La rebelión de lo cotidiano. Florencia Roitstein

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Название La rebelión de lo cotidiano
Автор произведения Florencia Roitstein
Жанр Социология
Серия
Издательство Социология
Год выпуска 0
isbn 9789876918145



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Ellos financiaron a las mujeres que hoy se sienten orgullosas, con la autoestima bien alta y proyección a futuro”. También contaron con el apoyo del Programa de Apoyo a la Democracia Municipal (PADEM) para implementar el desayuno escolar (conducta alimentaria) basado en productos nativos que produce el medio ambiente de la comunidad: “Fue importante que los niños y sus familias aprendan el valor nutritivo de lo que producimos y dejen de pagar por productos alimenticios nocivos para la salud. De esta manera mejoran su salud, reconocen el valor de la producción local y se genera un círculo virtuoso de venta y compra de productos hechos por los miembros de la comunidad”.

      “Es maravilloso ver cómo se van sumando los profesionales de la universidad, los maestros de las escuelas de la región, el Municipio, la radio local. Logramos avanzar gracias a la unión y el esfuerzo de toda la comunidad”, concluye satisfecha. “Estoy convencida: la escuela y la educación pueden cambiar el mundo”.

      Hubo un tiempo en que Lucinda y su familia tuvieron que abandonar su comunidad de origen a orillas del lago Titicaca para desplazarse a El Alto en busca de un futuro. Ella, la mayor de tres hermanos, se recuerda de niña llevando baldes de agua del río hasta su casa; también recuerda las horas que pasaba en la biblioteca del colegio.

      “Mi padre y mi hermano son maestros. Somos una familia de maestros. Revolucionar la sociedad a través de la educación nos corre en la sangre. «Si regresás a tu pueblo, tenés que ser maestra», había dicho mi padre, «pero bien formada; te esperan centenares de niños para que les cambies la vida». Eso hago a través de mi trabajo, quiero ayudar a crear una nueva generación de jóvenes indígenas orgullosos de sus raíces, su cultura; respetuosos de las mujeres y del medio ambiente”, concluye Lucinda; se emociona, también.

      Lucinda Mamani ejerce en la Unidad Educativa Calería, Municipio de Pucarani. Se desempeña como maestra de las asignaturas Comunicación y Lenguajes. Trabaja, también, con jóvenes y mujeres comunitarias y fundó el Centro Juvenil de Mujeres Aymaras como base de encuentro entre las mujeres jóvenes, adultas y maestras para ejercer sus derechos con autoestima fortalecida. Organiza y facilita cursos de capacitación, eventos culturales, orientación radial, e incursiona en las acciones prácticas de prevención, mitigación y resiliencia ambiental. Desde esta posición, impulsa la formación de liderazgo juvenil y el empoderamiento de mujeres jóvenes incidiendo en la construcción de saberes y conocimientos a través de la radio, las ferias educativas, los foros ciudadanos, la publicación de calendarios y los boletines para sensibilizar sobre el Plan de Gestión Ambiental del lago Titicaca.

      Por sus méritos locales, nacionales e internacionales, ha sido distinguida como una de las cincuenta mejores docentes del mundo (Premio Nobel de la Educación 2016), el Premio a la Excelencia Educativa en Quito, Ecuador, y en 2017 fue Personaje del Año y Boliviana de Oro. El Ministerio de Educación de Bolivia la postuló al premio de la Educación para las Mujeres y Niñas Unesco 2017 y la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) la distinguió con el premio por la Enseñanza de los Derechos Humanos de la Mujer.

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      SER NIÑA

      A pesar de que Bolivia ha dado grandes pasos en el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas, todavía persisten altos índices de discriminación y violencia hacia mujeres y niñas que se agravan en el ámbito rural. Según Unicef, ser niña, pobre, indígena y campesina es una de las mayores exclusiones sociales que perduran en el país. Un niño no indígena de una zona urbana perteneciente a una familia de ingresos altos completa en promedio 14,4 años de su escolarización, mientras que una niña indígena de una zona rural perteneciente a una familia de ingresos bajos completa solo dos años.

