Название | Relatos sociológicos y sociedad |
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Автор произведения | Claudio Ramos Zincke |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789563572209 |
En una siguiente publicación, “La concepción autoritaria del mundo” (1979e), Brunner sigue desarrollando el análisis de esa nueva organización de la cultura en Chile, que aquí denomina “concepción autoritaria del mundo”. Este es un documento que envía a la Revista Mexicana de Sociología, medio académico prestigioso en América Latina y de amplia difusión, donde será publicado en julio del año siguiente. Cumple en él un objetivo de reflexión y difusión respecto a la situación chilena. Si bien la presentación teórica está reducida al mínimo, el texto busca hacer afirmaciones de carácter general. Va, así, desde afirmaciones más abstractas sobre hegemonía, configuración de consenso de orden y conformidad, hasta el análisis de las transformaciones que ha ido introduciendo el régimen militar. Sin circunloquios teóricos ni metodológicos, Brunner articula un análisis sobre lo que está pasando en Chile, organizándolo teóricamente y desplegando abundancia de referencias empíricas que operan como evidencias para su argumentación. Es un relato convincente y muy bien construido, si bien con cierta densidad.
Una nueva organización de la cultura, como la que está emergiendo en Chile en este período, dice Brunner (1979e: 1), incluye esquemas comunes de interpretación del mundo, un orden intelectual y moral; provee metas culturales; encauza la creatividad del bloque en el poder para intervenir en la sociedad y mantener la dirección del proceso de acumulación. En esta concepción, la cultura aparece vinculada “estructuralmente” a las clases sociales, a los procesos de poder, y al entramado organizacional e institucional que le da forma y la hace circular. Ella da vida a un consenso de orden.
La reorganización cultural en Chile ha requerido, en su primera fase, la negociación del sentido del orden al interior del propio núcleo de conducción –burguesía y Fuerzas Armadas–. Entre las fracciones de la burguesía que antes compartían lugar bajo el Estado de compromiso, ahora se ha impuesto el sector financiero-industrial por sobre el ala terrateniente, encabezando la conducción político económica del proceso de transformación. La burguesía ha apoyado la política represiva, justificándola en términos de defensa del orden, bajo una ideología de seguridad nacional que sostiene una lógica de “guerra no convencional”, con uso del poder represivo. Las declaraciones oficiales y la prensa han difundido ampliamente este discurso. Por otra parte, crecientemente se ha expandido, en este núcleo, la conciencia de la necesidad de aprovechar las circunstancias para consolidar el proceso de acumulación sobre nuevas bases.
La ideología de seguridad nacional ha ido pasando a segundo lugar y desapareciendo de escena a medida que se ha ido propagando y tomando lugar dominante la lógica e ideología de mercado. La aceptación gradual del primado del mercado libre de toda intervención del Estado requirió lograr el convencimiento dentro de la propia burguesía, acostumbrada a la protección estatal. El mercado, en su presentación ideológica, aparece poseyendo una serie de atributos: (1) Es un mecanismo de decisión eficiente y neutro vs. el sistema deliberativo democrático, conflictivo y lento, proclive a ser manejado por los intereses de los partidos. (2) Es un mecanismo asignador de recursos que opera automáticamente, libre de las arbitrariedades e ineficiencias de los funcionarios burocráticos del Estado. Es un procedimiento objetivo y universalista. (3) Permite a todos los individuos expresar libremente sus preferencias en el mercado.
En la medida que los individuos incrementan su vinculación con el mercado, en términos de inversión monetaria y emocional, esto opera, en cierto grado, como sustituto (ilusorio) de otras formas de conexión societal. El mercado crea un pseudo espacio público, donde rige la democracia del consumo. Es un espacio sin Estado, sin debate, sin demandas sociales, sin conflicto, que sustrae a los individuos de la participación política. El poder fáctico del mercado se difunde en las prácticas y en las conciencias. “La ideología del mercado constituye el esfuerzo más sistemático de la nueva concepción autoritaria del mundo por definir un planteamiento de desarrollo capitalista para Chile en las actuales circunstancias” (Brunner, 1979e: 36; 1980b [1979e]: 1025).
