Lenguaje escrito y dislexias. Luis Bravo Valdivieso

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Название Lenguaje escrito y dislexias
Автор произведения Luis Bravo Valdivieso
Жанр Учебная литература
Серия
Издательство Учебная литература
Год выпуска 0
isbn 9789561426917



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PARTE

      EL LENGUAJE ESCRITO Y LAS DIFICULTADES DE LOS NIÑOS PARA APRENDER A LEER

      CAPÍTULO I

      EL LENGUAJE ESCRITO Y LAS DIFICULTADES DE LOS NIÑOS PARA APRENDER A LEER

      Psicología cognitiva, neurociencias de la educación y dislexias

      Un objetivo de este libro es presentar una síntesis actualizada sobre las dificultades severas para aprender a leer que tienen numerosos niños, a partir de los resultados de investigaciones psicológicas cognitivas, psicopedagógicas y neuropsicológicas. Lo he escrito con el resultado de investigaciones personales, y de otros investigadores chilenos e internacionales, de revisiones bibliográficas, y de mis experiencias clínicas con alumnos que tenían dificultades severas para aprender el lenguaje escrito. También es resultante de mis años docentes en la enseñanza universitaria sobre el tema de los trastornos del aprendizaje escolar desde 1964, cuando comencé a estudiar los problemas de los niños que no aprenden a leer y de mi labor docente en la formación de profesores de educación especial o psicopedagogos, de psicólogos educacionales y de algunos pediatras en el Hospital Calvo Mackenna. Esta labor ha enriquecido mis experiencias personales durante sesenta años de trabajo en la Universidad Católica de Chile y posteriormente en la Universidad de los Andes.

      Durante este período se han desarrollado internacionalmente los conceptos de “ciencias de la lectura” y también de “neurociencias del aprendizaje”, apareciendo este último como un nuevo paradigma en las ciencias humanas (Maluf & Sargiani, 2013; Dehaene 2007; Maluf 2008; Goswami 2004; Snowling & Hulme 2005; Jiménez 2012; Bravo 2016, 2018).

      El concepto de “Ciencias de la lectura” ha abierto nuevos horizontes sobre el aprendizaje lector de los niños, desde dos perspectivas: el desarrollo del lenguaje y del pensamiento verbal y su integración con los descubrimientos de la neuropsicología y neuroimágenes, sobre los procesos cerebrales involucrados en el lenguaje escrito. Ellos muestran que aprender a leer depende de un conjunto de procesos cerebrales y cognitivos que los niños desarrollan por efecto de estrategias psicopedagógicas y por la influencia de su ambiente familiar y cultural. Las piedras angulares de este aprendizaje son el lenguaje y la percepción fonológica y visual ortográfica.

      Vigotsky (1995) expresa que el desarrollo del lenguaje oral refleja la expresión del pensamiento de las personas y el lenguaje escrito es la expresión de su pensamiento en el contexto de su cultura. “El significado de una palabra representa una amalgama tan estrecha de pensamiento y lenguaje que es difícil decir si es un fenómeno del habla o un fenómeno del pensamiento”. Agregó que “podemos considerar el significado como un fenómeno del pensamiento” (p. 198). Los niños cuando aprenden a hablar desarrollan una red verbal semántica, asociada con la interacción de la audición del lenguaje y su articulación, lo que les permite integrarse en un contexto social más amplio de conocimientos, ideas y pensamientos. Con ellos cada persona que crece desarrolla un metalenguaje, con la capacidad de proyectar sus pensamientos y reflexionar sobre el significado de los procesos que están aprendiendo.

      El lenguaje escrito emergió progresivamente en las diversas culturas y fue parte del desarrollo cognitivo, en la medida en que algunas personas inventaron signos estables (letras, grafitos, figuras talladas, logotipos) para comunicarse. Este largo proceso social de la evolución humana se estableció con el desarrollo de nuevos procesos cerebrales. Dehaene (2007) en su excelente libro “Les neurones de la lecture” dice que la naturaleza de nuestros cerebros se construyó progresivamente “por la inmersión en una cultura determinada” (p. 26). El cerebro infantil y especialmente el aprendizaje visual del lenguaje escrito pasó por “cierto margen de adaptación al ambiente en la medida en que la Evolución los ha dotado de plasticidad y de reglas de aprendizaje”. Concluyó que “Nuestro cerebro no es una tabla rasa en la cual se acumulan construcciones culturales, sino un órgano fuertemente estructurado” (p. 28) que utiliza los mismos circuitos cerebrales para asimilar las cosas nuevas. En consecuencia, aprender a leer no es solamente percibir y memorizar textos escritos, sino reconstruir y recrear su significado en una metacognición. La metacognición es considerada un proceso mental de mayor jerarquía cognitiva e implica la capacidad para monitorear y controlar los propios procesos cognoscitivos incluyendo la comprensión del lenguaje escrito (Shimamura, 2000).