      ESTEREOTIPOS

      Lucinda ha vivido en carne propia la discriminación y conoce la doble discriminación que sufren las niñas, adolescentes y mujeres jóvenes, debido a que en el campo existen estereotipos, machismo y micromachismo que generan violencia. Las mujeres están excluidas para acceder a oportunidades, servicios, cargos comunales y beneficios, en especial al derecho a la educación. Algunos adultos siguen pensando que “las mujeres no juegan fútbol y los hombres no cocinan”.

      Sonnia Estela España Quiñonez

      La huella digital, nunca más

      Agrupación afroecuatoriana Mujeres Progresistas (Guayaquil, Ecuador)

      Tenemos que interpelarnos a nosotros como sociedad.

      A pesar de haber tenido, recientemente, un ataque cardiovascular, Sonnia España desborda alegría y satisfacción: “Las mujeres avanzamos aunque tengamos un stroke. Esa es nuestra naturaleza. No nos pararán nunca”.

      Sonnia cuenta, con voz musical y sonrisa amplia, que, desde hace más de dieciocho años, diseña vestimenta tradicional para mujeres afro de la isla Trinitaria, en Ecuador. Lo hace por necesidad y militancia. Como si fuera una galería de arte, expone los atuendos típicos creados para que puedan vestir las mujeres a diario, en eventos especiales o en fiestas de la cultura del pueblo afro. Sonnia se ha transformado en una referente y líder social para la comunidad afro de la región.

      Sonnia revela que, a partir de las mujeres que conoció en su taller, no pudo quedar ajena a la realidad que viven. Por eso creó hace diecinueve años, con otras 86 mujeres, África Mía, una empresa social que hoy cuenta con la participación activa de 286 jefas de hogar. África Mía ofrece servicios que ponen en valor saberes culturales: restaurantes de cocina tradicional, salones de belleza afro, talleres de costura y turismo comunitario; cuenta también con una caja de ahorro y crédito creada a raíz de la dificultad de las mujeres para acceder a créditos que apoyen y expandan sus emprendimientos: “Empezamos aportando, cada una, 25 centavos quincenales; ahorrábamos de nuestra dieta cotidiana, nos obligábamos a tomar más sopa, a comer más frijoles para aportar dinero. En 2009 pudimos dar nuestro primer crédito: 2 dólares a una vecina para que comprara un tanque de gas. Fue una experiencia única, conmovedora hasta las lágrimas: nosotras estábamos dando créditos con los propios ahorros para financiar proyectos de mujeres de nuestra comunidad. Lo que nadie había hecho lo hicimos nosotras por y con todas las mujeres de la isla que quisieran sumarse”.

      Sonnia España es la coordinadora de Mujeres Progresistas, un emprendimiento exitoso que surgió con un objetivo claro y preciso: “Combatir la violencia que provoca la dependencia económica que sufrimos las mujeres con nuestras parejas. Cuando me di cuenta de que ese era el centro del problema de la violencia doméstica, se me ocurrió cómo solucionarlo, conversé con unas y otras. Primero armamos un pequeño hotel para salir de nuestros hogares y tener un lugar donde refugiarnos de la violencia conyugal. En el hotel teníamos tiempo y libertad para conversar, intercambiar ideas, con la necesidad de salir adelante a través de nuestros propios medios. O salíamos juntas o nos hundíamos todas, y salimos todas”, enfatiza Sonnia con un entusiasmo expansivo.

      Sonnia insiste: “Sin educación no hay progreso”. A media voz confiesa que cuando empezaron la mayoría de las mujeres no sabían leer ni escribir, firmaban los documentos con la huella digital. “Nosotras pedimos, como requisito obligatorio, que la mujer que recibe apoyo económico tenía que ir a la escuela. Fuimos a la Universidad para que nos capacitaran a nosotras