En contraste, la intelectualidad orgánica del nuevo núcleo de conducción de clase es poco densa culturalmente. Las apelaciones más significativas, en este terreno, han sido a la ciencia y técnica, que proporcionarían una “racionalidad más alta que el veredicto popular”, lo cual conduce a una visión tecnocrática del mundo (1980b [1979e]: 1023). Por otro lado, el contenido católico tradicionalista, que incide en los primeros años de la dictadura, se ha diluido. Aportó un cierto lenguaje a la retórica oficial y una particular sensibilidad trascendentalista y estamentalista, pero solo significó un aporte suplementario, no central.
De este modo, la concepción autoritaria con tal configuración es el “nuevo mapa cultural a través del cual la clase dominante interpreta su acción sobre la sociedad y busca influir sobre esta en el plano ideológico” (Brunner, 1980b [1979e]: 1029). Es una concepción que se irradia y genera conformismo, no por su grado de elaboración intelectual, que es más bien limitado, sino que principalmente por su capacidad de materializarse en prácticas e instituciones y en la vida cotidiana.
En este artículo hay un uso abundante de referencias empíricas al discurso circulante en el país. Este comparece en el texto a través de muchas citas a la página editorial de El Mercurio y a otras secciones de este diario (más de 30). También hay abundantes citas a lo que dicen autoridades de gobierno, a través de diferentes medios. Vías indirectas que emplea son, por ejemplo, los casos de empresarios, esforzados y exitosos, estudiados por el sociólogo Pablo Huneeus (1979) en su libro Nuestra mentalidad económica, que expresan la valoración del espíritu de empresa, concordante con las nuevas orientaciones culturales.
En “La estructuración autoritaria del espacio creativo” (1979h), Brunner agrega nuevos elementos a su análisis de la organización cultural del autoritarismo. Insiste desde el inicio en la relación de hegemonía, en la relación entre poder y cultura: “Toda clase social o grupo social que llega al poder, que se vuelve bloque dirigente a través del Estado, formula un modelo cultural. Expresa su predominio, por tanto, como influencia en el campo de la creatividad social […]. Busca transmitir y socializar una concepción del mundo, difundir un orden intelectual y moral, establecer el significado de las cosas y los sucesos, inspirar conformismo y el asentimiento de los gobernados, movilizar las constelaciones simbólicas de la nación, […] definir el derecho, orientar el consumo de signos, en suma, canalizar las infinitas relaciones de comunicación que es la materia cotidiana de que está hecha una sociedad” (Brunner, 1979h: 1).
Por lo anterior, “la lucha por la cultura representa la expresión más compleja de la política”. La lucha política orienta el proceso creativo que da forma al modelo cultural predominante. “Desde un punto de vista marxista, probablemente nadie ha contribuido tanto como Gramsci para precisar esta perspectiva política de la lucha cultural” (Brunner, 1979h: 3).
Brunner postula que el modelo cultural del autoritarismo en Chile ha venido realizándose a través de cuatro grandes conjuntos de políticas:
(1) Políticas de exclusión de los agentes disidentes. Esto involucra prácticas de eliminación, encarcelamiento, destierro, cierre de centros, exoneración, que eliminan formas de participación existentes en el pasado y, además, prohibición de actividades, censura previa, exclusión jurídica, que operan hacia futuro. Todo esto significa excluir del “espacio creativo” a clases y grupos sociales subalternos, y dificultar su organización cultural, impidiendo, así, la autodeterminación de individuos y colectivos.
(2) Políticas de control con el fin de clausurar el espacio público. Este es, dice Brunner, un fenómeno clave para entender la organización autoritaria de la cultura, dado que la formación del espacio público está “íntimamente ligada con la emergencia de la política como actividad social encaminada a legitimar el poder mediante el consenso” (Brunner, 1979h: 10). Esto obstaculiza que las clases subalternas recojan y elaboren su experiencia colectiva para volverla comunicable y usarla para desarrollar concepciones alternativas. La esfera pública es una condición de necesidad para el desarrollo democrático y la búsqueda de hegemonías alternativas. Puede asumirse que Brunner concibe su trabajo en la perspectiva de contribuir a este