      El progreso de las neurociencias de la lectura y de la psicología cognitiva, ha producido una ampliación en el conocimiento de los procesos que ocurren en el aprendizaje del lenguaje escrito y también ayudan a conocer el origen de las dificultades para aprenderlo. (Rumsey, 1996; Habib, 1997; Simos et al., 2002; Vellutino et al., 2004; Dehaene, 2007; Fletcher, 2009; Fletcher, Lyon, Fuchs, & Barnes, 2007; Goswami, 2008; Shaywitz & Shaywitz, 2008; Maluf & Sargiani, 2013, Bravo, 2014; Cuadros 2017; Rosas 2017; Escobar 2017).

      Durante los diversos aprendizajes, el cerebro activa algunas regiones que determinan las conexiones neurológicas adecuadas para asimilar con mayor eficiencia la información requerida. Las investigaciones sobre el cerebro muestran que las intervenciones educacionales intensivas en procesos fonológicos y de reconocimiento ortográfico de las palabras y de su significado “modifican las conexiones cerebrales” (Dehaene, 2007.) En consecuencia, uno de los principales desafíos para su enseñanza es la integración de la conciencia fonológica, que aporta la pronunciación de las palabras, con la conciencia visual-ortográfica de la escritura y la elaboración metacognitiva del significado del texto.

      Algunas investigaciones de neurociencias cogni­tivas muestran que los significados de las palabras están relacionados con la actividad de la región temporal media del cerebro (Dehaene, op. cit). Esta área parece ser responsable de la recuperación de la memoria semántica de los significados asociados a cada palabra. Sin embargo, en adultos con dislexia las investigaciones de Vandermosten et al. (2012), mostraron que presentan alteraciones en la región cerebral que conecta el lóbulo temporo-parietal posterior con el lóbulo frontal. Esta y otras investigaciones confirman que en las dislexias habría un desorden en las conexiones cerebrales. Ellos concluyeron que los niños disléxicos muestran una disfunción en la conectividad cortical, confirmando la hipótesis que tendrían un “síndrome de desconexión” (Paulesu et al., 1996). Según Dehaene (2007) el origen de este concepto proviene del neurólogo francés Déjerine quien descubrió en 1887 en un paciente un severo déficit para reconocer visualmente las letras, originado por daño en la corteza visual del cerebro, lo que le impidió reconocer el lenguaje escrito, pero no escribir (p. 94).

      La labor psicopedagógica escolar sobre el lenguaje escrito tiene como objetivo que el niño disléxico aprenda a establecer asociaciones con significado entre los estímulos perceptivos visuales ortográficos de las letras y los componentes fonéticos del lenguaje oral, lo cual requiere enseñarles a desarrollar un proceso de metacognición junto con la ortografía.

      En esta nueva edición aplicamos el término de “aprendizaje del lenguaje escrito” en vez de “aprender a leer” (Bravo, 2016). Esta modificación no es solamente formal. El concepto de “aprender a leer” ha tenido una evolución profunda con los descubrimientos en neuropsicología. Es un aprendizaje cognitivo y verbal que supera el condicionamiento y no se considera como una asimilación pasiva por parte de los alumnos de los procesos para decodificar y retener en la memoria las letras, sílabas y palabras aprendidas. Tampoco es una asimilación pasiva de entornos letrados, pues no basta un condicionamiento cognitivo visual para que los niños asocien de memoria los signos gráficos con sus significados. Implica aprender a desarrollar estrategias cognitivas y psicolingüísticas que les permitan penetrar en el sistema de códigos ortográficos conducentes a un significado junto a una comprensión de las reglas sintácticas que rigen y coordinan el sistema escrito.

      El aprendizaje del lenguaje escrito es resultado de una evolución cerebral continua que se inicia cuando los niños nacen y empiezan a escuchar en su hogar el lenguaje oral y tratan de comprenderlo y repetirlo en voz alta. Esta evolución culmina cuando, posteriormente, se les enseña a asociar los signos ortográficos de los libros con su pronunciación, siguiendo algunas estrategias visuales ortográficas y fonémicas que rigen nuestro idioma y les permiten entender su significado. La experiencia pedagógica muestra que no todos los niños presentan la misma facilidad