La rebelión de lo cotidiano. Florencia Roitstein

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Название La rebelión de lo cotidiano
Автор произведения Florencia Roitstein
Жанр Социология
Серия
Издательство Социология
Год выпуска 0
isbn 9789876918145



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Piensan que sin la generosidad de mucha gente no podrían hacer lo que hacen. Hablan de dar, de entregar, de escuchar, de transmitir conocimientos, de estar atentas. Nos muestran cómo ceden sus casas para que funcione una biblioteca, o un centro comunitario, o un centro de acogida para mujeres golpeadas. Ellas saben cómo movilizar recursos en, desde y hacia la comunidad: todo vale, el tiempo, el esfuerzo, las ideas, los dineros que juntan entre todas, las horas voluntarias, los aportes de especialistas de afuera, las comidas que preparan para las reuniones, las lágrimas que guardan a escondidas en sus almohadas. No saben muy bien lo que es la filantropía comunitaria, pero la ejercen cotidianamente y a toda hora. Son generosas porque entre tantas batallas se detienen a conversar y a reflexionar con nosotros, dos perfectos desconocidos.

      A todas ellas, seleccionadas y no seleccionadas, un millón de gracias. Esperamos que todas se vean reflejadas en estas páginas.

      Diciembre de 2019

LAS MUJERES GENEROSAS

      Lucinda Mamani Choque

      La maestra indígena que revoluciona las aulas rurales

      Unidad Educativa de Calería (Calería, Bolivia)

      Los chicos me esperan en el colegio

      para que les cambie la vida.

      Lucinda Mamani tiene treinta y cinco años, ojos almendrados y mirada presente. Es maestra de ochenta alumnos de la escuela secundaria de Calería a la que concurren, todos los días, ciento veinte niños. Cada mañana, desde hace siete años, ella alista sus libros, se abriga para combatir el frío del altiplano y sale de su casa en la ciudad de El Alto, lindante a La Paz, rumbo a Calería. Para hacer el trayecto de casi dos horas –por donde no pasa ningún medio de transporte público– hace dedo a los camioneros que llevan toneladas de piedra caliza hasta la ciudad y retornan al campo. “Ya me conocen todos los camioneros”, dice confiada, y sonríe.

      La escuela de Calería está en la comunidad indígena aymara a 70 kilómetros de la sede del gobierno nacional en la ciudad de La Paz. Los libros se cuentan con los dedos de una mano, la pizarra es analógica y los pupitres de madera se agolpan en aulas estrechas. Más de 120 estudiantes caminan diariamente, durante horas, con el único objetivo de aprender; poco importan los días fríos y nevadas. Lucinda recuerda un día en especial, nevaba muchísimo: “La escuela abre a las 8.30; eran las 10 y no había llegado nadie. Estábamos por suspender las clases cuando vimos que los chicos comenzaron a llegar, uno a uno. Fue emocionante; ellos sabían que los estaba esperando”. Ese día se dieron el gusto de dejar el aula para hacer bolas de nieve; para jugar, entre todos, como niños.

      “Vivo a las orillas del lago Titicaca, en Wiñaymarka”, dice, orgullosa, Lucinda, “un lugar maravilloso donde todavía existen grandes potencialidades productivas, recursos arqueológicos, infinidad de saberes ancestrales, costumbres, tradiciones, piezas nativas, peces, aves, batracios, totorales, algas alimenticias y la biodiversidad que es útil para mejorar el hábitat de miles de personas de los veintitrés municipios rurales de este lago, para nosotros, sagrado. Proteger estas potencialidades históricas, culturales, económicas, y patrimonio natural y oral de las comunidades aymaras, es una prioridad para mí, ya que la contaminación ambiental también afecta estos recursos. Frente a esta situación, emprendimos acciones educativas comunicacionales urgentes con el propósito de sensibilizar sobre la importancia ancestral, cultural, ambiental, turística y productiva del lago Titicaca, el lago que tiene derecho a vivir sano y limpio, lo mismo que el resto de las comunidades de la región”.

