidad de innumerables intermediarios, como los bancos, los fondos especulativos o las aseguradoras. Como demostró la quiebra de Lehman Brothers y sus efectos en 2008, dichas interdependencias han creado un entorno propicio a los contagios66 (ver capítulo 5). Además, la oligarquía política y financiera mundial no da señales de haber comprendido realmente el diagnóstico y se esmera en tomar decisiones inadecuadas, lo que contribuye a debilitar aún más el sistema económico. El factor más inminente de los que limitan el futuro de la producción petrolera no es, por tanto, la cantidad de reservas restantes ni la tasa de retorno energético (TRE), como muchos creen, sino «el tiempo que pueda sostenerse nuestro sistema económico interconectado67».
En resumen, nuestras economías están condenadas a mantener un equilibrio muy delicado (en la cuerda floja), que varía según el precio del barril de petróleo, comprendido entre unos 80 y 130$ por unidad, y a rezar para que el sistema financiero, que se ha vuelto enormemente inestable, no colapse. De hecho, una época de crecimiento económico bajo o de recesión reduce el crédito disponible y las inversiones de las compañías petroleras, y podría provocar un parón del motor antes incluso de que se haya llegado al límite físico de extracción.
Sin una economía que funcione correctamente, no hay fácil acceso a la energía. Y sin energía accesible, adiós a la economía tal y como la conocemos: los transportes rápidos, las cadenas de abastecimiento largas y fluidas, la agricultura industrial, la calefacción, el tratamiento de aguas residuales, internet, etc. Asimismo, la historia nos enseña que las sociedades se desequilibran rápidamente cuando rugen los estómagos. Durante la crisis económica de 2008, el dramático incremento de los precios de alimentación ocasionó revueltas del pan en al menos 35 países68…
En su libro más reciente, el ex geólogo petrolero y asesor energético del Gobierno británico Jeremy Leggett identifica cinco riesgos sistémicos mundiales directamente relacionados con la energía y que ponen en riesgo la estabilidad de la economía mundial: el agotamiento del petróleo, las emisiones de carbono, el valor financiero de las reservas de energías fósiles, el gas de esquisto y el sector financiero. «La caída de cualquiera de estos sectores podría desencadenar un tsunami de problemas económicos y sociales y, claro está, no hay ninguna ley económica que estipule que las caídas no puedan manifestarse en más de un sector a la vez69». Probablemente estemos viviendo los últimos carraspeos del motor de nuestra civilización industrial, previos a su extinción.
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