      En la comunidad viven alrededor de 150 familias dedicadas a la producción de leche, papa y quinoa. Tienen electricidad –recientemente instalaron la antena que los conectó a internet– y agua potable, pero sus habitantes todavía no conocen, de primera mano, un retrete.

      “Mi meta es ser maestra en la zona rural para que los pueblos originarios, y las futuras generaciones, vivan mejor”, anuncia para que quede bien claro dónde está parada y hacia dónde va. “La formación integral de los jóvenes y sus familias es muy importante para la sobrevivencia y para transformar los problemas sociales que sufrimos: contaminación, falta de cumplimiento de los derechos humanos de las mujeres y tantas otras cosas. En el altiplano existen muchos estereotipos acerca de la mujer, no nos dejan participar en ningún espacio”.

      La maestra cuenta una anécdota que la sorprendió particularmente: “En 2013 fui testigo de un hecho que cambió mi forma de entender las relaciones. En el acto de elección de representantes de alumnos de la escuela noté que las mujeres no participaban, solo se ofrecían para las secretarías de deporte y danza. Hablé con ellas, me explicaron que temían ofrecerse porque no se sentían capaces de dirigir”. Entonces, Lucinda tuvo más claro que nunca que la escuela era el mejor lugar para cambiar algunas reglas instaladas. Creó un programa que promovía la igualdad de género en la escuela que incluía estudiantes, madres y padres; luego lo extendieron a treinta colegios del Municipio de Pucarani y a otras escuelas de la región. La maestra gestionó clases de teatro donde los alumnos se ponían en la piel de sus compañeras, sentían los efectos del rechazo y la discriminación: “Creí que sería una buena manera de experimentar la discriminación”. Después, junto con otros docentes, sumaron talleres de información sobre los derechos de las mujeres; detallaron las dieciséis formas de violencia que pueden denunciarse gracias a la ley que garantiza una vida libre de violencia. Finalmente, incluyeron, de manera transversal en todas las asignaturas, la temática de mujeres, violencia y equidad de género: “Hemos logrado modificar la visión que los chicos tienen de las posibilidades de las mujeres y viceversa. Ahora las chicas se sienten seguras y se animan a tomar decisiones. Fue un largo proceso, trabajoso y de gran claridad respecto de nuestro horizonte; creamos materiales didácticos: juegos, videos, textos, concursos”.

      El programa se institucionalizó en la escuela a través del Currículum Regionalizado, una parte de la currícula que cada región puede adaptar para responder a las necesidades reales de los miembros de la comunidad. La propuesta tomó fuerza; en la actualidad, atraviesa la totalidad de las materias escolares: “Por ejemplo”, se entusiasma la maestra, “en Historia analizamos cómo han sido vulnerados los derechos de las mujeres; en Matemáticas utilizamos estadísticas que demuestran que el 52% de la población femenina del país sufre violencia”. La mitad de las mujeres, en Bolivia, asegura haber sido víctima de violencia psicológica, sexual o física en algún momento de su vida, cifra muy por encima de la media en la región.

      Hoy la escuela ocupa un espacio en la radio Tawantinsuyo con el objetivo de promover la participación de los ciudadanos. Reflexionan sobre la relación entre hombres y mujeres, la contaminación ambiental, la soberanía alimentaria y, también, sobre la importancia de cuidar el lago Titicaca: “Desde hace años, las radios ribereñas participan de campañas de limpieza para mitigar el problema de contaminación ambiental; pero, lamentablemente, el problema es cultural. A pesar de las limpiezas eventuales, la contaminación interna y la externa siguen avanzando como una enfermedad; es muy peligroso para la salud humana y para la agricultura. Al tratar temas relevantes, recibimos el apoyo de jóvenes profesionales que nos acompañan, así logramos que los programas de radio sean entretenidos e informativos. Hace poco invitamos a María Inés Salazar, la directora del proyecto Comunidad Sexual de Canal 13 TVU, un lujo”.

      Lucinda Mamani recibió apoyo local para realizar talleres de encuentro